Es noticia
¿Por qué podemos ver la luna durante el día? La historia del gran satélite desde nuestros ojos
  1. Alma, Corazón, Vida
Lunera y cascabelera

¿Por qué podemos ver la luna durante el día? La historia del gran satélite desde nuestros ojos

Trescientos años antes de que un grupo de astronautas pusieran sus pies sobre el suelo lunar, el alemán Athanasius Kircher dibujó un mapa de la cara visible del satélite. Era el siglo XVII y el sistema solar empezaba a entenderse como heliocéntrico

Foto: Fuente: iStock.
Fuente: iStock.

Asumimos mirando hacia arriba la vida que nos acoge, como una gran dilatación por la que hemos caído: el espacio exterior, allá donde las pupilas humanas tratan de enfocar, es un mecanismo de equilibrio desordenado. Tal vez por eso encontramos respuestas muy simples a cuestiones que siguen siendo un misterio. ¿Si durante la noche no vemos el Sol, por qué por el día podemos apreciar la Luna?

Incertidumbre que se explica fácilmente: entre el astro y el satélite existen muchas diferencias que empieza, por supuesto, en su materialidad misma. Son cuerpos distintos, y tienen órbitas distintas. La noche es el momento en que nuestro lado de la Tierra está de espaldas al Sol. Por su parte, la Luna orbita en torno al planeta aproximadamente una vez al mes. Es decir, durante medio mes está en el lado diurno de la Tierra, y es en ese momento cuando es visible a lo largo del día, sobre todo para quien mire desde el hemisferio norte.

Foto: (iStock)

Sin embargo, aquí no acaba esta historia, porque la curiosidad por los cielos ha mantenido a la gente despierta por la noche desde épocas primitivas. Fue precisamente su disposición y su composición lo que la hizo más popular, quizás, que su compañero. De hecho, hay quien planea el futuro en ella (nada nuevo, en realidad, pues en 1638, 'The discovery of a world in the Moon' ya estudiaba, desde un punto de vista totalmente científico, un posible viaje a la Luna). Nada, eso sí, que no haya sostenido su carácter enigmático de versos y pinceles. Sobre ella escribió Lorca:

Cisne redondo en el río,
ojo de las catedrales,
alba fingida en las hojas
soy; ¡no podrán escaparse!
¿Quién se oculta? ¿Quién solloza
por la maleza del valle?
La luna deja un cuchillo
abandonado en el aire,
que siendo acecho de plomo
quiere ser dolor de sangre.

El límite de dos mundos

Un astro puro y perfecto para Aristóteles, el filósofo griego aseguraba que el universo estaba dividido en dos mundos que empezaban y acababan en los límites de la Luna: el sublunar, la Tierra, donde todo es corrupto y mutable, y el supralunar, el de lo inmutable, armónico y equilibrado.

placeholder En su trabajo, la pintora estadounidense Gertrude Abercrombie, incluyó a menudo la Luna y su luz en la noche, en cualquiera de sus formas. Fuente: Internet Archive.
En su trabajo, la pintora estadounidense Gertrude Abercrombie, incluyó a menudo la Luna y su luz en la noche, en cualquiera de sus formas. Fuente: Internet Archive.

Durante siglos, astrónomos y astrólogos persiguieron el conocimiento sobre los cuerpos celestes y su impacto en la Tierra. Observar (hacia fuera y hacia dentro) y trazar los vértices de lo encontrado pareció la manera más esclarecedora de llegar a alguna conclusión sobre la infinidad que aguardaba el cielo. Recurrieron de esta forma a la cartografía para mapear sus hallazgos o, simplemente, para dar rienda suelta a sus creencias, porque el enigma invita a creer.

Trescientos años antes de que un grupo de astronautas estadounidenses pusieran sus pies sobre el suelo lunar, Athanasius Kircher, un erudito y sacerdote jesuita alemán, dibujó un mapa de la cara visible del satélite. Era el siglo XVII, Nicolaus Copernicus ya había afirmado eso de que el sistema solar era heliocéntrico y no giraba alrededor de la Tierra, teoría a la que, de alguna forma, el trabajo de Kircher aportó sentido óptico.

Algo más que el reflejo humano

Durante aquel mismo siglo surgieron los telescopios: los astrónomos del Renacimiento ya pudieron distinguir el universo en sus detalles. Desde los anillos de Saturno a las lunas de Júpiter, pasando, por supuesto, por los cráteres de la Luna. Aquello permitió la creación de mapas mucho más certera, incluyendo no solo planetas y satélites naturales como la luna, sino también el sistema solar en su conjunto.

placeholder Mapa de la Luna (JB Homann y Johann Gabriel Doppelmayr, 1742). Fuente: Wikipedia.
Mapa de la Luna (JB Homann y Johann Gabriel Doppelmayr, 1742). Fuente: Wikipedia.

