Es noticia
El Chabacano, un idioma casi perdido que nunca ha sido chabacano
  1. Alma, Corazón, Vida
Historia

El Chabacano, un idioma casi perdido que nunca ha sido chabacano

Durante siglos se consideró grosero fonética y estructuralmente, y propio de siervos y gentes sin cultura, como si la vida no te formara en su escuela con independencia de lo que hables

Foto: Familia tagalo, Filipinas (Fuente: iStock)
Familia tagalo, Filipinas (Fuente: iStock)

El último grado de perversidad es hacer servir las leyes para la injusticia.
Voltaire.

Cuando acontecían los sucesos de 1898 (Cuba) y Filipinas era fagocitada y regurgitada por las fauces del Imperio antropófago, el nuevo Diktat ya había prohibido mediante edicto (y unos cuantos miles de fusilamientos) hablar o enseñar el castellano local. Pero claro, en aquel enorme archipiélago de 7.000 islas vivían en ese momento del tiempo unos 4.000.000 de nativos, y no todos querían pasar por el aro del látigo de los rubicundos anglosajones de allende el Océano Pacífico. Una estela de muerte y frustración amenazaba el futuro de las naciones.

La explosiva y acelerada expansión a sangre y fuego de Norteamérica (que había arrasado a la totalidad de tribus indias autóctonas en su expansión hacia el oeste), los zarpazos territoriales de su embrionario imperialismo demostrados en la merma de la recién brotada nación mexicana, la apertura del Canal de Suez por parte de Lesseps (con su consiguiente dinámica de flujo comercial) y otras zarandajas, influyeron de forma determinante en la caída de las islas Filipinas a manos de estos guardianes del orden público internacional.

Foto: Castillo de Olivenza (Fuente: iStock)
TE PUEDE INTERESAR
Olivenza, una tragedia evitable
Á. Van den Brule A.

Pero las culturas y costumbres, tradiciones y acervos propios de los pueblos no se aniquilan a base bombas; perviven en el inconsciente colectivo, y cuanta más conciencia tenga de sí mismo ese grupo oprimido, más longevidad tendrá su memoria.

Casi con toda seguridad, el lugar donde mayor arraigo tiene y ha tenido este peculiar lenguaje hispano-criollo tan denostado por 'los que saben', es Zamboanga: una ciudad horizontal de unos 900.000 habitantes trufada de preciosas casitas de colores y también de ghettos inasumibles. Una ciudad situada en la sureña isla de Mindanao y fundada por españoles hacia 1635, en donde se edificó un pequeño pero sólido fuerte para albergar a su guarnición contra los ataques de los piratas con turbante del vecindario. Este Fuerte del Pilar perduró en el tiempo, así como la pujanza de sus habitantes, los chabacanos, que desde un punto de vista etnográfico no tenían entidad como tales, pero que se asilaron en el grupo así denominado, unidos por un lenguaje común, originalmente sin escritura, y, por ende, sin gramática hasta muy recientemente.

En origen, los autóctonos asimilaban como podían el vocabulario de los hacendados españoles, muchos de ellos venidos de Cuba ante la deriva de los acontecimientos allende el Atlántico. Fuera por empatía o por miedo, imitaban las palabras de los granjeros y las transformaban en “palabros”, consecuencia muy habitual en los lenguajes híbridos o criollos.

"Con el tiempo alcanzaría un formato más 'noble', e incluso arrastraría al turismo a escuchar aquella mal llamada verborrea"

Durante siglos se consideró un idioma de siervos, grosero fonética y estructuralmente, y propio de gentes sin cultura (como si la vida no te formara en su entretenida escuela o realidad con independencia del idioma que hables). Con el tiempo alcanzaría un formato más “noble“, e incluso arrastraría al turismo a escuchar aquella mal llamada verborrea de una veloz dicción ininteligible. Ese extraño parloteo es probablemente una de los lenguajes mixtos o de amalgama más antiguos que se conocen en el marco de las colonizaciones.

Esta ciudad latina en el extremo de Asia tiene una infinidad de elementos toponímicos que bien recuerdan lugares o ciudades españolas. Incluso en la actualidad, el inglés impuesto por el imperio no ha arraigado en esta zona del suroeste de Mindanao, siendo el lenguaje coloquial y de corrillos el chabacano. Actualmente, la mezcolanza de dialectos locales, como el Bisaya y el Ilongo, más ciertas influencias de voces procedentes del tagalo, han reducido la anterior “pureza” criolla con su tónica del castellano a un 60 % de su léxico original.

A día de hoy, los menores de 15 años no hablan chabacano. La prohibición norteamericana (tras la finalización de la guerra contra la resistencia de Aguinaldo) de hablar en el idioma castellano o tagalo (muy extendido) tras más de tres siglos de convivencia entre las variadas culturas locales con los peninsulares, ha hecho el resto.

placeholder Pesca en la Isla de Mindanao (Fuente: iStock)
Pesca en la Isla de Mindanao (Fuente: iStock)

El Chabacano cuenta en la actualidad con el apoyo de académicos que pretenden dignificarlo; el Dr. Torres elaboró un primer alfabeto para este sucedáneo del castellano local que, curiosamente, incluye la letra 'ñ'. Hace ya cerca de diez años que publicó el primer diccionario.

El menoscabo al que induce la influencia del inglés (lengua nacional junto con el filipino tagalo) con la subsiguiente presión sobre los más de 150 dialectos y lenguas menores, genera una reacción lenta pero sostenida sobre la evolución del chabacano hacia un escenario de reconocimiento oficial más amplio. Como lengua criolla española, y con el aval de ser herencia proveniente de las elites peninsulares, es parte del arraigo popular en la isla de Mindanao, curiosamente contraviniendo la acepción de la RAE como lenguaje grosero o de poco estilo.

El chabacano tiene sus cosillas: reduce los verbos a una especie de jerigonza verbo gestual y el infinitivo (que es un auténtico comodín), se convierte por arte de magia en pasado, presente o futuro en función de la localización en la frase de los adverbios antes o después. Un espectador u oyente poco versado puede acabar ligeramente mareado.

Foto: Detalle del cuadro de San Ambrosio y el emperador Teodosio de Roma. (Cuadro de Anton van Dyck)

Mientras los misioneros españoles se adaptaban a las diferentes lenguas que profusamente poblaban la isla, y comunicaban lo que se ha dado en llamar “la palabra de Dios”, propalando la religión cristiana con éxito; los norteamericanos, acabada la guerra que sostuvieron durante tres años tras la rendición Española con la resistencia filipina (1899 – 1902), más prácticos ellos, enviaron dos naves de pasaje con unos 700 maestros que, como un reguero de pólvora, impusieron lengua y costumbres propias de la cultura anglosajona, a base de arrearles unas buenas azotainas a los chavales, y castigándolos sin la necesaria ración de comida diaria. Las criaturas aprendieron el idioma inglés a una velocidad meteórica.

En resumen, podemos estar orgullosos los españoles de haber dejado un legado lingüístico derivado del castellano, y con sus peculiares giros locales propios de una fusión racial y lingüística, la criolla. Trescientos treinta y tres años de cohabitación entre españoles y autóctonos, más los 50 años de Hollywood (Filipinas consiguió la independencia nominal en 1946), dejarían un residuo testimonial de una lengua a la que, con cierta frivolidad, se asocia a la grosería. Cosas de la altanera soberbia…

El último grado de perversidad es hacer servir las leyes para la injusticia.
Voltaire.

Historia Cuba Filipinas