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Por qué seguimos sintiendo vergüenza por un hecho que ya ocurrió hace mucho tiempo
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Por qué seguimos sintiendo vergüenza por un hecho que ya ocurrió hace mucho tiempo

Los sentimientos negativos sobre hechos del pasado pueden emerger en cualquier momento. ¿Qué hacer para saber aprovecharlos y quedarnos con lo bueno?

Foto: Foto: iStock.
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Todos tenemos recuerdos en nuestra cabeza más o menos vergonzosos. Que tire la primera piedra quien nunca ha hecho el ridículo delante de los demás, aunque fuera a una edad temprana y, por fortuna, ya haya pasado el tiempo. De hecho, muchas veces estas memorias emergen de pronto en nuestra vida cotidiana, como un flashback doloroso e innecesario. ¿Por qué es tan intensa esta sensación y por qué el sentimiento de vergüenza regresa como si el evento fuera reciente?

Como es obvio, la memoria es selectiva. Nuestra mente tiende a recordar mejor los momentos más intensos en detrimento de los más livianos o normales. En caso contrario, nunca podríamos recordar nada, pues nuestra cabeza haría tanto ruido con todas las cosas que hemos vivido que sería imposible interpretarlas o gestionarlas de una manera efectiva. Pero más allá de estos procesos mentales normales, los eventos vergonzosos que tuvieron lugar en nuestro pasado a veces nos pueden venir a la cabeza como de manera automática. ¿A qué se debe esto y qué utilidad tiene desde un punto de vista biológico o evolutivo?

Foto: Fotograma de 'Juego de Tronos'. (HBO)

Digamos que hay dos formas de recordar el pasado. Una es intencionada, a partir de la cual rastreamos nuestra mente para recuperar un dato, un detalle o un hecho sucedido hace tiempo. Y otra, la que nos interesa de cara a analizar el sentido de vergüenza, es espontánea e involuntaria. En ella, emergen recuerdos indeseados o intrusivos, sin avisar y a destiempo, como si algo los forzara. En este sentido, como explica el científico y psicólogo David John Hallford, en un artículo de Science Alert, las neuronas establecen conexiones que, de alguna forma, perduran y regresan en determinadas situaciones que aluden a esos recuerdos.

"Me viene a la mente..."

Por ejemplo, asegura Hallford, "los recuerdos pueden compartir un tipo de contexto" (playas en las que has estado, restaurantes en los que has comido), "ocurrir en períodos vitales similares" (infancia, años de instituto) o "solaparse por temas y sensaciones" (momentos en los que nos hemos sentido amados o hemos amado, o bien hemos discutido o tenido un conflicto con otros). Entonces, "la activación inicial de un recuerdo puede ser provocada por un estímulo externo del entorno (ya sea visual, auditivo, olfativo o gustativo) o por estímulos internos (pensamientos, sentimientos, sensaciones físicas)".

"Es importante que sintamos estas emociones y aprendamos de nuestros recuerdos para manejar situaciones futuras de una forma diferente"

Una de las formas más clásicas en las que se destapan estos recuerdos involuntarios es a través del olor. Un perfume tal vez nos remita a una persona del pasado de forma efímera e inmediata. O tal vez el hecho de pasar por una tienda de encurtidos, quién sabe, nos traslade a un episodio de nuestra infancia. En ese caso, nuestro cerebro activará una respuesta emocional que creíamos olvidada al no haber reparado en ella durante mucho tiempo. Lo curioso es que, desafortunadamente, tendemos a recordar mejor las experiencias negativas o positivas (aunque dependiendo de la persona, obviamente). Y esto también tiene una raíz evolutiva, ya que nuestro cerebro está diseñado para sobreponerse a lo malo a partir de la experiencia de superación. Tenemos que sobrevivir en el entorno, por lo que la mente detecta y archiva las amenazas para que, en caso de que vuelvan a suceder, no nos pillen tan desprevenidos.

Por tanto, es posible que tengamos más recuerdos involuntarios negativos que positivos. Estos pueden ser de tristeza o de vergüenza, aunque también impera el estrés como respuesta a algo que nos dio miedo en el pasado y no queremos que se vuelva a reproducir. "Es importante que sintamos estas emociones y aprendamos de nuestros recuerdos para manejar situaciones futuras de una forma diferente", argumenta Hallford.

No poder dejar de pensar algo negativo

Hay un verbo que viene muy bien a la hora de hablar de pensamientos intrusivos: rumiar un hecho negativo de forma constante. Esto, según asegura el experto, sucede cuando intentamos resolver lo que ha pasado y aprender de ello, pero no podemos, ya que todavía seguimos sin entender muy bien qué ocurrió. Podría tener un trasfondo o utilidad positiva, sin embargo, el peligro es quedarnos atrapados en esa retroalimentación persistente sin encontrar ningún beneficio. Para que esto no ocurra, tenemos que adaptar nuestro recuerdo para reelaborarlo y cambiar el significado que tiene para nosotros.

"Reflexionar sobre ese recuerdo implica recordar algunos aspectos de él que sí salieron bien, aceptar que nos enfrentamos a ello"

Como es obvio, esto es realmente difícil, ya que requiere un proceso mental y psicológico bastante profundo. Los expertos llaman a esta tarea "reconsolidación" de la memoria, es decir, reparar en aspectos buenos de esa experiencia negativa (aunque no los haya o, como mínimo, tomárnosla con más humor) para que la próxima vez que nos sobrevenga en la memoria voluntaria o involuntariamente tenga un "tono emocional distinto", recalca Hallford. De todo se aprende, más incluso de lo malo que de lo bueno. Y en el caso de los sentimientos vergonzosos que experimentamos en el pasado, así como los dramas, aunque salieran mal, al menos nos dibujan de una manera muy acertada aquello que no queremos volver a experimentar para que no vuelva a suceder.

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Para cambiar la significación emocional de hechos pasados que nos causaron vergüenza, lo primero que hay que hacer es tener compasión hacia nosotros mismos. Algo lógico y fácil de decir, pero difícil de cambiar. "Reflexionar y reelaborar ese recuerdo implica recordar algunos aspectos de él que sí salieron bien, aceptar que nos enfrentamos a ello aunque fuera difícil y recordarse a uno mismo que está bien sentirse estresado o decepcionado por las cosas que no funcionaron, y que eso no nos convierte en una mala persona o en unos fracasados", concluye el experto.

Todos tenemos recuerdos en nuestra cabeza más o menos vergonzosos. Que tire la primera piedra quien nunca ha hecho el ridículo delante de los demás, aunque fuera a una edad temprana y, por fortuna, ya haya pasado el tiempo. De hecho, muchas veces estas memorias emergen de pronto en nuestra vida cotidiana, como un flashback doloroso e innecesario. ¿Por qué es tan intensa esta sensación y por qué el sentimiento de vergüenza regresa como si el evento fuera reciente?

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