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¿Sueles comer pronto o tarde? Un nuevo estudio hará que te replantees tus horarios
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¿Sueles comer pronto o tarde? Un nuevo estudio hará que te replantees tus horarios

¿Importa el tiempo en el que comemos cuando todo lo demás se mantiene constante?, es la pregunta que inició una investigación para conocer la relación entre los tiempos de ingesta y los riesgos de padecer enfermedades

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Los gestos más básicos del ser humano, como comer o dormir, siguen siendo en la actualidad actos políticos. Ligados intrínsecamente al contexto social de cada persona, se superponen a otras como el trabajo y el ocio que, enfrentadas, establecen los vértices de nuestras costumbres: tenemos un tiempo concreto para cada movimiento, también para ingerir o descansar. Para buena parte de la sociedad española, estos momentos del día suelen llegar más tarde que pronto. También determinados por la luz solar que permite hacernos productivos, nuestra franja de sueño varía con respecto a nuestros vecinos de otros países. Además, almorzamos más tarde y cenamos más tarde. Y eso si lo hacemos.

Si bien los mantras populares sobre una dieta saludable pone emplea como buen ejemplo a la dieta mediterránea, pocos estudios han investigado exhaustivamente los efectos simultáneos de comer tarde en los tres factores principales, en la regulación del peso corporal y, por lo tanto, en el riesgo de enfermedades crónicas como la diabetes, el cáncer y otras afecciones: la regulación de la ingesta de calorías, la cantidad de calorías que quema y los cambios moleculares en tejido graso. Podemos tener una de las mejores bases alimentarias gracias a nuestro entorno geográfico, pero ¿qué pasa si por este mismo y tantos otros motivos retrasamos nuestras comidas diarias?

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Un nuevo estudio realizado por investigadores del Brigham and Women's Hospital, miembro fundador del sistema de atención médica Mass General Brigham, ha descubierto que comer tarde afecta significativamente nuestro gasto de energía, apetito y vías moleculares en el tejido adiposo. "Para empezar, nos preguntamos: '¿Importa el tiempo en el que comemos cuando todo lo demás se mantiene constante?'", dice Nina Vujovic, investigadora del Programa de Cronobiología Médica en la División de Trastornos Circadianos y del Sueño de Brigham y coautora del informe.

Una diferencia significativa

Es a partir de ellos como descubrieron, en palabras de Vujovic, que "comer cuatro horas más tarde conlleva una diferencia significativa para nuestros niveles de hambre, la forma en que quemamos calorías después de comer y la forma en que almacenamos grasa". Los resultados del estudio, publicados en la revista científica 'Cell Metabolism', lo explican:

"Queríamos probar los mecanismos que pueden explicar por qué comer tarde aumenta el riesgo de obesidad", señala Frank AJL Scheer, Director del Programa de Cronobiología Médica en la División de Trastornos Circadianos y del Sueño de Brigham y también autor del estudio. "Ya lo habían demostrado investigaciones anteriores realizadas por nosotros y otros compañeros, así que ahora queríamos entender por qué", añade.

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Para llegar a conclusiones, Vujovic, Scheer y su equipo estudiaron a 16 pacientes con un índice de masa corporal (IMC) dentro del rango considerado como sobrepeso u obesidad. Cada participante completó dos protocolos de laboratorio: uno con un horario de comidas tempranas estrictamente programado y el otro con exactamente las mismas comidas, cada uno programado unas cuatro horas más tarde en el día.

Hallazgos importantes

Durante las tres semanas previas al comienzo de cada uno de los protocolos de comidas, estas personas mantuvieron horarios fijos de sueño y vigilia, y en los últimos tres días antes de ingresar para las pruebas, siguieron estrictamente dietas y horarios de comidas idénticos en sus casas. Ya en el laboratorio, documentaron regularmente su hambre y apetito, proporcionaron pequeñas muestras de sangre frecuentes a lo largo del día y, además, se les medía la temperatura corporal y el gasto de energía constantemente. Se trataba de ver cómo el tiempo afectaba las vías moleculares involucradas en la adipogénesis.

Cuando los participantes comieron más tarde, quemaron calorías a un ritmo más lento y exhibieron la expresión del gen del tejido adiposo hacia un aumento de la adipogénesis

Los resultados revelaron cuestiones que, tal vez, no se están teniendo en cuenta en el desarrollo de la sociedad mundial a favor de una producción desmedida: comer más tarde, es decir, desajustar los turnos para ello, tiene efectos profundos sobre el hambre y las hormonas reguladoras del apetito, la leptina y la grelina, que influyen en nuestro impulso del hambre. De hecho, los niveles de la hormona leptina, que indican saciedad, se redujeron a lo largo de las 24 horas durante los turnos de alimentación tardía en comparación con los de alimentación temprana.

Asimismo, cuando los participantes comieron más tarde, también quemaron calorías a un ritmo más lento y exhibieron la expresión del gen del tejido adiposo hacia un aumento de la adipogénesis y una disminución de la lipólisis, lo que promueve el crecimiento de grasa. De esta forma, estos hallazgos transmiten mecanismos fisiológicos y moleculares convergentes que subyacen a la correlación entre comer tarde y aumentar el riesgo de obesidad.

Así utilizan nuestros cuerpos los alimentos

Con esto, los autores fueron un paso más allá y mediante el uso de un estudio cruzado aleatorio y un estricto control de los factores ambientales y de comportamiento, como la actividad física, la postura, el sueño y la exposición a la luz, pudieron detectar qué cambios se daban en los diferentes sistemas de control involucrados en el balance de energía de los organismos, un marcador de cómo nuestros cuerpos usan los alimentos que consumimos.

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Si bien esta cohorte de estudio incluyó solo cinco participantes femeninas, el estudio se configuró para controlar la fase menstrual, reduciendo la confusión, pero dificultando el reclutamiento de mujeres, en estudios futuros, el equipo de Scheer tiene como objetivo incluir a más mujeres para aumentar la generalización de sus hallazgos a una población más amplia. Junto a esto, Scheer y Vujovic también pretenden comprender mejor los efectos de la relación entre la hora de comer y la hora de acostarse en el balance energético.

"Este estudio muestra el impacto de comer tarde versus comer temprano. Aquí, aislamos estos efectos al controlar las variables de confusión como la ingesta calórica, la actividad física, el sueño y la exposición a la luz, pero en la vida real, muchos de estos factores pueden estar influenciados por los horarios mismos de las comidas", concluye Scheer. "En estudios a mayor escala, donde no es factible un control estricto de todos estos factores, al menos debemos considerar cómo otras variables conductuales y ambientales alteran también estas vías biológicas que subyacen al riesgo de obesidad".

Los gestos más básicos del ser humano, como comer o dormir, siguen siendo en la actualidad actos políticos. Ligados intrínsecamente al contexto social de cada persona, se superponen a otras como el trabajo y el ocio que, enfrentadas, establecen los vértices de nuestras costumbres: tenemos un tiempo concreto para cada movimiento, también para ingerir o descansar. Para buena parte de la sociedad española, estos momentos del día suelen llegar más tarde que pronto. También determinados por la luz solar que permite hacernos productivos, nuestra franja de sueño varía con respecto a nuestros vecinos de otros países. Además, almorzamos más tarde y cenamos más tarde. Y eso si lo hacemos.

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