"Muchos de estos primeros mapas eran asombrosamente hermosos, en parte porque el arte y la ciencia no se consideraban campos separados en los siglos XVII y XVIII, sino dos caras de la misma moneda", apuntaban en 2019 a 'Atlas Obscura' Mary Alice Beal y Charles Roberts, curadores de cartografía antigua.

De hecho, en los manuscritos y vidrieras medievales, la Luna suele aparecer con rostro humano. Si bien es cierto que ya entonces, algunos artistas buscaron en la Luna algo más que el reflejo humano. Por ejemplo, Leonardo da Vinci realizó algunos bocetos detallados de las manchas lunares (en cierto modo, estas manchas dibujan un rostro en la lejanía). Más tarde, en 1430, Jan van Eyck la incluyó en su díptico 'La crucifixión'.

placeholder Díptico de la Crucifixión y Juicio Final (Jan van Eyck, 1440). En el primero, puede verse la Luna a la derecha, en un cielo diurno. Van Eyck no olvidó los detalles del satélite a vista del ojo humano. Fuente: Wikipedia.
Díptico de la Crucifixión y Juicio Final (Jan van Eyck, 1440). En el primero, puede verse la Luna a la derecha, en un cielo diurno. Van Eyck no olvidó los detalles del satélite a vista del ojo humano. Fuente: Wikipedia.

Siguiendo los mapas lunares

Uno de los primeros viajes al satélite lo planteaba Dante en 'La divina comedia', escrita en 1320. En la obra, el poeta italiano describe nueve esferas del cielo, la primera de las cuales es la Luna. Dante recogió el universo con la misma visión cosmológica de Aristóteles y Ptolomeo (quien plantó la idea de que la Tierra era el centro del Universo y el sol, la luna y los planetas giraban en torno a ella). No obstante, el recorrido lunar que el poeta realiza en su libro es enormemente detallado para la época, y en el que caben concepciones de lo más científicas.

placeholder Beatrice explicando algunas teorías científicas a Dante, incluida la aparición de la luna (Giovanni di Paolo, 1440). Fuente: Wikipedia.
Beatrice explicando algunas teorías científicas a Dante, incluida la aparición de la luna (Giovanni di Paolo, 1440). Fuente: Wikipedia.

Ya en 1603, el inglés Willian Gilbert la incluyó en 'De Mundo Nostro Sublunari', publicado en 1651 y considerado el primer mapa lunar conocido. Era tan detallado que en él se pueden reconocer, incluso, algunos mares (grandes llanuras formadas por erupciones volcánicas que, a grandes distancias, parecen profundas debido al color oscuro que poseen a consecuencia de los niveles de basalto). Fue el propio Gilbert quien acuñó el término selenografía para referirse a la descripción de las formaciones lunares vistas desde telescopio.

Otros como él intentaron acercarse al satélite a través de sus ojos. El holandés Michael van Langren trazó un mapa lunar con el fin de resolver el problema de la determinación de la latitud en alta mar, es decir, las mareas. Van Largren, que trabajaba al servicio de la monarquía española de la época, creó la primera gráfica conocida de datos estadísticos, mostrando la amplia gama de estimaciones de la diferencia de longitud entre las ciudades de Toledo y Roma. Fue de esta forma como apreció que podía mejorarse la exactitud de la determinación de la longitud entendida hasta el momento, sobre todo a la hora de hablar del mar, observando cuando aparecen y desaparecen cumbres y cráteres de la Luna, no solo durante los eclipses de Luna, sino también en el curso de toda la lunación, según explicó en 2011 Peter van der Krogt durante el XXIV Congreso Internacional de ICOS sobre Ciencias Onomásticas.

placeholder Diagrama selenográfico que representa las distintas fases y apariencias de la Luna mediante sombreado. (Andreas Celario, 1661). Fuente: Wikipedia.
Diagrama selenográfico que representa las distintas fases y apariencias de la Luna mediante sombreado. (Andreas Celario, 1661). Fuente: Wikipedia.

¿Habitantes del satélite?

