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Cómo gestionar nuestro enfado con alguien cercano que ha decidido no vacunarse
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¿PEOR QUE CON LA POLÍTICA?

Cómo gestionar nuestro enfado con alguien cercano que ha decidido no vacunarse

Una psicóloga explica de dónde surge la ira que da paso a una discusión acalorada con alguien a quien queremos en temas tan candentes como el de la vacunación

Foto: Foto: iStock.
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Todos, en algún momento de nuestra vida, acabamos enfadándonos con alguien. Hay muchísimos motivos, y en todos existe una sensación de incomodidad o molestia recíproca a raíz de una conversación acalorada en el que dos puntos de vista chocan o hay dos sensibilidades contrapuestas. En ocasiones, los enfados pueden durar menos de un minuto, mientras que otros pueden prolongarse durante años, hasta el punto de que ninguno de los dos sujetos implicados recuerda las razones que les llevó a separarse tras la discusión. Mientras tanto, la sensación de incertidumbre y desconcierto en la sociedad, producida por el gran volumen de desinformación tras el comienzo de la pandemia hacen que las posiciones políticas se hayan polarizado con el paso del tiempo, lo que sin duda abre una brecha aún mayor entre aquellos que son partidarios de la versión oficial y las versiones alternativas de lo que sucede.

Antes, en una reunión familiar clásica -aquellos (¿buenos?) tiempos en la que todo 'cuñado' se preparaba mental y dialécticamente para afrontar, por ejemplo, una Nochebuena repleta de polémicas partidistas- solían entrar en juego ideologías contrapuestas o asuntos mal gestionados del pasado. Ahora, nada más comenzar septiembre y con el 70% de la población española vacunada, merece la pena analizar esta nueva variante de la discusión típica española: el tema de las vacunas. Aunque la población de nuestro país encabeza los porcentajes de confianza en la vacunación, sobre todo en comparación con naciones vecinas, cabe preguntarse por cómo estamos gestionando estas posibles discrepancias en el entorno familiar y de amigos.

"Aquel que carece de autocontrol en las discusiones no es porque tenga una personalidad agresiva, sino porque se siente cómodo al no actuar de manera asertiva"

Si hacemos un ejercicio de autoconciencia, hay que reconocer que España es un país con un carácter fuerte. No es que nos deleite discutir, sino que más pronto que tarde acabamos metidos en faena, poco o más que el resto de ciudadanos de otros países, pero lo cierto es que lo solemos hacer con cierto aplomo, vehemencia y pasión. Ahora bien, ¿de dónde procede el enfado? ¿A qué se debe esa desagradable sensación que emerge en dos personas cuando no se ponen de acuerdo y sus posiciones cada vez se alejan más y más entre sí?

"El enfado tiene que ver contigo, no con lo que hace el otro", afirma Elena Dapra, psicóloga clínica del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid (COP) a este diario. Sin duda, este punto de vista es muy interesante, pues como reitera, "respondemos a una emoción que es nuestra y que colocamos al otro: 'es que tú me has dicho', 'esto que me has hecho'...". En otras palabras: "No es por lo que ha hecho en concreto el otro, sino por cómo nos ha afectado a nosotros. No es lo mismo que te critique alguien que no te conoce a alguien a quien respetas o a quien quieres", recalca.

La ira, una emoción incontrolable (pero gestionable)

Por otro lado, cuando nos enfadamos nos invade una emoción de ira que además comunicamos de manera muy efectiva por nuestros gestos, lo que provoca que a su vez suba la intensidad de la discusión al tener que defendernos y tomar una actitud reactiva ante la situación. Dapra alude a las seis emociones básicas definidas por Paul Ekman, uno de los psicólogos más prestigiosos del mundo: alegría, miedo, sorpresa, tristeza, asco e ira. En este caso, "la ira entra dentro de la respuesta del miedo, que a su vez no deja de ser una respuesta natural y adaptativa a las amenazas, la cual usan los animales cuando sienten que su territorio es invadido, lo cual se traduce en el ser humano como la emoción que nos entra cuando alguien ha traspasado mis límites o yo mismo no respeto los míos propios". Es en este momento cuando se desata la rabia y tomamos una actitud reactiva frente a lo que sentimos como un ataque.

"Una actitud pasiva frente a las discusiones puede llevar, a las malas y en una situación límite, a una depresión al no expresar nunca lo que te duele"

Otro de los factores que determinan el enfado es "el contexto cultural e idiosincrasia como pueblo", que en nuestro caso "es tener la razón a ultranza". ¿Qué hacemos? "No nos expresamos de un modo cooperativo o empático, sino que intentamos imponer nuestra verdad al otro", resalta la psicóloga. "El problema es que cada uno tiene su verdad, pues tendemos a confundir las opiniones con los hechos. Y luego entran en juego ciertos valores, como por ejemplo el del respeto, que si no se educan desde temprana edad luego son muy difíciles de adquirir. Algo en lo que, por desgracia, no se ha puesto tanto el foco hasta hace pocos años, la educación en valores".

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El respeto es clave para interactuar en un espacio seguro, ya que tus opiniones, sean cuales sean van a ser admitidas, no va a existir un juicio duro contra lo que has dicho o hecho. "Si no existe la sensación de ser respetado, pasaremos a mostrarnos a la defensiva, dando lugar al enfado", concluye Dapra. "En caso contrario, nos sentiremos libres y podremos mostrar nuestra opinión. ¿Cuándo no sucede eso? Si me siento amenazado. Entonces, la emoción de la ira surge, pues una emoción no se puede controlar, sí gestionar o manejar, pero en ningún caso retener, pues aparece de nosotros de pronto".

