¿Y si el problema no es la desinformación, sino querer saberlo todo a toda costa?
El hecho de que cada vez distingamos menos lo verdadero de lo falso no solo depende del volumen de "fake news" que recibimos, sino de nuestra predisposición a creernóslas
Vivimos una época marcada por la desinformación y las fake news que alteran el paisaje político y social de nuestro tiempo, a la vez que agitan a las masas para dividirlas en determinadas posiciones cada vez que surge un debate, por pequeño que sea o lo superado que esté. La mayoría de las veces se echa la culpa al contexto informativo, que siempre resulta engañoso y contradictorio, pues al final dependiendo de la fuente que escojas, los hechos se presentarán diferentes. El lector de prensa o consumidor de noticias se ha vuelto más crítico con el paso de los años, y la mejor defensa ante un hecho noticioso hoy en día siempre es la duda.
Lo hemos visto con la reciente petición de varios popes tecnológicos de pausar el avance exponencial de las tecnologías de inteligencia artificial porque directamente se nos puede ir de las manos. Donald Trump siendo detenido violentamente por la policía o tomando ayahuasca, o el Papa Francisco engalanado con un abrigo de plumas de lo más moderno, son algunos de los ejemplos de cómo se está viralizando este tipo de contenido engañoso e irreal. Estos casos solo son la punta del iceberg del contexto que se abriría si la inteligencia artificial se democratizase y llegara a todos los ámbitos y realidades cotidianas. Por ello esta advertencia, ya que nuestros cerebros no están preparados para esa eclosión de ficción y realidad de la que ni siquiera somos conscientes, a la par que tampoco nuestras sociedades están tan vacunadas contra el odio, la discriminación o la crispación política que podría escalar tras el impacto de la alta tecnología en nuestras vidas.
"Nuestro problema no solo se refiere a la forma en la que generamos conocimiento, sino a nuestra actitud hacia el conocimiento"
Ante tal panorama, merece la pena reflexionar sobre las distintas tendencias sociológicas y filosóficas que desde un tiempo a esta parte han ido consolidándose. En este mundo, cada vez más plagado de ilusiones, no solo hace falta una ingente labor de contrastación entre lo verdadero y lo falso, sino también admitir el desconocimiento sobre cualquier tema, ya que es probable que la mayoría de las veces estemos equivocados.
Pedantería, esnobismo y "lo oculto"
En los últimos años, se ha popularizado un término en el mundo anglosajón que describe esta necesidad de saberlo todo de cualquier tema sin admitir nunca la ignorancia: "knowingness", que podríamos arriesgarnos a traducir como "sabelotodismo" en un sentido muy literal, viene asociado a otros rasgos de la personalidad que han aflorado mucho entre la sociedad, como la pedantería o el esnobismo, y que al final resulta ser una mezcla de ambos sumado al hecho de tener la sensanción de que sabes con certeza algo que nadie sabe o que permanece muy oculto (lo que en último término también viene asociado a la creciente predominancia de las teorías de la conspiración).
"Es una postura de tener que 'saberlo ya', de pretender conocer las respuestas incluso antes de que surja la pregunta"
El epitafio del matemático David Hilbert resumiría muy bien el "knowingness": "debemos saber, sabremos". Aunque no tengamos las herramientas ni las pruebas suficientes para demostrar una teoría, una idea o un hecho, sentimos la necesidad de anticiparnos y dar por supuesto aquello que se nos escapa a pesar de sus evidentes contradicciones (y que por otro lado alguien se ha esforzado en hacernos creer que es cierto). Una especie de empirismo radical que descarta por sentado los detalles y razonamientos para ya dar por sentado ideas generales fuera de contexto pero que resultan muy creíbles al ser transmitidas con un lenguaje atractivo, ingenioso o cargado de ideología (lo que más decanta la balanza para creer en ello, ya que al final está respaldando una opinión ya consolidada).
Por ejemplo, en los dos casos expuestos anteriormente, si soy muy crítico contra el Papa Francisco (hay una corriente social y política que ni siquiera le reconoce como Papa, sino más a Benedicto XVI, lógicamente, cuando vivía), y veo esa imagen del polar, automáticamente la tomaré como cierta. Esto, que ya entraña un problema epistemológico, ya que confundo la realidad con una ilusión fabricada por un sistema informático, se convierte en algo más peligroso si decido compartir esa imagen con una nueva teoría mía sacada de la chistera que aporta razones convincentes sobre por qué sale llevando ese abrigo moderno. Es decir, no solo se basa en dar por reales hechos que no lo son, sino también asegurarse de conocer más detalles sobre ese evento que hay que comunicar imperiosamente a los demás que, además, coinciden conmigo en mis prejuicios e ideas.
El conocimiento como "pegamento social"
"Nuestro problema no solo se refiere a la forma en la que generamos conocimiento, sino a nuestra actitud hacia el conocimiento, a cómo nos presentamos ante los demás como conocedores", afirma Jonathan Malesic, profesor y periodista de The New York Times, en un reciente artículo publicado en Aeon en el que aborda el "knowingness". "Bajo la crisis epistemológica hay una crisis psicológica más profunda: un problema de conocimiento. Es una postura de tener que 'saberlo ya', de pretender conocer la respuesta incluso antes de que surja la pregunta".
Esta tendencia, el "knowingness" o "sabelotodismo", no es más que una forma de respuesta o de defensa ante la avalancha de inforrmación de nuestros días. "Hay tantas cosas que podríamos saber, que quizá deberíamos saber, que a menudo lo más fácil es hacer como si todo lo supiéramos de antemano", observa el profesor. "Y si todos los demás actúan así, nunca nos daremos cuenta de nuestra ignorancia".
Y, por otro lado, también funciona como una especie de "pegamento social" con los otros, como admite después Malesic, ya que en una era en la que los lazos sociales parecen tan efímeros o incluso desgajados, el conocimiento compartido brinda la sensación de formar parte de algo. De ahí que en la cuarentena tantas personas cayeran bajo las teorías de la conspiración cuando antes apenas habían entrado en esos círculos: el aislamiento, la incertidumbre y el miedo les hizo entrar en esas comunidades cibernéticas donde había más gente crítica con lo que estaba pasando que compartían un diagnóstico firme de la situación, de lo más plausible a lo más esperpéntico.
Vivimos una época marcada por la desinformación y las fake news que alteran el paisaje político y social de nuestro tiempo, a la vez que agitan a las masas para dividirlas en determinadas posiciones cada vez que surge un debate, por pequeño que sea o lo superado que esté. La mayoría de las veces se echa la culpa al contexto informativo, que siempre resulta engañoso y contradictorio, pues al final dependiendo de la fuente que escojas, los hechos se presentarán diferentes. El lector de prensa o consumidor de noticias se ha vuelto más crítico con el paso de los años, y la mejor defensa ante un hecho noticioso hoy en día siempre es la duda.