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¿Y si nos confinan en invierno? Estos pueblos de Noruega nos pueden enseñar a aguantarlo
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¿Y si nos confinan en invierno? Estos pueblos de Noruega nos pueden enseñar a aguantarlo

La psicóloga Kari Leibowitz se fue a las regiones más al norte de Noruega para estudiar cómo se enfrentaban a la oscuridad y al frío sus ciudadanos. Esto es lo que descubrió

Foto: Henningsvær (Noruega). Fuente: iStock
Henningsvær (Noruega). Fuente: iStock

El otoño ya ha comenzado. Atrás quedó el verano, sin duda uno de los más raros de nuestra vida a raíz de la pandemia de coronavirus. Ahora, ya solo nos queda esperar la venida del frío y despedirnos de esos anocheceres vespertinos: dentro de poco volveremos a retrasar la hora y el sol se pondrá entre las seis y siete de la tarde. Y, para entonces, nos daremos de bruces con la oscuridad y el frescor del incipiente invierno.

Son muchas las personas que notan un gran cambio en su ánimo a medida que los días se vayan haciendo más cortos y las noches más largas. A ello hay que sumarle una situación inédita en nuestra historia, como viene a ser el miedo al contagio o a estar confinados, por lo que se puede decir que este otoño será una estación atípica que muchos piensan que pasaremos mayoritariamente en casa. A pesar de haber vivido ya una cuarentena larga, después de ella vino el verano. Por ello, la perspectiva ante varios meses de duro invierno encerrados no se nos antoja nada halagüeña.

Tromsø tan solo tiene tres horas de luz solar al día. A pesar de este hecho, sus habitantes no muestran ningún síntoma de depresión invernal

Que se lo digan a Kari Leibowitz, una ciudadana de Estados Unidos que se marchó a vivir a Tromsø, una ciudad de Noruega localizada a 322 kilómetros del Círculo Polar Ártico. Allí fue a estudiar lo que se conoce como el "trastorno afectivo estacional" (conocido por las siglas SAD en inglés, paradójicamente), el cual alude al bajón físico y emocional que provoca pasar tantos días sin ver el sol y con temperaturas muy bajas en el ambiente. En concreto, esta ciudad noruega no ve la luz del sol desde mediados de noviembre hasta enero, por lo que la vida allí resulta de lo más hostil si eres de paisajes soleados y climas cálidos.

Aunque el SAD acaba remitiendo con el paso de los días y las semanas, a medida que el cuerpo y la mente se acostumbran, son muchas las personas que, normalmente con antecedentes previos de depresión o estrés crónico, lo pasan fatal en estas épocas del año. En los meses de verano, la luz del sol cae sobre Tromsø tan solo durante tres horas al día. A pesar de este hecho, que sin duda asustará a más de uno, sus habitantes no muestran ningún síntoma de depresión invernal, o al menos no tanto como se podría pensar de una ciudad sumida en la casi perpetua oscuridad, según informa 'The Guardian'.

La escala de mentalidad invernal

Un estudio de la Universidad de Tromsø refleja que los niveles de bienestar de sus ciudadanos a lo largo del año entre sus vecinos apenas cambiaba. Lo único, obviamente, era una modificación en sus ritmos de sueño, los cuales se veían inevitablemente alterados; pero por lo demás, no hubo un repute significativo de su angustia mental durante el invierno. Hay que tener en cuenta que dicha investigación fue realizada por la universidad local, de ahí que a lo mejor se muestra tan optimista en los resultados sobre la calidad de vida de Tromsø.

A pesar de todo ello, Leibowitz viajó allí para analizar en produndidad la psicología de los residentes en esta remota ciudad noruega para descubrir cómo se anteponían a estas circunstancias tan duras. ¿La conclusión de su investigación? Los habitantes de Tromsø tenían una mentalidad muy particular a la hora de enfrentarse al invierno. Básicamente, consistía en la noción de supervivencia o como la psicóloga afirma en el artículo de 'The Guardian', de "desafío".

