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¿Por qué cuando estás enfermo te sientes peor al despertarte?
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¿Por qué cuando estás enfermo te sientes peor al despertarte?

La gravedad de los síntomas en casos de gripe y resfriados está bastante relacionada con nuestro ritmo circadiano, esa especie de reloj interno que regula el cuerpo humano en cuanto al sueño

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Los virus acechan cada vez más, y más fuertes. Entre el Covid-19, la gripe, la nasofaringitis o la bronquitis, se han organizado para propagar su festín por todo lo alto en nuestros organismos. Si siempre ha sido difícil pasar un invierno sin enfermar, al menos, una vez, este año el asunto del contagio se ha vuelto especialmente virulento. Se enganchan rápido a nuestros oídos, a nuestra garganta o a nuestras fosas nasales y no podemos más que dedicarnos a contemplar el techo desde la cama.

En esas, quizás hayas notado que ese resfriado que habita en ti desde hace días parece empeorar en ciertas horas del día. La mayoría de las veces, esos momentos de drama llegan justo al despertarse para que poco a poco los síntomas vayan calmándose a lo largo del día; aunque, sorpresa, la fiesta vuelve a darlo todo al anochecer. "No te preocupes, es normal", nos han dicho siempre nuestros mayores. Sin embargo, ¿qué significa exactamente que sea "normal"? ¿Existe alguna explicación para que los virus y bacterias os molesten más al comienzo y final de la jornada?

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La ciencia dice que sí. Resulta que la gravedad de los síntomas en estos casos está bastante relacionada con nuestro ritmo circadiano, esa especie de reloj interno que regula el cuerpo humano en cuanto al sueño. Este ritmo biológico toma la forma de un ciclo de aproximadamente 24 horas, fluctuando a lo largo del día y reaccionando a ciertos elementos externos, como la luz. Se trata de un sistema integrado e innato de nuestro organismo que responde a muchas de esas cuestiones que siempre hemos entendido como "normales", sin ir más allá.

Los tiempos de descanso

El ritmo circadiano explica, por ejemplo, por qué queremos dormir especialmente por la noche y estar despiertos durante el día. Por si eso fuera poco, también maneja otros procesos fisiológicos como el comer, y juega un papel vital en la regulación del corazón y el sistema inmunológico, como explican los investigadores Christoph Scheiermann, Yuya Kunisaki y Paul S. Frenette en su estudio Control circadiano del sistema inmunológico. Vamos, que poco se le escapa.

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En este sentido, hay que señalar que nuestro cuerpo generalmente aprovecha los tiempos de descanso para intentar repararse y "arreglar" aquello que tenga solución rápida. Así, después de una buena sesión de deporte nos pide relajación. Esto es lo que sucede también cuando estamos resfriados o con gripe.

Mientras permanecemos enfermos, el cuerpo libera glóbulos blancos, llamados leucocitos, que son producidos por la médula ósea. Estas células inmunitarias reclutan a otras en áreas locales como la garganta. Juntas, se encargan de matar a los patógenos que nos molestan.

Cuestión de posturas

Sin embargo, hay un precio a pagar en dicho trabajo, ya que estas maniobras generan una ola de inflamación que acaba afectando a los tejidos. Por tanto, el cuerpo también producirá mucosidad para facilitar la evacuación de los microorganismos responsables de la infección (de ahí la importancia de sonarse la nariz).

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Además, el agravamiento de los síntomas en ciertos momentos del día también puede explicarse por la posición que acostumbramos a tener entonces, que suele ser tumbada, ya que esta impide la correcta evacuación de la mucosidad. Por tanto, se acumula en los senos paranasales, causando presión y dolores de cabeza. El simple hecho de levantarse al despertar y agitar un poco la musculatura puede aliviar estos síntomas.

He aquí por qué nuestra condición empeora a la hora de acostarnos y cuando nos despertamos: estos síntomas son el resultado de un sistema inmunitario activo que intenta contener la infección y mantenernos sanos. Así que asegúrate de dormir tanto como sea posible cuando estés enfermo y, de vez en cuando, moverte. Tu cuerpo se encarga del resto siempre que pueda.

Los virus acechan cada vez más, y más fuertes. Entre el Covid-19, la gripe, la nasofaringitis o la bronquitis, se han organizado para propagar su festín por todo lo alto en nuestros organismos. Si siempre ha sido difícil pasar un invierno sin enfermar, al menos, una vez, este año el asunto del contagio se ha vuelto especialmente virulento. Se enganchan rápido a nuestros oídos, a nuestra garganta o a nuestras fosas nasales y no podemos más que dedicarnos a contemplar el techo desde la cama.

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