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Las galletas de la castidad: una creencia que afianzó la industria del desayuno
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Demasiados placeres

Las galletas de la castidad: una creencia que afianzó la industria del desayuno

Fueron creadas por Sylvester Graham, un ministro presbiteriano que creía firmemente que era pecado comer alimentos que pudieran excitar

Foto: Fuente: Wikipedia
Fuente: Wikipedia

No hace falta remontarse mucho en el tiempo para encontrar inventos curiosos contra cosas completamente cotidianas. Inventos, en realidad, tan cotidianos en la actualidad como aquello que decían curar o mejorar poco más de un siglo. Aunque el camino de la normalización vaya aún para largo, podemos comprobar numerosos avances si echamos la vista unas décadas atrás. Si retrocedemos un siglo, las diferencias resultan abismales. La masturbación, por ejemplo, era una cuestión que hacía saltar por los aires el modelo social de la época. ¿Cómo vas a tocarte? Prohibido.

Por supuesto, la moral cristiana tenía mucho que ver en un momento de la Historia donde todo eran vaivenes en la estructura donde se había cimentado los principios de la llamada civilización. Un avance detrás de otro, con la mirada puesta en un futuro fantasioso, la religión trató como pudo de frenar todo aquello que hacía cuestionar sus normas. Aquella frustración llegó a límites tan absurdos que, en lugar de desaparecer más tarde, simplemente han seguido existiendo de una manera mucho más neutral: en el desayuno o la meriendo de muchos estadounidenses una galleta esconde un pasado muy puritano (y también gracioso, todo sea dicho).

Foto: Charles Goodyear.

Vienen a ser como las galletas tradicionales, las que se han comprado toda la vida en los mercados y supermercados de toda la vida en España, pero en versión USA. Un clásico, vaya, que empezó siendo un recurso para combatir los males del café, el alcohol y la masturbación.

Comer era impuro

Creadas por Sylvester Graham, un ministro presbiteriano que creía firmemente que era pecado comer alimentos que pudieran excitar. Graham comenzó así su propio régimen de dieta. Al menos él empezó primero. Sus opiniones sobre la comida en relación al sexo resultarían un disparate para los amantes de las galletas saladas de hoy (y para los que no lo son también).

Condenó el alcohol, el tabaco, las especias, los condimentos, la mantequilla y la harina refinada, señala Emily Petsko en 'Mental Floss'. En esa lista tan variada no podía faltar por supuesto el café y el té. “Para Graham estos últimos eran tan perjudiciales como el tabaco, el opio o el alcohol porque creaban una ‘demanda de estimulación’”. Vamos, que el hombre quería un mundo tranquilo.

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Fuente: Wikipedia

Llegó a organizar, incluso, retiros de salud en la década de 1830. En efecto, lo 'detox' ya existió. ¿Su truco compartido? Una dieta blanda sin nada de lo mencionado, nada de azúcar y nada de carne.

Toda la fe en contados cereales

"La filosofía austera de Graham se basó en la creencia subyacente de que los hábitos alimenticios determinan el comportamiento de las personas y viceversa. Pensaba que ciertos alimentos eran 'sobreestimulantes' y conducían a pensamientos y pasiones impuras, incluida la masturbación, o 'autocontaminación', como él la llamaba, que creía que era una epidemia que causaba ceguera y locura", dice Petsko.

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Fuente: Wikipedia

Aunque no te lo creas, Graham creó escuela. Y de aquella corriente de pánico hacia el placer nació la idea original de otro clásico de los desayunos: los copos de maíz de Kellogg: John Harvey Kellogg era un firme defensor de lo que bien podría llamarse hoy en día la "filosofía Graham", es decir, también creía que la carne y algunos alimentos provocaban impulsos sexuales.

Harvey Kellogg era, además de "grahamita", médico. Este detalle, como ya te estarás imaginando, fue crucial para que su voz se escuchara y una especie de movimiento creciera a las puertas del nuevo siglo. "El buen doctor estaba un poco incómodo con el sexo, pensando que era perjudicial para el bienestar físico, emocional y espiritual. Él personalmente se abstuvo y nunca consumó en su matrimonio. Su esposa y él mantuvieron dormitorios separados y adoptaron a todos sus hijos", afirma Matt Soniak.

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Fuente: Wikipedia

Y dirás: bien, pues el desayuno al menos lo tenían. Pero resulta que también consiguieron que se llegara a prohibir la leche por ser "demasiado excitante". El componente central de aquella nueva dieta era el pan hecho a base trigo o centeno molido grueso. De esta misma harina surgieron las famosas galletas saladas y otros productos como los 'muffins'. Mientras tanto, Kellogg siguió la tradición poniendo toda su fe en los cereales y algunos frutos secos. Aunque la corriente irrumpió con fuerza, no tardó en disolverse (en un vaso de leche con cacao, tal vez). Sin embargo, sus comienzos no les ha impedido seguir siendo unos básicos en la despensa occidental.

No hace falta remontarse mucho en el tiempo para encontrar inventos curiosos contra cosas completamente cotidianas. Inventos, en realidad, tan cotidianos en la actualidad como aquello que decían curar o mejorar poco más de un siglo. Aunque el camino de la normalización vaya aún para largo, podemos comprobar numerosos avances si echamos la vista unas décadas atrás. Si retrocedemos un siglo, las diferencias resultan abismales. La masturbación, por ejemplo, era una cuestión que hacía saltar por los aires el modelo social de la época. ¿Cómo vas a tocarte? Prohibido.

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