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Por qué vemos la nieve blanca y no transparente como el agua o el hielo
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Por qué vemos la nieve blanca y no transparente como el agua o el hielo

¿Alguna vez te has preguntado por qué la nieve que se acumula en el suelo tiene ese color blanquecino tan puro? La razón reside en la forma en que se refleja, absorbe o penetra la luz en ella

Foto: Unos molinos toledanos tras el paso de la borrasca Filomena. (Manu Reino/ EFE)
Unos molinos toledanos tras el paso de la borrasca Filomena. (Manu Reino/ EFE)

Tras el paso de la borrasca Filomena, nuestras ciudades amanecieron teñidas de blanco. Sin duda, una delicia para la vista debido a lo poco que estamos acostumbrados a ver tanta nieve, por desgracia demasiada. Todavía son muchas las metrópolis, como Madrid, que siguen sin recuperar la vida normal en sus aceras a causa de tan copiosa nevada.

Una de las preguntas que has podido hacerte estos días es por qué la nieve es blanca o, más bien, por qué nuestros ojos la ven con ese color. En realidad, si solo es agua debería de tener una tonalidad transparente, al igual que el hielo que se forma en nuestros frigoríficos y congeladores, que como mucho tiende a verse translúcido. Por ello, es más que curioso el blanco puro que posee la nieve, que si se ve reflejada por la luz del sol nuestros ojos pueden llegar a resentirse ante tanta claridad.

"La clave reside en cómo la luz interactúa con una sola superficie, como un cristal o una placa de hielo, en comparación con superficies fragmentadas"

"Si tomas un trozo de vidrio, como el cristal de una ventana, ves que es transparente, pero si luego sacas un martillo y lo rompes en pequeños trozos, verás como se hace blanco", asegura Kenneth Libbrecht, profesor de física en el Instituto de Tecnología de California, al ser preguntado por qué la nieve es tan blanca. Libbrecht dirige una página web que sube contenidos sobre los fenómenos físicos que se dan en un copo de nieve, por lo que quizás es la persona más indicada para responder a esta cuestión.

La explicación

"La clave reside en cómo la luz interactúa con una sola superficie, como puede ser una ventana o una placa de hielo, en comparación con superficies fragmentadas, como vidrios rotos o copos de nieve", explica en 'Live Science'. Según las teorías ópticas, cuando la luz golpea un objeto pasa a través de él si es transparente, queda absorbida si es translúcido o se refleja, rebotando en su superfice (si es opaco). Cuando la luz incide en una superficie lisa y plana como el vidrio o el hielo, sus rayos visibles tienden a pasar directamente sin que se interrumpa su trayectoria. Y debido a que nuestros ojos solo ven objetos al procesar las ondas de luz que se reflejan en ellos o que se absorben, es por ello por lo que el vidrio o el hielo a menudo tienden a verse blanquecinos cuando se rompen, reconocen desde 'Popular Mechanics'.

"A medida que la luz penetra por el interior del hielo se esparce entre miles de cristales en su viaje. Cuanto más viaja, más veces se dispersa"

Cuando el vidrio se rompe ya no es solo una superficie la que refleja la luz, sino varias de carácter muy irregular. Al impactar la luz, esta se refleja y dispersa en todas las direcciones, como ocurre con los copos de nieve. Estos, a su vez, están formados por cientos de cristales de hielo diminutos que varían de forma y estructura, tal y como podemos comprobar si sostenemos en nuestra mano uno de ellos. Debido a que la luz que incide en esta serie de pequeños fragmentos de hielo se refleja por igual, estos rayos incluyen todos los colores de los que se compone las ondas de luz visible, los del arco iris, que juntos parecen blancos. Por ello, nuestro ojo solo ve un blanco muy puro al mirar la nieve.

¿Qué sucede cuando avistamos o miramos trozos de hielo compactos mucho más grandes como, por ejemplo, un iceberg? En este caso el color blanquecino se oscurecerá un poco y tornará a ser un azul claro. ¿A qué se debe esto? Libbrecht explica que sucede porque la luz entra a través de las grietas y hendiduras del hielo en lugar de reflejarse en su estructura, razón por la que queda atrapada.

Foto: El A68a lleva tres años flotando y aún conserva el 70% de su masa. (Foto: Twitter)

"A medida que la luz viaja por el interior de la nieve y el hielo es esparcida por miles de cristales en su viaje", asegura el experto. "Cuanto más viaja, más veces se dispersa. Debido a que el agua y el hielo absorben preferentemente más luz roja que luz azul, cuando los rayos de luz emergen finalmente de las capas de hielo lo hacen en longitudes de onda azules más cortas en lugar de longitudes de onda rojiza más largas que las que se reflejan en nuestros ojos. Cuanto más se repita esta dispersión lumínica, más notorio será el tono azulado". De ahí que se necesiten al menos un metro de grosor de hielo o nieve para apreciar un tono distinto al blanco, que en este caso es el azul.

Tras el paso de la borrasca Filomena, nuestras ciudades amanecieron teñidas de blanco. Sin duda, una delicia para la vista debido a lo poco que estamos acostumbrados a ver tanta nieve, por desgracia demasiada. Todavía son muchas las metrópolis, como Madrid, que siguen sin recuperar la vida normal en sus aceras a causa de tan copiosa nevada.

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