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El histórico Suicide Club: la sociedad secreta más loca de San Francisco
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LOS 'JACKASS' DE LOS AÑOS 70

El histórico Suicide Club: la sociedad secreta más loca de San Francisco

En 1977, cuatro personas escalaba el Golden Gate en mitad de una tormenta jugándose la vida. Sin saberlo, habían formado uno de los grupos contraculturales más influyentes

Foto: El pintoresco Suicide Club fotografiado por Greg Mancuso. (suicideclub.com)
El pintoresco Suicide Club fotografiado por Greg Mancuso. (suicideclub.com)

San Francisco, 2 de enero de 1977. Un domingo como otro cualquiera. Tal vez, más aburrido de lo normal. Cuatro jóvenes llamados Gary Warne, Adrienne Burk, David Warren y Nancy Prussia se reúnen en el tejado de Fort Point, la fortificación de ladrillo apostada a los pies del histórico Golden Gate. Un viento huracanado rompe contra los cables que sostienen la estructura de hormigón armado y acero. Las olas, justo debajo, rompen contra los muros inferiores del puente. La construcción tiembla, resistiendo el envite del viento y el mar. Uno a uno suben ayudados de una soga por las vigas, desde el tejado del edificio hasta las cadenas de la insigne pasarela, orgulloso emblema de la nación estadounidense. Los cuatro suben agarrados a una soga sin arnés de seguridad.

Warne, Burk, Warren, Prussia. Cuatro pobres almas que entregan su vida al más puro azar. Animados por un espíritu heroico, cómico y absurdo, ascendieron por la icónica figura del Golden Gate sin mirar hacia abajo, pues cualquier paso en falso significa morir golpeados por las grandes olas que castigan el edificio o caer al vacío en una muerte segura. ¿Cuál era su motivación? Posiblemente ninguna, pues en aquel día de 1977 muchos jóvenes occidentales parecían haberse cansado de tomarse la vida tan en serio. No es casualidad que al otro lado del Atlántico, en Inglaterra, otros cuatro locos se hacían mundialmente famosos dando un concierto en un puente sobre el río Támesis para reírse de la reina.

"El mundo se está transformando en un gran campo de juego y yo me estoy convirtiendo en alguien completamente diferente"

El mundo estaba cambiando. Ideologías férreas que a lo largo del siglo XX habían servido para unir a la población en torno a conceptos como "nación" o "clase social", se desintegraban. Solo quedaba "espectáculo". Individualismo, aburrimiento, resignación. Así es como, al comprender que no había ningún futuro que esperar y que la necesidad de estar juntos imperaba más que cualquier propósito individual o colectivo, comenzaron a surgir sociedades secretas de jóvenes desesperados como el Suicide Club que, en aquella noche de domingo ventosa e infernal, tuvo a bien en sobrevivir a su propia fundación.

El digno placer de jugarse la vida a lo tonto

Justo una década antes, Raoul Vaneigem, filósofo y miembro de la Internacional Situacionista apostillaba el estribillo del que se nutrieron directa o indirectamente seres como los que aquella noche se columpiaron sobre el Golden Gate: "No queremos saber nada de un mundo en el que la garantía de que no moriremos de hambre se paga con el riesgo de morir de aburrimiento". Este podría ser uno de los pensamientos que recorrió la mente de Gary Werne cuando empezó a citar a jóvenes como Burk, Warren y Prussia en el interior de una librería de libros de segunda mano llamada Circus of the Soul. Meses más tarde de aquel incidente, se presentaron en sociedad como el Suicide Club durante un curso universitario alternativo organizado en la Universidad Estatal de San Francisco. Inspirados por tres historias del novelista Robert Louis Stevenson en las que tres personajes se juegan su vida al azar cada medianoche, realizaron distintas acciones o intervenciones en el espacio público por las que serían conocidos.

