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La historia de Nicolás de Ovando, una antología del disparate con ambición desmedida
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El corazón de las tinieblas

La historia de Nicolás de Ovando, una antología del disparate con ambición desmedida

La personalidad de este aventurero generó muchas dudas en el propio Colón, pues tenía la peculiaridad de hablar al interlocutor sin mirarle a los ojos

Foto: Nicolás de Ovando (Fuente: iStock)
Nicolás de Ovando (Fuente: iStock)

En un país bien gobernado, la pobreza es motivo de vergüenza, pero en un país mal gobernado, el motivo de vergüenza es la riqueza.

Confucio.

A veces las verdades vienen amontonadas como el ganado en los vagones, y en ocasiones suelen ser muy hirientes. Si algo es una obviedad en la existencia de Nicolás de Ovando es que era un animal con mayúsculas. Su vida es una antología del disparate y un compendio de abusos para con la población indígena y eso, sucedía antes que los Reyes Católicos promulgaran las famosas Leyes de Indias, que garantizaban los mismos derechos a los nativos convertidos al cristianismo a la par que les otorgaba los mismos beneficios y responsabilidades que a los peninsulares, al menos, en teoría…

La personalidad de este aventurero generó muchas dudas en el propio Colón, pues tenía la peculiaridad de hablar al interlocutor sin mirarle a los ojos. Para el almirante esto era un signo evidente de desconfianza y, por ende, no le permitió embarcarse en el tercero de los viajes que hizo hacia el oeste un 30 de mayo de año de 1498.

Pero el futuro gobernador de La Española, tal que un 13 de febrero de 1502, se coló en la expedición del reputado marino transoceánico Antonio Torres en Sanlúcar de Barrameda. Dos mil quinientos hombres de todos los confines del reino se hicieron a la mar en una treintena de naos y carabelas, pero a la semana de navegación, y antes de hacer aguada en Canarias, reventó un violento e inesperado huracán con olas cruzadas, teniendo que arrojar al mar lastre y mercancías en abundancia, logrando así finalmente llegar aunque dispersos, a la Gomera. La misma flota, nuevamente segmentada, llegaría posteriormente a Santo Domingo, coincidiendo con la presentación de la primavera.

Foto: Napoleón (Imagen: iStock)

En llegando a la isla, Ovando desata una caza de brujas sobre Bobadilla y sus seguidores, argumentando que habían alterado las órdenes de La Corona en su beneficio y que la "sisa" que se producía en la parte correspondiente al rey, era exagerada. Por ende, les hizo un juicio de residencia (rendimiento de cuentas de funcionarios al final de un ejercicio) que obligó a los sediciosos a deshacerse de propiedades para obtener liquidez, cuadrar balances y de paso, devolver a Colón lo que le fue incautado anteriormente. El corolario de esta dura amonestación suponía el retorno de muchos de esos funcionarios a la península.

Pero Cristóbal Colón era un férreo creyente de sí mismo, y en ese momento de su vida navegaba ya por su cuarto y último viaje. Una de las naos inserta en su flotilla tenía una cuaderna en malas condiciones, devorada por un malvado hongo, y ello suponía un grave riesgo a la hora de retornar; por consiguiente, envió una txalupa al capitán Pedro de Terreros para que le cediera una embarcación en condiciones, al tiempo que pedía entrada en el puerto. Los Reyes habían dicho de viva voz al almirante que no recalara en La Española salvo en caso de extrema necesidad, más que todo, para evitar la incendiaria situación en la que estaba sumida la isla en ese momento. Ovando se opuso rotundamente a prestarle una nave, en contra de las indicaciones del capitán Torres y las leyes del mar.

Sin embargo, Colón, personaje de otro talante, muy a pesar del feo causado por el estirado Ovando (la inquina venia de lejos), le sugirió que evitaran la vuelta a la península de la flota que llevaba a Bobadilla, pues barruntaba una catástrofe meteorológica aguda, no en vano, llevaba a sus espaldas millas como para dar la vuelta al mundo varias veces... Se hizo caso omiso de las propuestas del almirante y sucedió lo que tenía que suceder: pocos días después, un dos de julio sería, un huracán arrasó la ciudad de Santo Domingo y de la treintena de embarcaciones quedaron solo cinco habilitadas para el transporte.

