¿Es cierto que siete personas tienen las llaves que controlan todo Internet?
En la actualidad, resulta bastante difícil desentrañar lo verdadero de lo falso, precisamente desde el momento en que esta tecnología surtió efecto
En su intento por democratizar el mundo, Internet se ha convertido en un agujero donde los límites resultan inciertos, también las vías, los destinos, cualquier gesto. Su poder colectivo se ha vuelto tan infinito que se nos escapa a todos, ¿o quizás no a todos?
Durante la última década, una especie de leyenda ha ido resurgiendo de las entrañas de la era digital. Según la misma, siete personas tienen las "llaves de Internet", unas llaves físicas que abren y cierran la red, y que también estarían en el centro de una especie de ceremonia que tendría lugar cuatro veces al año. ¿Qué quiere decir esto?
En la actualidad, resulta bastante difícil desentrañar lo verdadero de lo falso, precisamente desde el momento en que esta tecnología surtió efecto: en un mundo conectado resulta que la verdad y la mentira también parecen estarlo. Así, durante la última década, muchos medios anglosajones, desde 'Business Insider' en Estados Unidos, el británico 'The Guardian' o incluso 'ABC News' de Australia han publicado artículos sobre estas llaves. Según apuntan, una vez cada cuatro meses, siete personas, cada una con una llave física secreta, se reúnen para asegurar la seguridad del conjunto del espacio web, generando una nueva contraseña.
No todo es lo que parece
Según dichos, las siete personas en cuestión pertenecerían a la Corporación de Internet para la Asignación de Nombres y Números (ICANN). Se trata de la organización encargada de administrar los nombres de dominio (DNS) a nivel mundial. Dicho de esta forma, pues, suena bastante coherente. Sin embargo, irónicamente Internet ya nos ha enseñado que no todo es lo que parece.
Puesto que es cierto que la base de datos de la ICANN brinda la capacidad de controlar Internet, circula a sus anchas el rumor de que si personas malintencionadas tuvieran acceso a él, tendrían la posibilidad de redirigir a los usuarios y usuarias a través de direcciones falsas. Una especie de Gran Hermano dentro del Gran Hermano.
Sin embargo, cabe señalar que la clave de cifrado principal que dicha organización debe renovar se encuentra en un centro de datos donde el nivel de seguridad es muy alto. Además, el cambio se produce periódicamente. Y por si fuera poco, las siete personas deben usar juntas sus llaves físicas para acceder a este centro, así como para abrir cualquier caja fuerte del interior.
Una labor habitual
Se trata de una labor habitual que por razones de seguridad realizar un número muy reducido de personas, aunque el relato popular la haya descrito como una auténtica ceremonia al estilo de las de cualquier culto.
Tanto fue el ruido generado por el debate, que la ICANN se vio en la obligación de aclarar el asunto a través de un comunicado en publicado en 2017. Explicaban así que las siete personas deben atravesar una serie de puertas cerradas mediante códigos y escaneos de iris. Solo entonces reciben su llave en una bolsa herméticamente cerrada.
Por supuesto, dicho así resulta tentador para imaginarlo desde una posibilidad perversa: Existen unas "claves de Internet", vale, pero no hacen que la Web funcione o deje de funcionar. Se utilizan en un solo caso y en circunstancias extremadamente limitadas. De hecho, el sistema protege solo una pequeña parte de Internet, a saber, la capa más profunda del DNS: el módulo de seguridad de hardware (HSM). Sin embargo, resulta que la Web también se basa en otros sistemas.
Estas claves de recuperación física se usan solo si un evento grave hace que el HSM no funcione. Podría ser, por ejemplo, un error catastrófico en el software de Internet, un incidente bastante improbable, según los expertos. Además, las claves físicas se utilizan para activar los códigos almacenados en la instalación segura. Así, no contienen directamente las claves criptográficas de la zona raíz, lo que en definitiva les otorga un poder bastante limitado.
En su intento por democratizar el mundo, Internet se ha convertido en un agujero donde los límites resultan inciertos, también las vías, los destinos, cualquier gesto. Su poder colectivo se ha vuelto tan infinito que se nos escapa a todos, ¿o quizás no a todos?
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