Dos razones por las que los jefes prefieren el presentismo a la productividad laboral
El efecto de mera exposición y el efecto halo son la explicación a por qué sigue habiendo calientasillas en el trabajo en pleno siglo XXI
Yo tenía un compañero que llegaba cada día una hora después de que comenzara su jornada laboral. Todos nos preguntábamos qué tipo de bula tenía con su jefe, con el que estaba a partir un piñón, pero no tardamos en descubrirlo: siempre se quedaba en la oficina hasta 5 minutos después de que su responsable se hubiera marchado, dando la impresión de que trabajaba mucho más que los demás.
Si has trabajado en una empresa grande sabrás que, entre todos los trabajadores, siempre hay varios calientasillas. Esos empleados que, aunque hayan terminado su turno hace tiempo, no abandonan su puesto antes de que lo haga su jefe con una intención muy clara: que siempre les vean trabajando, aunque se marchen tan solo un minuto después de que lo haya hecho su superior.
Eso nos lleva a una pregunta: ¿los jefes prefieren presentismo laboralo productividad? Lo cierto es que la pandemia y el teletrabajo podían haber hecho que estos roles quedaran temporalmente en el olvido y que los directores de oficina, encargados de equipos, etc. reevaluaran el trabajo de sus empleados sin ver personalmente el tiempo que están sentados en la silla.
Efecto halo y de mera exposición
Pero lo que podría ser una oportunidad, parece que no lo es tanto. Ese presentismo tan denostado por quienes apuestan por la productividad sigue dándose hoy en día, en pleno cambio de nuestras costumbres. Los calientasillas están más horas que nunca pegados a su escritorio y siguen respondiendo correos a horas intempestivas para demostrar su compromiso.
El calientasillas profesional no se va hasta que no lo hace su jefe
Leigh Thompson, profesor de administración y organizaciones de la Universidad de Northwestern, en Estados Unidos, explica a la BBC que el éxito del presentismo está basado en dos fenómenos psicológicos: el efecto de mera exposición y el efecto halo.
El primero determina que estar más tiempo con alguien desarrolla afinidad por esa persona: "Si he visto a una persona 10 veces por cada vez que he visto a otra, naturalmente me va a gustar más. Uno puede pensar: 'Me gusta su sonrisa, me gusta su actitud, podría ser un buen líder'". Y, sin darse cuenta, ya tiene candidato para un ascenso.
El efecto halo, por su parte, consiste en asociar ideas positivas sobre alguien con su carácter real: "Empiezas a pensar que la persona que te trae café o te pregunta sobre tu fin de semana parece 'un chico dulce', y luego das el paso mental de asumir que también es un trabajador productivo. Porque eres amable, inmediatamente llego a la conclusión de que 'este tipo también debe ser un gran trabajador', aunque no me has dado ninguna prueba de que lo seas".
¿Presentismo también desde casa?
Varios estudios han revelado que, durante la pandemia, el tiempo de trabajo diario aumentó más de media hora en países como Reino Unido… y en España puede ser incluso más. Todo tiene que ver con un mantra: si mi compañero de trabajo sigue online, yo también. Porque el problema es que muchos jefes solo se dan cuenta de aquellos que están visibles en todo momento, asociando su presentismo a una productividad que no existe.
Scott Sonenshein, profesor de comportamiento organizacional en la Universidad Rice de Houston, señala que en fábricas y trabajos de cara al público es más fácil medir la productividad. Sin embargo, "a medida que cambiamos a una economía del conocimiento, es mucho más difícil medir realmente la producción".
Acabar con el presentismo no es fácil y requiere de un interés por parte de todos los estamentos de la empresa. Según Sonenshein, un comportamiento más saludable por parte de los líderes es imprescindible. Es necesario abandonar el trabajo, desconectar, dejar de presionar a otros trabajadores para que hagan lo mismo, ya que todo eso desemboca en un ambiente de trabajo tóxico.
Muchas personas trabajan aún más horas desde que llegó la pandemia
Pero son los jefes los que tienen que dar un paso adelante y dejar a un lado los prejuicios para utilizar métricas que les ayuden a entender la productividad de cada empleado. Desafortunadamente, expertos como Scott Sonenshein no ven una salida fácil a este problema y apuestan porque, aunque la pandemia dio la excusa perfecta para cambiar las cosas, esto no va a suceder.
Yo tenía un compañero que llegaba cada día una hora después de que comenzara su jornada laboral. Todos nos preguntábamos qué tipo de bula tenía con su jefe, con el que estaba a partir un piñón, pero no tardamos en descubrirlo: siempre se quedaba en la oficina hasta 5 minutos después de que su responsable se hubiera marchado, dando la impresión de que trabajaba mucho más que los demás.