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El extraño suceso por el que un día llovieron pedazos de carne del cielo de Kentucky
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HISTORIA CURIOSA

El extraño suceso por el que un día llovieron pedazos de carne del cielo de Kentucky

Corría el año 1876 y en el condado de Bath sucedió algo extraordinario: de la nada, empezaron a caer trozos de carne bajo el césped de la señora Crouch. ¿Cómo ha evolucionado y pervivido este suceso?

Foto: Foto: iStock.
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"El cielo estaba completamente despejado en ese momento y... dijeron que cayeron como grandes copos de nieve". Pero no, no era nieve, sino ternera. Esta es la declaración que recogía una crónica histórica de 'The New York Times' sobre el extraño fenómeno ocurrido en casa de Allen Crouch y su esposa, quien estaba en en el jardín cuando sucedió. "Una pieza cayó a su lado. Harrison Gill, cuyo relato tiene una veracidad incuestionable, y de quien nosotros obtuvimos parte del testimonio relatado, aseguró que estos pedazos de carne cayeron sobre las vallas, extendiéndose por todo el suelo. La carne parecía fresca. El corresponsal del 'Commercial' corrobora este hecho, y que las piezas eran de varios tamaños y formas, algunas llegaban a los cinco centímetros de diámetro. Dos hombres, que la probaron, dijeron que eran de cordero o ternera".

Al parecer, esta extraña lluvia de carne sucedió en el condado de Bath, Kentucky, en 1876. Un hecho insólito que ha terminado formando parte de la cultura popular estadounidense, ya que lógicamente ha pasado mucho tiempo desde entonces. A más de un cinéfilo le habrá venido a la mente una escena de la película de Paul Thomas Anderson titulada 'Magnolia', en la que no fueron trozos de carne sino ranas lo que cayeron del cielo. Pero lo cierto es que desde hace décadas científicos, periodistas y curiosos se han acercado al caso para intentar descifrar si el texto del periódico neoyorkino se trataba de una broma o realmente hay algo de verdad en el suceso.

Una de las primeras explicaciones que se barajó fue que estos trozos hubieran sido arrastrados por una manga de agua

Varios académicos de la época tomaron muestras de aquella carne de ternera y cordero que cayó de pronto un día de cielos completamente despejados, según informa la revista 'Popular Science', para realizar los estudios pertinentes que les permitieran resolver las razones de tal extraño acontecimiento. Una de las primeras explicaciones que se barajó fue que estos trozos hubieran sido arrastrados por una manga de agua, un fenómeno que hace que pequeños objetos y criaturas puedan ser absorbidas por una especie de remolino que se eleva hacia las nubes y cae cuando el viento vuelve a amainar. De hecho, en determinados países como Honduras se celebra la tradicional "lluvia de peces" producida por este efecto físico natural.

Lo cierto es que hay veces que, simplemente, caen cosas extremadamente raras del cielo. Como arañas. Si eres aracnofóbico te gustaría saber que en Australia, de vez en cuando, se produce el fenómeno de "cabello de ángel" (en referencia a las telas que caen junto a estos bichos). En realidad, no es tan extraño, ya que todo el mundo a lo largo de su vida se ha dado de bruces con telas de araña suspendidas en el aire, lo que pasa es que son tan pequeñas que no nos damos cuenta. Pero esto no tiene nada que ver con la carne. ¿Entonces?

Tres explicaciones (a cada cual más disparatada)

La primera explicación llegó tres meses después, cuando un equipo de científicos liderado por el profesor Leopold Brandeis analizó los pedazos que se habían conservado en glicerina para que el producto se mantuviera fresco. "Por fin tenemos una solución adecuada a este fenómeno del que tanto se habla", informó el científico en un artículo histórico de la revista 'Scientific American'. "Ha sido muy fácil identificar la sustancia y fijar su estado: el hecho extraordinario de Kentucky no es más que nostoc".

"Unos buitres que volaban alto esparcieron estos trozos de carne en descomposición, cayendo al terreno"

El nostoc es un género de cianobacterias que forma colonias esféricas y compuestas de filamentos, llamados tricomas. Normalmente son de color azul verdoso y forman colonias que pueden variar de tamaño. Algunas de ellas pueden llegar a los 50 centímetros de diámetro, teniendo una textura rugosa o lisa debido a su envoltura gelatinosa. Brandeis lo identificó como perteneciente a la especie de 'Nostoc craneum', por su color carne. "Pero en realidad, el nostoc suele ser del color de las algas marinas y sabe a ancas de rana o a rollito de primavera", aseguró a la revista científica 'The Sanitarian'. Lo que había pasado era que su estado se había alterrado, inflándose demasiado y cayendo sobre el césped del jardín de la señora Crouch.