"Si hubieran estado interesados en entrar dentro del 'mainstream', tal vez habrían sido los pioneros de espectáculos televisivos como 'Jackass'"

"El mundo está a mitad de camino; las ciudades son sus barracas de feria. La única diferencia entre los niños y los adultos es que nadie va a cuidar de nosotros. Cuando abandonamos nuestro hogar nos perdimos a mitad de camino, y a diferencia de Dios, el jefe de la feria solo nos permitirá conducir siempre que paguemos el precio. Nadie vendrá a buscarnos. Algunos niños nos harán daño, otros decidirán dejar de jugar... algunos todavía están decidiéndolo. Pero tú puedes colarte entre nosotros". Esta es la curiosa carta de presentación que Werne redactó a modo de llamamiento para que las jóvenes generaciones se unieran a su banda. Titulado 'Carnival Cosmology' (algo así como "Cosmología del carnaval"), resulta complejo de traducir debido a que bebe de la técnica y estética dadaísta que a comienzos del siglo XX patentaron los amigos del Cabaret Voltaire. Pero la conclusión del texto parece clara: "Cada vez es más evidente que existen otras posibilidades. El mundo se está transformando en un gran campo de juego y yo me estoy convirtiendo en alguien completamente diferente."

Genios del desorden urbano

Ahora bien, ¿cómo se llevaron estas ideas teóricas a la práctica? La actividad del Suicide Club se dividió entre diferentes acciones. Las más comunes se basaban en provocar el escándalo de la moral biempensante, como por ejemplo una vez en la que 30 miembros viajaron desnudos en los teleféricos de San Francisco haciéndose fotos con las que redactar después tarjetas postales del club. También hacían exploraciones subterráneas, es decir, paseos nocturnos por el sistema de alcantarillado. En determinado momento también decidieron infiltrarse en organizaciones como el Partido Nazi estadounidense o en la Iglesia de la Unificación. Parece ser que su única pretensión consistía en jugarse la vida a cualquier precio, sin importar las consecuencias.

Foto: El escritor retratado al óleo por Christiaan Tonnis. (Wikimedia)

"No había Internet en los años 80, pero de haberlo habido, el grupo probablemente se habría convertido en viral casi todas las semanas", reflexiona Cummings en su artículo. "O, si hubieran estado interesados en entrar dentro del 'mainstream' que trataban de subvertir, tal vez habrían sido los pioneros de espectáculos televisivos como 'Jackass' una década antes de que Johnny Knoxville y sus amigos comenzaran a romperse los genitales y esnifar wasabi".

Afortunadamente, ninguna de sus aventuras terminaron en tragedia. Pero por desgracia, como también ocurrió con los Sex Pistols, su existencia no iba a durar mucho. Cinco años después de la hazaña del Golden Gate, el grupo se disolvió "de manera silenciosa", como describe el periodista Andrew Cummings, en un artículo publicado en 'San Francisco Gate'. Un año más tarde, concretamente el Día de Acción de Gracias de 1983, Warne fallecía por un ataque cardíaco. "Sus cenizas fueron, en parte, esparcidas desde lo alto del puente, como era su deseo", como comentan desde 'Trippingly', que ha recopilado parte de sus escritos, memorias y juegos. Uno de sus mejores amigos, presente en su funeral, llamado John Law, estaría llamado a recoger su testigo y llevar su legado a otros proyectos artísticos y culturales. Fue este quien, durante la ceremonia de despedida de Warne, cogió un poco de sus cenizas y las mezcló con pintura para barnizar el puente que había visto nacer a la sociedad.

El legado de Warne

Law estaría llamado a llevar la influencia de Warne a otros proyectos futuros que a día de hoy siguen perdurando, como el SantaCon o el Burning Man que año tras año se celebra en Nevada. Pero antes de llegar a celebrarse estos eventos, el artista estadounidense fundaría una nueva sociedad inspirada de manera directa en el Suicide Club: la Cacophony Society, del que sin ir más lejos el mismísimo Chuck Palahinuk, autor del célebre 'Club de la lucha', fue miembro en Portland, basando gran parte de su novela de culto (convertida después en hito del cine hollywoodiense) en las hazañas de Law, Warne y compañía.

"Usando un arnés, uno de los Santa Claus, John Law, el cofundador de Burning Man, fingió un ahorcamiento en público"

La Cacophony Society se presentaría en 1986 como "una red de gente al azar formada por espíritus libres unidos en la búsqueda de experiencias más allá de los límites sociales", con varios integrantes del difunto Suicide Club y con Law como líder y fundador. Inspirados aún más por el movimiento dadaísta (de ahí la alusión a las cacofonías en el nombre, uno de los muchos recursos del 'dadá'), se trata de un grupo en el que es posible que tanto tú, querido lector, como yo y como todos los seres del mundo, ya estemos dentro, de ahí su pretensión universalista.

