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Por qué Singapur está quedándose sin cementerios
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SIN SITIO PARA LOS MUERTOS

Por qué Singapur está quedándose sin cementerios

El desarrollo urbanístico y tecnológico de esta ciudad-estado ha obligado a sus habitantes a exhumar a sus antepasados y realojar sus restos a columbarios en forma de cenizas

Foto: Kranji War Cemetery (Singapur). Fuente: iStock
Kranji War Cemetery (Singapur). Fuente: iStock

A veces, el valor de una sociedad se mide en el respeto que guarda a sus fallecidos. El desarrollo industrial y tecnológico de grandes países en ocasiones puede hacer que los monumentos de recuerdo a los muertos pierdan importancia, incluso, tiendan a desaparecer. Al fin y al cabo, una de las máximas del capitalismo global más subliminales es la invisibilización de nuestra condición de seres vivos que algún día mueren. La espiral de consumo en la que nos hayamos nos hace olvidar que siempre existe un final, o en todo caso evitar que se piense y reflexione en torno a ello.

En ciudades-estado como Singapur, uno de los países más desarrollados del continente asiático y uno de los grandes centros tecnológicos del mundo, están reubicando los lugares de culto a sus muertos en pos de la construcción de infraestructuras más modernas. En 1978, había un total de 213 cementerios grandes y pequeños repartidos por todo su territorio insular. Hay que tener en cuenta que el país es más pequeño que la ciudad de Nueva York, con cerca de 447 kilómetros cuadrados. En 2011, tan solo quedaban 60 camposantos, según informa un artículo sobre el tema publicado en 'Atlas Obscura'.

Dada la escasez de terreno, los precios por un solo nicho pueden ascender a 7.000 dólares, quedando más baratos aquellos espacios menos visibles

Muchas fincas de edificios y centros comerciales se asientan en antiguos cementerios, desde el distrito comercial más popular de Singapur, Orchard Road, hasta barrios residenciales en el centro de esta ciudad-estado. Aunque muchos de ellos han sido demolidos, los pocos que quedan sirven como recordatorio de la infinidad de comunidades que han poblado el país. Por ejemplo, el Japanese Cemetery Park, que se remonta a 1891 y en el se encuentran los primeros colonos japoneses, desde soldados hasta comerciantes, pasando por mujeres traídas a Singapur como trabajadoras sexuales.

Procesos de exhumación

El gobierno impone que los restos de los fallecidos que sean enterrados solo puedan permanecer por un período de 15 años. Uno de los que todavía resisten, el cementerio de Choa Chu Kang, fue sujeto a una norma de 2017 por la cual debía exhumarse progresivamente para hacer espacio para la expansión de una base aérea. Esto quiere decir que más de 80.000 tumbas deben ser reubicadas. El de Bukit Brown lleva desde 2013 en este proceso de exhumación que llevó a que los ciudadanos protestaran en la calle debido que este es el lugar de reposo de figuras históricas de gran relevancia, además de ser el hogar de una cuarta parte de las especies de aves del país. Sin embargo, ya fue demolido para dejar espacio a una nueva carretera.

Los casi seis millones de residentes en un país tan pequeño hacen que la industria prospere y reste espacio a los camposantos

¿Qué hacen con los restos funerarios que antaño estaban enterrados? En primer lugar, sacarlos de sus tumbas en un ritual religioso, mayoritariamente taoísta, que involucra a los familiares y seres queridos del fallecido. Con sumo respeto y veneración, los trasladan a un crematorio para incinerarles. ¿Y después? Las cenizas se alojan en monasterios y lugares de culto. Como por ejemplo, el Kong Meng San Phor Karl See, el más grande de todo Singapur, con dos columbarios dedicados a almacenar las cenizas.

Los nichos para cada conjunto de cenizas se organizan en bloques y se alinean en filas dentro de una sala con aire acondicionado. Algunos están tan altos que ni siquiera la vista los puede alcanzar, tocando el techo. Ahora, con la crisis del coronavirus, las visitas solo pueden realizarse con cita previa, las mascarillas son evidentemente obligatorias y los grupos están restringidos a solo cinco personas como máximo que convivan juntas.

Foto: Foto: iStock.

Morirse no es barato en Singapur. Dada la escasez de terreno, los precios por un solo nicho pueden ascender a 7.000 dólares (alrededor de 6.245 euros), quedando más baratos aquellos espacios que son menos visibles dentro de los monasterios. Obviamente, el enclave no es del todo cómodo o íntimo para ir a velar a tus seres queridos. "Solíamos reunirnos a las siete de la mañana en casa de mi padre y luego íbamos al cementerio, barríamos la tumba y hacíamos un picnic todos juntos. Esto ya no podríamos hacerlo aquí", explica Tan Yin Lin, autora del artículo en 'Atlas Obscura'.

En el columbario no cuenta con el espacio suficiente como para colocar las clásicas ofrendas de arroz y cerdo asado. Para paliar esta falta de espacio, el monasterio tiene un jardín exterior donde las familias pueden organizar fiestas para honrar a los muertos. Otro rito, como es el de quemar papel de incienso, también se ha simplificado para lograr la máxima eficiencia: ahora se hace a través de un crematorio ecológico en una estructura de estacionamiento cercana, donde el personal recogen el papel de las familias y lo queman a granel.

La reconstrucción urbana exige que los muertos dejen paso a los vivos. Los ritos y el culto a los ancestros se desarraigan de la cultura del país

Los casi seis millones de residentes en una ciudad-estado de territorio tan pequeño hacen que la industria inmobiliaria y la construcción de infraestructuras prospere y reste espacio a los camposantos. Ante esta obligación de realojar a los fallecidos, muchas familias también optan por lanzar las cenizas de sus antepasados al mar. No hay que olvidar que un apartamento de lujo en el centro de la metrópoli puede llegar a costar miles de dólares por metro cuadrado.

"La reconstrucción urbana exige que los muertos dejen paso a los vivos", observa Tan Yin Lin. "A raíz de esto, los ritos funerarios taoístas y el culto a los ancestros se desarraigan de la cultura del país, junto con sus lugares dedicados a ellos". Otro ejemplo más de cómo esta sociedad de frenético desarrollo en la que nos encontramos cada vez exige más tener el punto de vista siempre fijo en el presente, y a la fuerza, recordar menos el pasado o pensar que, en cualquier momento, podemos desaparecer.

A veces, el valor de una sociedad se mide en el respeto que guarda a sus fallecidos. El desarrollo industrial y tecnológico de grandes países en ocasiones puede hacer que los monumentos de recuerdo a los muertos pierdan importancia, incluso, tiendan a desaparecer. Al fin y al cabo, una de las máximas del capitalismo global más subliminales es la invisibilización de nuestra condición de seres vivos que algún día mueren. La espiral de consumo en la que nos hayamos nos hace olvidar que siempre existe un final, o en todo caso evitar que se piense y reflexione en torno a ello.

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