Expresar, reprimir o calmarse

Dapra enumera las tres formas de reaccionar a la ira. "O lo expresas de alguna forma, o lo reprimes o pasas a calmarte", aclara, y esto a su vez reproduce los tres estilos de respuesta frente a una discusión: el agresivo (cuando solo lo expresas de una forma virulenta), el pasivo (lo reprimes o lo calmas) y el asertivo (lo calmas y luego lo expresas), siendo este último el más útil de cara a la resolución del conflicto.

"Muchas de las discusiones fuertes sobre la vacuna se producen como detonante de una mala comunicación que ya viene de atrás"

"A las malas y llevándolo al límite, el pasivo te puede llevar a sufrir una depresión, pues siempre te callas y nunca expresas lo que te duele; mientras tanto, el agresivo no tiene filtro, actúa sin empatía, sin habilidades sociales y solo pensando en sí mismo, de manera egoísta", aduce la experta. "Cuando tú emites un mensaje o una comunicación, tienes que tener en cuenta al otro, solo por el hecho de que tú también deseas ser reconocido y respetado. Los perfiles agresivos no son empáticos".

¿Influye algo el temperamento en estos tres estilos de respuesta cuando nos enfadamos? Al fin y al cabo, mucha gente cuando discute puede terminar usando coletillas como "yo soy así" o "yo digo las cosas a la cara". Como decíamos, la ira no se puede controlar, pues es una emoción y aparece de repente, lo que sí que se puede "gestionar" o "manejar" es la salida que le damos. Por tanto, "aquella persona que carece de autocontrol en las discusiones no es porque sea así o tenga una personalidad agresiva", como matiza Dapra, "sino porque se siente en una posición cómoda de la que no quiere salir para enfrentarse de una manera asertiva e inteligente emocionalmente a la conversación".

¿Una vacuna contra el enfado? ¿O enfado por vacuna?

Existen muchos motivos que dan pie a un enfado. En los últimos meses, a ellos se les ha podido unir el tema de querer o no querer vacunarse. A decir verdad, está en juego un tema tan sensible como es la salud, y no solo la salud individual, sino la colectiva. Los argumentos de uno u otro bando pueden ir de lo más razonable a lo más esperpéntico, lo que sí que es cierto es que cada uno habrá elegido sus propias fuentes de información para forjarse una opinión, que a su vez es respaldada por un grupo social más amplio y no solo eso, sino difundida una y otra vez en distintos canales con una misma perspectiva del tema en cuestión. Al fin y al cabo, la era del algoritmo nos ofrece aquello que estamos predispuestos a creer, de tal forma que nuestra posición tenderá de forma natural a polarizarse más y más respecto a la del resto, aunque evidentemente esto se puede evitar.

Foto: Jennifer Aniston, en el estreno de 'The Morning Show' (Reuters)

¿Cómo gestionar este tipo de enfado tan actual, que guarda similitudes y diferencias con otros más tradicionales como los de índole ideológica? Teniendo en cuenta todo lo explicado por Dapra, deberemos afrontar la situación de una manera asertiva, aunque esto es muy fácil decirlo, pero luego a la hora de la verdad el momento nos puede superar y acabemos expresando cosas que no queremos decir, aludir a lo personal o entrar en detalles que no vienen a cuento y solo sirven para hacer daño. A este respecto, como reitera la psicóloga, "lo importante son las formas, no el contenido; el 'cómo' y no el 'qué'".

En un contexto de tal incertidumbre y angustia como el que estamos viviendo, pues al fin y al cabo la experiencia de una pandemia depara un trauma social y colectivo, si no queremos caer en el enfado o el descontento con aquellos a quienes queremos, pero que no comparten nuestra opinión, lo más esencial sigue siendo saber cómo decir las cosas o expresar nuestra disconformidad. Todo ello teniendo en cuenta que "muchas de este tipo de discusiones se producen como detonante de una mala comunicación que ya viene de atrás con la persona en concreto", lo que quiere decir que no hay que atender tanto a los argumentos que esgrime el contrario, sino en nuestra relación con él previa a esa discusión o en nuestra forma de interactuar. Seguramente el enfado producido por las discrepancias frente a la vacuna tenga una causa mayor que viene de antes y que hay que investigar para restablecer una buena comunicación con el amigo o familiar.

Todos, en algún momento de nuestra vida, acabamos enfadándonos con alguien. Hay muchísimos motivos, y en todos existe una sensación de incomodidad o molestia recíproca a raíz de una conversación acalorada en el que dos puntos de vista chocan o hay dos sensibilidades contrapuestas. En ocasiones, los enfados pueden durar menos de un minuto, mientras que otros pueden prolongarse durante años, hasta el punto de que ninguno de los dos sujetos implicados recuerda las razones que les llevó a separarse tras la discusión. Mientras tanto, la sensación de incertidumbre y desconcierto en la sociedad, producida por el gran volumen de desinformación tras el comienzo de la pandemia hacen que las posiciones políticas se hayan polarizado con el paso del tiempo, lo que sin duda abre una brecha aún mayor entre aquellos que son partidarios de la versión oficial y las versiones alternativas de lo que sucede.

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