Foto: Arnold Schwazenegger,. (Imgur)

"El enfoque mental puede tener una influencia muy poderosa a la hora de enfrentarnos a las cosas", aseguar Leibowitz. "Las personas que ven los acontecimientos angustiantes o estresantes como desafíos, como oportunidades de las que aprender y adaptarse, tienden a sobrellevarlo mucho mejor quee aquellos que se enfocan más en los aspectos amenazantes, la posibilidad que hay de fracasar o la vergüenza. Estas diferencias no solo influyen en el estado de ánimo, sino también en sus respuestas fisiológicas".

Evidentemente, ante cualquier dificultad que se nos presente, dependerá de nuestra fortaleza mental, las circunstancias o los recursos que tengamos para gestionarla. Pero a veces es posible cambiar de manera consciente la valoración que le damos a una situación. Para probar la capacidad de adaptación de los habitantes de Tromsø al frío extremo y la oscuridad nocturna, Leibowitz diseñó lo que se conoce como "escala de mentalidad de invierno", un experimento en el que pidió a los participantes que calificaran cuánto estaban de acuerdo o en desacuerdo con una serie de declaraciones.

La mentalidad positiva es más común donde más se necesita. Ante situaciones difíciles, no queda más remedio que pensar en positivo

Aquellas que tenían un rasgo positivo eran: "Hay muchas cosas para disfrutar en el invierno"; "me encanta la comodidad de los meses de invierno" o "el invierno trae muchos cambios estacionales maravillosos". Y, al contrario, las negativas eran: "El invierno es una época del año crítica"; "hay muchas cosas que no me gustan del invierno" o "el invierno es aburrido". ¿Con cuál de ellas te sentirías tú más identificado?

Leibowitz descubrió que aquellas personas que puntuaban más alto las positivas encaraban mucho mejor la temporada invernal que aquellas que a priori consideraban que el invierno no les gustaba nada. Además, estas personas tenían unas puntuaciones mása altas en satisfacción vital y salud mental, en general. Lo más sorprendente y llamativo fue que la psicóloga descubrió que cuanto más al norte, más actitud positiva tenían los habitantes de las diferentes regiones norteñas. Por ejemplo, los residentes de Svalbard (a 78 grados de latitud) tenían una mentalidad más positiva que las de Tromsø (69 grados norte), aun mucho más optimistas que los que vivían en Oslo, la capital de Noruega (60 grados al norte). En otras palabras, "la mentalidad positiva frente al invierno es más común donde más se necesita", concluye Leibowitz. O lo que es lo mismo, ante situaciones difíciles y excepcionales, no queda más remedio que pensar en positivo.

Un invierno diferente

¿Cómo estaremos de ánimo en caso de que tengamos que encerrarnos en casa a pasar el invierno? Hay que pensar que no todo son malas noticias o que la perspectiva no es tan mala del todo. En primer lugar, ya tenemos experiencia confinados. Y, por otro lado, si en el exterior hace muchísimo frío, tendremos más ganas de estar en casa. A más de uno es probable que ya no le queden series ni películas por ver, pero bien podría aprovechar este invierno tan casero para desarrollar alguna habilidad que siempre quiso desempeñar o un hobbie. Y también para ponerse en forma y realizar ejercicio físico, aunque sea en casa

También hay que pensar en que ya queda menos para el fin de la pandemia. Aunque todavía no se sabe (y son muchas las evidencias que apuntan a que no lo llegaremos a saber con exactitud hasta que empiece a remitir), el verano que viene puede que ya haya pasado lo peor. Y durante este otoño e invierno no hará buen tiempo que nos incite a salir, como en el confinamiento de primavera. Por tanto, para todo aquel que sufra más temor de lo normal ante la perspectiva de pasar estos meses fríos que vienen confinados, será mejor que su enfoque mental apunte en positivo desde un inicio, y luego ya veremos.

El otoño ya ha comenzado. Atrás quedó el verano, sin duda uno de los más raros de nuestra vida a raíz de la pandemia de coronavirus. Ahora, ya solo nos queda esperar la venida del frío y despedirnos de esos anocheceres vespertinos: dentro de poco volveremos a retrasar la hora y el sol se pondrá entre las seis y siete de la tarde. Y, para entonces, nos daremos de bruces con la oscuridad y el frescor del incipiente invierno.

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