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La exhibición de bebés en el siglo XIX: así se mercantilizó su apariencia
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Extraños gestos que Internet repite

La exhibición de bebés en el siglo XIX: así se mercantilizó su apariencia

El negocio del entretenimiento incorporó entonces esta forma de evento social donde la protagonista era la apariencia de los recién nacidos para el placer del público blanco

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Si cada vez que entras en Instagram solo te topas con madres y padres presumiendo en 360 grados de sus hijas e hijos, con perfiles exclusivos para publicar las distintas poses de una criatura de recién nacida, y mientras crecen, como modelos del "street style" de su casa, no te creas que lo has visto todo. Internet, a veces, solo reproduce en masa (y también normaliza en masa) gestos extraños que ya se daban hace décadas, o incluso hace siglos. Las exhibiciones de bebés existieron antes que las pantallas.

El negocio del entretenimiento a mediados del siglo XIX incorporó esta forma de evento social donde los protagonistas eran los recién nacidos o, mejor dicho, la apariencia de los recién nacidos. Las ferias entonces no tenían nada que ver con lo que actualmente podemos entender por estas, pero si en algo se parecen es que reunían a cientos o miles de personas en torno a cosas, qué más da qué cosas.

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La historiadora Susan J. Pearson ya lo explicó en el estudio Infantile Specimens: Showing Babies in Nineteenth-Century America' ('Muestras infantiles: mostrando bebés en los Estados Unidos del siglo XIX') publicado en 2008 en 'Jstor'. Según recoge Pearson, el primer espectáculo de bebés tuvo lugar en 1854 como parte de una feria en Ohio. Unos 127 bebés fueron entonces minuciosamente colocados para competir (sin saberlo) por premios que sus progenitores o cuidadoras y cuidadores necesitaba o deseaban, aunque a veces ni siquiera se trataba de necesidad, ni tampoco deseo, tan solo una forma de disfrute.

Ansiosos por ver a niños

El 'Worcester Historical Museum' recuerda el que fue el primer muestrario en vivo de bebés donde la gente se aglomeró, el "National Baby Show". Celebrado en Nueva York en 1855, su organizador fue P.T. Barnum, "uno de los más grandes artistas y estafadores que Estados Unidos haya visto". El lugar: el Museo Americano de la ciudad de Nueva York. El público: más de 60.000 asistentes, "todos ansiosos por ver a niños que representaban 'la originalidad genuina estadounidense' o, por el contrario, que eran considerados una curiosidad, una rareza".

Según detalla Livia Gershon en 'Jstor', los organizadores solían utilizar periódicos locales para buscar participantes. "Los programas involucraban a los bebés (junto con sus madres o enfermeras) que se mostraban ante los jueces y el público, a veces durante unas horas, a veces hasta una semana. Los jueces eran médicos, directores de ferias agrícolas o gente común (a veces se elegía a los solteros por su supuesta objetividad en materia de infantes). Otras veces, el ganador era cuestión de votación del público".

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Pearson señala que la popularidad de aquellos espectáculos reflejó el cambio en la visión acerca de la maternidad que se produjo la segunda mitad del siglo XIX. "A medida que los estadounidenses de clase media compraban y consumían más cosas y hacían menos vida en casa, el mundo exterior comercial y el hogar doméstico se entendieron como esferas separadas. Entonces, el trabajo de las mujeres se definió como producir hijos, no bienes".

Una metáfora del placer sobre la esclavitud

Tras su "éxito" en la ciudad de Nueva York, recuerda el museo, Barnum organizó espectáculos de bebés en más ciudades como Boston, Worcester y Massachusetts. "Se utilizaron premios en efectivo de hasta 12.000 dólares para atraer a los padres a que inscribieran a sus hijos en la exhibición". Según recoge el centro, el periódico 'The National Aegis' informó entonces de que el espectáculo de Boston, que atrajo a 100.000 asistentes, había "tenido bastante éxito". Para ese momento ya había surgido otra forma más de exhibición bizarra: los espectáculos de bebés afrodescendientes y latinos.

"Un juicio de seres humanos según su físico, fue la crítica extendida sobre los programas configurados para mostrar bebés negros a un público blanco"

En ese sentido, recuerda Gershon, que algunas personas ya se opusieron entonces a lo que parecía, un fenómeno del placer, pero no era más que una metáfora del placer sobre la esclavitud, "un juicio de seres humanos según sus características físicas, más que espirituales. Esta crítica fue especialmente destacada en el caso de los programas configurados para mostrar bebés y madres negros a un público blanco".

Las críticas fueron en aumento, a través de los propios periódicos muchas personas expresaron su negativa a espectáculos como aquellos. Sin embargo, hasta entrado el siglo XX hubo lugares en el país donde los recién nacidos continuaron siendo objeto de crítica y juicio de valor. Por su color, por su tamaño, por su peso y, como no, por su grado de belleza, lo que podría considerarse prólogo del culto a la belleza como otra forma de mercantilización del cuerpo que aún continúa, especialmente para las mujeres y niñas.

Si cada vez que entras en Instagram solo te topas con madres y padres presumiendo en 360 grados de sus hijas e hijos, con perfiles exclusivos para publicar las distintas poses de una criatura de recién nacida, y mientras crecen, como modelos del "street style" de su casa, no te creas que lo has visto todo. Internet, a veces, solo reproduce en masa (y también normaliza en masa) gestos extraños que ya se daban hace décadas, o incluso hace siglos. Las exhibiciones de bebés existieron antes que las pantallas.

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