Historia de los besos: por qué demostramos amor así y cuándo surgió la práctica
¿Qué tienen que nos fascinan? Son una manera de demostrar amor o ternura y, además, son adictivos. Pero, ¿son intrínsecos al ser humano y a todas las culturas?
"Con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar", así describe Julio Cortázar en el que es probablemente el capítulo más conocido de 'Rayuela' cómo son esos escasos instantes anteriores a acercar el rostro al de la persona amada, antes de fundirse en un beso.
Desde un cuadro de Gustav Klimt a una escena inolvidable al final de 'Cinema Paradiso', pasando por millones de canciones, los besos han sido parte de nuestra cultura desde siempre y forman el momento de intimidad más importante entre dos personas, que muchas veces sellan el cariño, la ternura o el amor de esta manera. Los adolescentes suelen soñar cuándo será el primero, como si de un ritual mágico se tratase, y el cine se ha encargado de dejar en el poso del imaginario colectivo algunas sensaciones cursis que, se supone, le acompañan, como el sentir 'fuegos artificiales' o 'mariposas en la tripa'.
Nos guste o no, los besos son una parte importante y fundamental de nuestra psique y nos califican como humanos que somos. Y, aún a día de hoy, algunos dan la vuelta al mundo, da igual el año en el que nos encontremos, siguen fascinando. Pueden ser dos desconocidos que son retratados celebrando de esta manera el día de la victoria sobre Japón en Times Square, o Sara Carbonero e Iker Casillas besándose en el Mundial. Incluso durante la Filomena los medios del país se volcaron obsesivamente en encontrar a una anónima pareja que se besaba bajo la nieve en Madrid.
Qué tienen los besos
¿Qué tienen los besos? En primer lugar, algo simple: son adictivos. Diversas investigaciones han demostrado que el acto de besar promueve la liberación de dopamina y serotonina, consiguiendo que las pupilas se dilaten, aumente la sudoración, se acelere el ritmo cardíaco y, por supuesto y como si de una droga se tratase, surja la necesidad de seguir besando a la otra persona. No solo eso, también disminuyen los niveles en sangre del cortisol (la hormona del estrés), lo que nos relaja. En definitiva, son todo ventajas, aunque no nos confundamos, pues somos selectivos y no besamos a todo el mundo.
Un estudio de junio de 1995 llegó a la conclusión de que las mujeres besan a los hombres cuyo olor corporal se asocia a genes inmunológicos complementarios a los suyos, en pos de tener una mejor descendencia. Es decir, besan para evaluar a su potencial pareja. Ellos, por su parte, según otras investigaciones, besan para introducir hormonas sexuales y proteínas que hacen que su pareja sea más receptiva sexualmente. Nuestros labios tienen muchísimas terminaciones nerviosas, cuando los presionamos contra otros labios o una piel, simplemente nos sentimos bien.
Además, las investigaciones han demostrado que su efecto curativo es tal que: pueden aliviar el dolor de cabeza, están relacionados con mejoras en el colesterol según un estudio de 2009, pueden fortalecer el sistema inmunológico o incluso reducir la presión arterial, según la autora Andrea Demirjian.
Pero, ¿todos nos besamos igual?
Decíamos al principio del artículo que los besos en los labios son algo que nos define como humanos y que está en nuestra cultura. Sin embargo, algunos estudios apuntan que podrían no ser así del todo: según una investigación sobre las preferencias de besos, nuestros antepasados podrían no haber demostrado el amor de la misma manera hasta el punto de que a los cazadores-recolectores podrían haber considerado repugnante la idea. La evidencia es que si los grupos modernos de cazadores-recolectores no practican los besos románticos, es posible que nuestros antepasados tampoco lo hicieran.
Hay textos sánscritos védicos hindúes de hace más de 3.500 años que sí hablan de besarse en los labios, algo así como 'inhalar el alma del otro'
Sin embargo, las opiniones están divididas: mientras que algunas representaciones egipcias muestran a sus ciudadanos con los rostros cercanos (pero sin besarse), hay textos sánscritos védicos hindúes de hace más de 3.500 años que sí hablan de besarse en los labios, algo así como 'inhalar el alma del otro'. Esa manera de besar se podría haber extendido a Occidente, según algunos expertos, cuando Alejandro Magno comenzó su conquista de la India en el 327 a.C.
Eso sí, aunque ni entre humanos nos pongamos de acuerdo, algunos de nuestros parientes 'más cercanos', como son los chimpancés y los bonobós, se besan. Para los primeros es una forma de reconciliación, pero los segundos son más sexuales y lo suelen hacer con lengua. Son excepciones, en realidad, pues hasta donde se sabe los demás animales no se besan en absoluto.
Hablábamos al principio de la importancia del olor corporal desde un punto de vista reproductivo. Al besarnos, además de intercambiar saliva, tenemos cerca el aroma del ser amado, lo que podría explicar por qué al final el beso se ha convertido en esa expresión de amor entre dos personas. En las culturas en las que los besos dignos de Hollywood no son tan predominantes la cercanía es igualmente importante: ejemplo de ello es el 'hongi', el saludo tradicional Māori, con el que las personas presionan sus narices y 'comparten el aliento de vida'. De cualquier manera, vistos los beneficios que producen los besos, los neozelandeses pueden quedarse con el hongi.
"Con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar", así describe Julio Cortázar en el que es probablemente el capítulo más conocido de 'Rayuela' cómo son esos escasos instantes anteriores a acercar el rostro al de la persona amada, antes de fundirse en un beso.