La conclusión de Brandeis no satisfizo a la comunidad científica de la época. Otra revisión llevada a cabo por el doctor A. Mead Edwards, histólogo y presidente de la Asociación Científica de Newark creía que efectivamente tenía un origen biológico animal. Así, analizó las muestras y vaticinó que se trataba de tejido pulmonar de un bebé humano o de un caballo, como lo dejó reflejado en 'The American Journal of Microscopy and Popular Science'.

Pasaron los años y el acontecimiento seguía nutriendo el boca a boca popular. La última teoría fue esgrimida por L. D. Kastenbine, quien en la revista 'Louisville Medical News' argumentó que en realidad se trataba de varios vómitos de buitres espontáneos. Después de analizar otra de las muestras, la prendió fuego y percibió un olor a cordero quemado y rancio. "La única teoría plausible de esta lluvia tan extraña es la que me sugirió un granjero de Ohio: unos buitres que volaban alto esparcieron estos trozos de carne en descomposición por el viento, cayendo al terreno", sentenció en el estudio. "La gran variedad de tejidos musculares, conectivos o adiposos de carne solo puede explicarse con esta teoría".

Court Days: un festival de carne (sin carne)

En general, da la impresión de que nunca se vaya a saber qué ocurrió aquel día de 1876 en el jardín de la señora Crouch. La disparidad de explicaciones y opiniones entre los científicos no ha cesado desde entonces. Mientras tanto, este hecho ha sido el pretexto por el que desde 2007 se celebra en la ciudad de Mount Sterling el festival de la carne Court Days. El encuentro se le ocurrió a Kurt Gohde, profesor de arte en la Universidad de Transilvania, quien empezó a repartir gominolas con sabor a carne, como cuenta la web 'Atlas Obscura'.

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A Gohde le fascinó la historia de la lluvia de carne desde que la oyó en sus años de universidad. Curiosamente, se mudó desde el estado de Nueva York a Kentycky para dar clase y se sorprendió al comprobar que sus alumnos más jóvenes no la conocían. De entre todas las explicaciones posibles, la que más le gustó fue una que aún no hemos contado en este artículo: en realidad se trataba de una lluvia de meteoritos. Tal vez la más descacharrante, pues está basada en un artículo de 'The New York Times' escrito por un el humorista William Livingston Alden el mismo año en que ocurrió el suceso.

placeholder Un grabado de la ciudad de Paducah de la época, en el estado de Kentucky. (iStock)
Un grabado de la ciudad de Paducah de la época, en el estado de Kentucky. (iStock)

"La conclusión obvia es que fue realmente una lluvia de meteoritos que, al igual que estos giran constantemente alrededor del Sol, también es lógico que haga lo propio un cinturón de trozos de ternera, cordero y otras carnes divididas en pequeños fragmentos que impactan contra la Tierra", escribió Alden en tono jocoso, quizá para burlarse de las propuestas de los científicos anteriormente citadas. "Se esperan lluvias ligeras de bistec en Nueva Inglaterra y los Estados centrales durante la mañana, seguidas de una intensa lluvia de cordero por la tarde", acababa. Que no falten las suposiciones e ideas locas en torno a este suceso.

"El cielo estaba completamente despejado en ese momento y... dijeron que cayeron como grandes copos de nieve". Pero no, no era nieve, sino ternera. Esta es la declaración que recogía una crónica histórica de 'The New York Times' sobre el extraño fenómeno ocurrido en casa de Allen Crouch y su esposa, quien estaba en en el jardín cuando sucedió. "Una pieza cayó a su lado. Harrison Gill, cuyo relato tiene una veracidad incuestionable, y de quien nosotros obtuvimos parte del testimonio relatado, aseguró que estos pedazos de carne cayeron sobre las vallas, extendiéndose por todo el suelo. La carne parecía fresca. El corresponsal del 'Commercial' corrobora este hecho, y que las piezas eran de varios tamaños y formas, algunas llegaban a los cinco centímetros de diámetro. Dos hombres, que la probaron, dijeron que eran de cordero o ternera".

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