"La casuística principal que definía el asiento de un gobernador es que fuera estable en la entrega del quinto real. Si no llegaba en tiempo y forma, al rey le podía entrar una pataleta tremebunda"

El ex gobernador Bobadilla no llegaría a conocer su sentencia, pero si el fin de su vida cuando aquel infernal viento lo arrojo fuera de cubierta. Antonio de Torres, uno de los mejores marinos que ha tenido este país, pereció golpeado por múltiples traumatismos cuando acudía a uña de caballo a poner orden en aquel desaguisado.

Ovando, que nunca tuvo vergüenza ni modales, fue incapaz de disculparse ante el Gran Almirante.

La casuística principal que definía el asiento de un gobernador es que fuera estable en la entrega del quinto real. Si el quinto real no llegaba en tiempo y forma, al rey le podía entrar una pataleta tremebunda y eso no era saludable para la estabilidad y el prestigio de cualquier gobernador o virrey. En resumidas cuentas, la autoridad al mando era valorada en función de parámetros como regularidad en la entrega y cantidad acordada, incluso cerrando los ojos ante ciertos desmanes.

Ovando sabia algo de matemáticas y que, en el cumplimiento de esta regla, le iba la cabeza. Pero para cuadrar los albaranes no bastaba con las meras estimaciones.

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Fuente: iStock

Los castellanos que allí habitaban, cuando supieron de la llegada de Nicolas de Ovando y de sus competencias, rápidamente le pusieron al día. Los indios sublevados estaban muy cabreados haciendo de las suyas, y una especialidad de la casa eran las merendolas que se pegaban a costa de algunos españoles despistados. En la provincia de Higüey, en la parte oriental de la isla, se habían descubierto indicios de sospechosas barbacoas. Claro está, esto no presuponía que los indígenas fueron malos por estas aficiones antropófagas, cada uno tiene sus costumbres y ganado lo que se dice ganado, brillaba por su ausencia salvo en las estancias de los españoles en las que si se albergaban cabras, ovejas, cerdos y caballos, casi todo importado. Los nativos alzados, hastiados de las tropelías de los colonos se escondían en las cuevas que había en la región, y de estas había centenares.

Ovando no era un militar al uso, pues no entendía de compasión, delgadas lineas rojas, zarandajas, ni tampoco que la guerra tiene límites ,aun siendo una falla o fracaso de todo el colectivo humano. Sí lo hizo la reina católica en su momento o Fray Bartolomé de las Casas en su defensa cerrada de los nativos. Hay que destacar que los primeros años del “Descubrimiento” fueron de guerra total entre los autóctonos y los ejércitos de la Corona; pasados los primeros veinte años entre los juicios de residencia y las purgas hechas contra los gobernadores o capitanes no observantes de las tardías Leyes de Burgos, se mitigó mucho la represión y con ciertas reservas las aguas volverían a su cauce. El caso de Ovando es palmario pues era más de repartir obleas, y tanto en el Caribe como el incanato tardío, o en las expeditivas actuaciones del enorme estratega que fue Hernán Cortés en su abordaje al imperio mexica, creían en la doctrina de arrear y luego negociar.

La paliza inmisericorde de la realidad hacia estragos en los principios cristianos de aquellos guerreros - colonos y, cuando los valores declinan o se queman los puentes de la moral, casi siempre hay que aceptar las consecuencias para las que poco importan las razones sobre cómo han sido alcanzadas. A veces a la luz del comportamiento del Mono Desnudo, parece que todo vale.