placeholder Imagen del Santarchy, una celebración inventada por The Cacophony Society. (Reuters)
Imagen del Santarchy, una celebración inventada por The Cacophony Society. (Reuters)

Una de las celebraciones que más han perdurado y que fueron propuestas en un inicio por 'La Sociedad Cacofónica' fue el conocido como Santarchy, en la que ciudadanos de todo el mundo se visten de Papa Noel para salir a las calles a tocar villancicos y beber en paz y armonía. Aunque seguramente haya evolucionado con el paso de los años, la primera fue organizada en 1994 en San Francisco por Rob Schmidt, compañero de Law 1994, según narra esta noticia de 'The Washington Post'. Y al principio tenía una base ideológica sólida para denunciar el excesivo consumismo propio de la Navidad.

"Usando un arnés, uno de los Santas, John Law, el cofundador de Burning Man, fingió un ahorcamiento en público"

Lo más curioso es que la idea inicial del Santarchy, que inicialmente se llamó SantaCon, no salió de Estados Unidos, sino de Dinamarca. Como decíamos, a mediados de la década de los 70 existía un sentimiento generalizado entre la juventud de rebeldía, inconformismo y ganas de pasarlo bien a cualquier precio. Y este no recorría solamente el país norteamericano, sino que también estaba asentado en una ciudad europea tan próspera como Copenhague, en donde un colectivo anarquista de artistas llamado Solvognen se disfrazó de Santa Claus para salir a las calles a protestar en manifestaciones contra "la avaricia capitalista que ha corrompido la Navidad", tal y como cuenta la periodista Livian Yeh en este artículo de 'The Bold Italic'.

Curiosamente, Yeh afirma que Schimtt, el colega de Law que organizó el primer Santarchy en 1993, no tenía constancia de las propuestas del Suicide Club o de Solvognen, sino que simplemente reunió a un grupo de 38 amigos para alquilar un autobús y viajar por toda la ciudad vestidos de Papá Noel, jugar a guerra de bolas de nieve, infiltrarse en fiestas de acaudalados empresarios o ir a clubs de striptease. "Usando un arnés, uno de los Santas, John Law, el cofundador de Burning Man, fingió un ahorcamiento en público", narra la periodista.

"Groucho Marxists"

Los medios de la época se hicieron eco. Era cuestión de tiempo de que el Santarchy o SantaCon se extendiera por todo el mundo. Mark Dery, el célebre crítico cultural que acuñó el término de 'Afrofuturismo' y uno de los primeros en hablar de la cibercultura, les describió como "Groucho Marxists" (usando el juego de palabras entre el famoso cómico y el autor del 'Manifiesto Comunista'). "Siempre pensando en cómo sacar el máximo partido a la diversión para demoler las ideologías opresoras", escribió, en declaraciones recogidas por '7x7'.

La diversión no quedó ahí. Lo que comenzó como un momento de jolgorio colectivo para protestar por el capitalismo acabó convirtiéndose en una quedada mundial de borrachos para hacer botellones vestidos de Papá Noel. Y, cuando hay alcohol de por medio, hazañas tan absurdas como la del Golden Gate que encumbraron al Suicide Club, se quedan cortas, entrando en el campo de la delincuencia. En 2014, un hombre vestido de Santa Claus atracó un banco de Union Square afirmando llevar una pistola consigo y aprovechando el tumulto de Papás Noeles que había en el exterior. Tanto es así que en San Francisco se llegó a prohibir entrar vestido del personaje navideño a cualquier lugar público, ya fuera bar, restaurante o banco.

San Francisco, 2 de enero de 1977. Un domingo como otro cualquiera. Tal vez, más aburrido de lo normal. Cuatro jóvenes llamados Gary Warne, Adrienne Burk, David Warren y Nancy Prussia se reúnen en el tejado de Fort Point, la fortificación de ladrillo apostada a los pies del histórico Golden Gate. Un viento huracanado rompe contra los cables que sostienen la estructura de hormigón armado y acero. Las olas, justo debajo, rompen contra los muros inferiores del puente. La construcción tiembla, resistiendo el envite del viento y el mar. Uno a uno suben ayudados de una soga por las vigas, desde el tejado del edificio hasta las cadenas de la insigne pasarela, orgulloso emblema de la nación estadounidense. Los cuatro suben agarrados a una soga sin arnés de seguridad.

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