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Ni en los libros ni en los parlamentos: la democracia occidental nació en las tabernas
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LAS 'DRINKING HOUSES'

Ni en los libros ni en los parlamentos: la democracia occidental nació en las tabernas

Estos lugares "violentos, contradictorios y excluyentes" sirvieron de ejemplo para controlar a una sociedad cada vez más diversa y con tremendos conflictos en su seno

Foto: Escena de una taberna. (David Teniers II, Galería Nacional de Washington)
Escena de una taberna. (David Teniers II, Galería Nacional de Washington)

"Allí donde se asentaron los españoles, lo primero que hicieron fue construir una iglesia; la primera cosa que hicieron los holandeses en una nueva colonia fue construir un fuerte; pero la primera cosa que hicieron los ingleses ya fuera en el lugar más remoto del planeta o entre los más bárbaros indios, fue levantar una taberna". Así se jactaba en el año 1708 el capitán británico Thomas Walduck para dejar patente la profunda querencia por los bares y locales de servicio de bebidas espirituosas en todas sus conquistas coloniales.

Lugares en los que conversar y deleitarse 'al calor del amor en un bar', como decía la canción, y en los que sin duda terminaron mezclándose todas las clases sociales de la época, tanto trabajadores emigrantes de las metrópolis invasoras, políticos, funcionarios o meros exploradores que se daban cita para hablar de lo divino y lo humano y beber sin tregua ni arrepentimiento. Pero también lugares de exclusión, cuya entrada estaba prohibida a las minorías étnicas, mujeres y clases bajas, que son reflejo a su vez de las desigualdades y conflictos que atenazan a la sociedad global del presente, y por las que los movimientos sociales de última generación luchan a día de hoy para llegar a esa utópica igualdad de derechos y oportunidades, que el filósofo Alexis de Tocqueville previsualizó en su canónica obra 'La democracia en América'.

"Las tabernas fueron la cuna de la revolución, una isla de libertad, un confortable lugar para la conversación"

Ahora que la pandemia de coronavirus ha sacudido fuertemente a nuestra industria hostelera y muchas ciudades ordenaron cerrar los locales, merece la pena rescatar de la historia el decisivo papel que muchos de estos espacios, siempre frecuentados al inicio por hombres coloniales (entre los que también había clases y jerarquías), tuvieron a la hora de alumbrar las ideas democráticas que más tarde se extendieron desde Estados Unidos a Europa, que por entonces todavía estaba bajo el orden de la monarquía absolutista.

Los bares y la clase media blanca

"A mediados del siglo XVIII, Estados Unidos albergaba ya un gran conjunto de tabernas para un grupo diverso de clientes", escribe Vaughn Scribner, profesor de historia en la Universidad Central de Arkansas, en un interesante artículo publicado en 'Aeon' que trata de cómo estos lugares pronto se convirtieron en un punto de encuentro entre los diferentes estratos sociales de las colonias americanas. "Las florecientes clases medias de las colonias empezaron a comprar y vender mercancías, contemplar criaturas exóticas como camellos o leopardos o escuchar una conferencia ambulante en tabernas urbanas y rurales. Mientras, los colonos de clase baja disfrutaban del acceso a una variedad de tabernas donde podían tomar una pinta, obtener un préstamo o una cama para pasar la noche. Las tabernas rurales, al final, ofrecieron a los viajeros y lugareños descanso y conexión social a lo largo de la creciente red de carreteras de América del Norte".

"Las interacciones sociales de la taberna sentaron las bases para el futuro incongruente y siempre contradictorio de Estados Unidos"

Las tabernas de las colonias británicas, en definitiva, fueron el tubo de ensayo de cómo reunir a diferentes grupos sociales en un entorno hosco y rudo en el que las disputas verbales, y en ocasiones también físicas, se daban cita, y a su vez mantener el orden. "Los colonos que ostentaban poder no veían la taberna como un espacio ideal de la sociedad civil en el que todo el mundo pudiera mezclarse con sus electores coloniales", asevera Scribner. "Más bien, buscaban controlar el espacio de la taberna de la misma forma que pugnaban por controlar la sociedad británico-estadounidense. Sin embargo, a medida que avanzó el siglo, las élites coloniales se empezaron a sentir cada vez más ofendidas por las costumbres 'toscas' de las clases bajas. Los conflictos de los de abajo sirvieron de pretexto para instaurar la diferencia de clases que tanto ansiaban los de arriba, y en ningún lugar se producían de manera más obvia como en una taberna".

Según narra el periodista en su artículo de 'Aeon', en 1764 un hombre en estado ebrio salió a trompicones de una taberna de la ciudad de Nueva York gritando y lanzando sus excrementos contra la multitud. En lugar de disculparse ante los presentes, comenzó a maldecir al gobierno local y al orden religioso. Esto solo fue un ejemplo de tantos que llevaron a los líderes coloniales a pretender acentuar esa separación entre las distintas clases. "Como sucede con tanta frecuencia cuando los hombres blancos y poderosos se sienten amenazados, se unieron para designar y señalar al 'otro'", recalca Scribner.