Foto: El navío español Pelayo acudiendo en auxilio del navío de cuatro puentes Santísima Trinidad durante la batalla del Cabo de San Vicente, que se libró el 14 de febrero de 1797

Según relato del propio Bartolomé de las Casas, Ovando envió a Juan Esquivel con cuatro centenares de soldados armados hasta los dientes para sofocar aquella desgraciada rebelión en la que los indígenas estaban dotados de toda la razón. Como hemos dicho, Ovando no era de medias tintas. La anciana reina Higuanamá fue ejecutada de forma más que cruel y el resto de los indígenas o fueron directamente esclavizados o quemados vivos, en venganza por los compañeros perdidos. La crónica del tonsurado sobre este particular es estremecedora y hay que considerar que no es bueno reproducir el detalle.

Pero una vez que se toma carrerilla la inercia es difícil de contener.

Algunos conspicuos y amorales de entre el conjunto de la tropa, insinuaron que se proyectaba un alzamiento general en el norte de la isla. El propósito oculto era el expolio de las riquezas de aquellos desgraciados que vivían en taparrabos, un modelo de actuación que posteriormente ha sido replicado por los anglosajones con éxito indiscutible.

Ovando era un psicópata de manual. Cero empatía y ambición desmedida. Por las mismas se dejó llevar por los cantos de sirena y los susurros de aquel sanedrín de conspiradores. Por consiguiente se dispuso a darles un susto de muerte a aquellos “díscolos” indígenas.

"Este aventurero con cargo de gobernador dio la orden canalla de asesinar literalmente a todos los caciques subordinados a esta increíble reina"

Anacaona, dicen que era una de las mujeres más hermosas que ha hollado la tierra. Un talento infrecuente aunado a una belleza espectacular la dotaban de un aura de divinidad. Ovando tuvo la cortesía de anunciar una visita de inspección. Fue recibido con fastos grandiosos por una multitud desnuda de armas para mostrar respeto y subordinación, pues ya conocían la leyenda de este “conquistador”. Ni por asomo sospechaban la terrible matanza que se avecinaba. Este aventurero con cargo de gobernador dio la orden canalla de asesinar literalmente a todos los caciques subordinados a esta increíble reina. A ella la ahorcaron sin mas, pues chamuscar a una mujer indefensa estaba muy mal visto. Las resonancias de este hecho están más que documentadas en diferentes archivos (Simancas) y por historiadores de diversas nacionalidades libres de sesgos.

A raíz de estos hechos, Ovando potenció una repoblación con colonos venidos de la península. Es el nacimiento de las encomiendas a través del cual se adjudicaba a una serie de indígenas en régimen de esclavitud a los llamados encomenderos o propietarios de la tierra. Era el 20 de diciembre del año 1503 cuando la reina firmaba (quizás inocentemente) un documento que permitía el todo vale. Este decreto legalizaba un nuevo orden en virtud del trabajo de la tierra que imperiosamente demandaban aquellos granjeros de nuevo cuño. Como consecuencia, en La Española, se desarrolló exponencialmente la agricultura y la extracción del codiciado oro, causando unas cifras de mortalidad inaceptables por las condiciones de insalubridad, hacinamiento y epidemias de aquellos desgraciados.

Foto: Familia tagalo, Filipinas (Fuente: iStock)

Isabel la Católica nunca fue consciente del ocultamiento de los hechos por parte de este villano revestido de autoridad por La Corona. El increíble modelo de desarrollo de La Española, fue en su tiempo reconocido como innovador y portentoso. Juzgando los hechos con la perspectiva, y autocrítica necesarias, Nicolas de Ovando hoy sería un criminal de guerra con mayúsculas. Sin embargo, su obra sería premiada por los Reyes Católicos con la concesión del título de Comendador Mayor de la Orden de Alcántara.

Este canalla donde los haya murió en la cama tan ricamente sin que ninguna forma de justicia le hiciera un roto como es debido. Cabe la posibilidad de que en el supuesto más allá, los desgarradores gritos de sus inocentes victimas penetren profundamente el vallado de su increíble indiferencia.

No es oro todo lo que reluce.

En un país bien gobernado, la pobreza es motivo de vergüenza, pero en un país mal gobernado, el motivo de vergüenza es la riqueza.

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