Por aquellos años, el polaco Johannes Hevelius construyó un observatorio privado al que llamó Stellaburgum. El lugar se convirtió en un auténtico templo para la ciencia, y la envidia de la realeza europea. Disponía de su propio taller óptico y hasta de una imprenta, todo equipado con innumerables instrumentos. Hevelius tuvo el privilegio de un espacio inusitado para la época que le brindó la libertad necesaria para llevar a cabo un trabajo astronómico sin precedentes.

Contaba con un telescopio de 46 metros de longitud con el que registró las formaciones visibles en las distintas fases lunares, una serie que publicaría en 'Selenographia sive Lunae Descriptio' y que vio la luz en 1647. Hevelius consideraba que la Luna era un mundo semejante al nuestro, hasta el punto de estar convencido de la existencia de habitantes lunares, a los que bautizó como "selenitas".

placeholder Mapa lunar de Johannes Hevelius (1645). Fuente: Wikipedia.
Mapa lunar de Johannes Hevelius (1645). Fuente: Wikipedia.

Sin descanso, este antiguo cervecero quedó encandilado por la Luna, y la inspeccionaba cada noche, dibujando a mano los relieves aprehendidos y trasladándolos a una plancha de cobre más tarde. El proceso, desde la observación y el dibujo a la impresión, le llevaría casi un lustro antes de poder darlo por terminado. En este sentido, Beal y Roberts señalan que los mapas y atlas eran vistos como símbolos de estatus por los europeos del siglo XVII, "no solo porque eran caros de comprar, sino también porque marcaban al propietario como una persona mundana interesada en la ciencia".

La mirada reciente

Mientras tanto, la astrónoma y dibujante alemana Maria Clara Eimmart ya estaba prendada del astro. También ella, que había crecido en una familia que también orbitaba en torno a la Luna, comenzó a dar forma a este recorrido. Entre 1693 y 1698, Eimmart realizó más de 350 dibujos de las fases lunares.

placeholder Ilustraciones de Clara Eimmart realizadas entre 1693 y 1698. Fuente: Wikipedia.
Ilustraciones de Clara Eimmart realizadas entre 1693 y 1698. Fuente: Wikipedia.

Dicha colección de dibujos, a la que denominó 'Micrographia stellarum fases lunae ultra 300', marcaban un estilo que, sin prescindir de la belleza que el cielo inspiraba, dejaba a un lado la ornamentación sobre la realidad: realizadas en papel azul distintivo a partir de observaciones por telescopio, las ilustraciones de Eimmart sirvieron de base para un nuevo mapa lunar moderno. Un año antes de su muerte, en 1706, Eimmart también ilustró el eclipse total que tuvo lugar ese año.

Después de tantas miradas, su rostro iluminado sigue siendo hoy el mismo, aunque sepamos más sobre el rostro opuesto, ese que esconde y al que nuestros ojos tardaron más en llegar. Si su imagen ha dado lugar a todo tipo de ensoñaciones, su origen no ha hecho menos en cuanto a teorías. Una tras otra, no ha sido hasta hace tiempo escaso que parece haberse hecho la luz: Desde finales de la década de 1980, y con la llegada de la tecnología más avanzada, ha ido aumentando la evidencia de que la Luna se formó a partir de material arrojado por un impacto gigante.

En este sentido, el astrónomo Giles Sparrow apunta en un artículo para la 'BBC' que "los modelos informáticos han permitido estimar la masa del cuerpo entrante, la Tierra joven y el material expulsado, y en el año 2000 el geoquímico Alex Halliday incluso le dio al supuesto cuerpo del impacto un nombre: Theia, en honor a la madre de la diosa de la Luna Selene en la mitología griega". La importancia de la Luna es tal que no solo ilumina la noche y regula las mareas, sino también los ciclos de reproducción animal y floración vegetal. Decía Alfonsina Storni:

placeholder El paseo (Gertrude Abercrombie, 1943). Fuente: Internet Archive.
El paseo (Gertrude Abercrombie, 1943). Fuente: Internet Archive.

Oh, vieja luna, descarnado mundo
Que recorres el cielo en silencio profundo.
¡Cuánto calor tiene el amado mío!...
Luna, ¿no tienes frío?

Asumimos mirando hacia arriba la vida que nos acoge, como una gran dilatación por la que hemos caído: el espacio exterior, allá donde las pupilas humanas tratan de enfocar, es un mecanismo de equilibrio desordenado. Tal vez por eso encontramos respuestas muy simples a cuestiones que siguen siendo un misterio. ¿Si durante la noche no vemos el Sol, por qué por el día podemos apreciar la Luna?

Historia Ciencia Arte Social
El redactor recomienda