Ni esclavos, ni mujeres, ni negros

Uno de los ejemplos más infames de estos esfuerzos por parte de los líderes coloniales para que las minorías étnicas y los esclavos no pudieran asistir a las tabernas ocurrió en 1741, también en Nueva York, cuando un incendio en un edificio desató los temores de una potencial rebelión de los esclavos. "Los colonos señalaron a John Hughson, un zapatero pobre y analfabeto que regentaba una taberna sin licencia establecida en su propia casa", relata el periodista. "Después de un juicio falso, se condenaron a 13 hombres negros a la hoguera, a 17 a la horca y otros 70 fueron vendidos como esclavos en el Caribe". Pero no solo los negros tenían prohibido frecuentar los bares y tabernas, también las mujeres y los blancos de escala inferior en la pirámide social.

"(Hay que) mantener al Leviatán de la sociedad civil bajo un régimen de disciplina y orden para que este animal frenético no se autodestruya"

"Violento, contradictorio, caprichoso y excluyente", concluye Scribner. "Estas son los adjetivos que podrían aplicarse a las primeras tabernas estadounidenses y a esa incipiente sociedad civil. A las élites les gustaba pensar que sembraron las bases de la civilización de Estados Unidos al instituir medidas de orden, control y diferencia". Unas pautas que sin duda contribuyeron al estallido de la Revolución Americana y por tanto a la abolición de la esclavitud, pero también a la división social entre clases y razas. Uno de los padres fundadores de Estados Unidos, Alexander Hamilton, expresó una frase que todavía puede aplicarse al país norteamericano de nuestros días: "(hay que) mantener al gran Leviatán de la sociedad civil bajo un régimen de disciplina y orden para que este animal frenético no se autodestruya". Y a lo que Scribner añade: "De los exabruptos a la bacanal, del conflicto de clases a la camaradería, las interacciones sociales de la taberna sentaron las bases para el futuro incongruente y siempre contradictorio de Estados Unidos".

Los estadounidenses y el alcohol: una relación conflictiva

Una de las autoras que más ha explorado el papel histórico que tienen las bebidas espirituosas en una nación como Estados Unidos es Susan Cheever. Hija de un padre alcohólico, el también escritor John Cheever, en su obra 'Drinking in America: Our Secret History' disecciona la bipolaridad de los estadounidenses en su dipsomanía. "Los colonos que llegaban de Inglaterra tenían dos modos diferentes de beber y Norteamérica oscilaría cíclicamente desde entonces entre estos dos: uno, consideraba comer y beber como una libertad esencial y el otro quería limitarla mediante leyes y restricciones según edad u horas para hacerlo", asegura un interesante análisis del libro de la autora. "El primero, llevó a la alcoholización masiva de 1830 en adelante, y el segundo a su prohibición en la ley seca", que en este caso llegó un siglo después, de 1920 a 1933.

"Las tabernas fueron la cuna de la revolución", escribe la autora, "una isla de libertad, un confortable lugar para la conversación". En los primeros años del siglo XVIII, las colonias eran famosas por su consumo exagerado de alcohol. "Se estaban convirtiendo en una nación de borrachos. Beber era la norma entre todas las capas de la población hasta el punto de que los jueces estaban frecuentemente borrachos. Se bebía en las bodas, y en los funerales, bebían los niños, los escolares, los campesinos y los universitarios. Se bebía al levantarse, en la comida, en la tarde y en la cena".

Foto: Charlie Parker con el Thelonious Monk Trio en el Open Door (Bob Parent)

"Estoy seguro de que los americanos no pueden hacer nada sin beber. Si se reúnen con alguien, beben; si conocen a alguien, beben; si cierran un negocio, beben; si discuten, beben; si hacen las paces, beben...", redactó el marino y novelista británico Frederick Marryat, asombrado por el que él mismo consideraba "el pueblo más alcoholizado del mundo" en el primer tercio del siglo XIX. Si tienes más curiosidad por conocer esta peculiar y compulsiva relación de los estadounidenses con el alcohol y profundizar más en todos los detalles, no dudes en leer el libro de Cheever, o en su defecto, este fantástico resumen del mismo publicado aquí.

"Allí donde se asentaron los españoles, lo primero que hicieron fue construir una iglesia; la primera cosa que hicieron los holandeses en una nueva colonia fue construir un fuerte; pero la primera cosa que hicieron los ingleses ya fuera en el lugar más remoto del planeta o entre los más bárbaros indios, fue levantar una taberna". Así se jactaba en el año 1708 el capitán británico Thomas Walduck para dejar patente la profunda querencia por los bares y locales de servicio de bebidas espirituosas en todas sus conquistas coloniales.

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