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El plan sexual de la NASA: así se hará el amor en el espacio
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El plan sexual de la NASA: así se hará el amor en el espacio

"Ahí arriba nadie puede oír tus gritos", que decía el eslogan de la película 'Alien'. Ni tampoco tus orgasmos. La ciencia estudia cómo abordar la sexualidad en naves espaciales

Foto: Y en esa noche oscura, nos encontramos... (iStock)
Y en esa noche oscura, nos encontramos... (iStock)

Mark Lee y Jan Davis se conocieron en algún momento de 1992. Nadie advirtió que cuando estaban juntos saltaban chispas entre ellos, y a su pesar, no les quedó otro remedio que ocultarlo. Ambos estaban siendo entrenados por la NASA para una importante misión espacial a bordo del trasbordador Endeavour. Durante todo un año, quedaron en secreto en sus ratos libres. Hasta que semanas antes de poner en marcha la misión, decidieron casarse. No sentó nada bien a sus superiores, pero no encontraron ninguna forma de justificar la suspensión del programa. Por ello, los dos enamorados vivieron la que podría ser la luna de miel más remota de la historia, a miles de kilómetros del suelo y sin gravedad. Es inevitable pensar mal a la hora de imaginar cómo fue aquella misión.

A partir de ese momento, la NASA ha adecuado sus políticas para prohibir que haya matrimonios o relaciones afectivas a bordo de naves espaciales. Evidentemente, el hecho de llevar a personas al espacio supone armar previamente una planificación tan rigurosa que las relaciones que entablan los tripulantes también deben vigilarse con lupa, ya que podrían provocar un terremoto en los interiores de la nave que restaría las posibilidades de éxito de la misión.

Si se generaliza la práctica de ir al espacio, los encuentros entre astronautas será una de las cosas más a tener en cuenta antes de despegar

Al fin y al cabo, es la eterna lucha entre razón y emoción, que en este caso también demuestra que se pueden dar juntas. Pues más allá de la frialdad científica que exige una profesión tan arriesgada como la de los astronautas, hay espacio para las pasiones. Somos seres humanos y tenemos sentimientos, como le habría gustado decir a un antiguo protagonista de la política española, y nuestras acciones no solo se regulan por los cálculos matemáticos o físicos, sino también por los estados de ánimo y las hormonas. Y en este sentido, es muy arriesgado poner en juego misiones espaciales que resultan decisivas para la historia de la humanidad en mayor o menor medida por una historia de amor, o como se dice coloquialmente, por “un simple polvo”.

“Creo que en algún momento tendremos que abordar el tema de la sexualidad en el espacio”, decía hace unos años Paul Root Wolpe, director del Centro de Ética de la Universidad de Emory y especialista en bioética, en declaraciones recogidas por la revista 'Vice'. “No sé si la NASA tiene una política oficial sobre sexo en el espacio, pero habrá un momento en que será necesario que aborde estas cuestiones”.

'Amor fou' entre astronautas

La sexualidad siempre se impone, por muy tabú que fuera en el pasado y continúe siendo, las relaciones íntimas que mantenemos con los demás son una esfera indivisible de nuestra condición humana. Y esto lo ha sabido desde un principio la agencia espacial estadounidense; si se generaliza la práctica de ir al espacio, la afectividad entre los astronautas será una de las cosas más a tener en cuenta antes de despegar y poner rumbo a destinos desconocidos.

Los 'erobots' ofrecen la oportunidad de tener relaciones íntimas con agentes artificiales adaptados a las necesidades de sus usuarios

Por otro lado, no todas las expediciones fuera de la atmósfera terrestre del futuro serán comandadas por científicos o astronautas. Si el afán de viajar por el espacio se populariza en los próximos años, como viene demostrándose, pronto habrá turistas espaciales con una mente no tan cuadriculada como la de los científicos más avezados, y será muy fácil que ante el alcance emocional del viaje y las imponentes vistas desde allí arriba, caigan en una especie de 'amor fou' que les trastoque el corazón a bordo, similar al de las novelas de ciencia ficción. De hecho, ya ha habido casi una decena de turistas espaciales y empresarios multimillonarios como Richard Branson, de Virgin Galactic, están empeñados en hacer florecer una industria que, sin duda, generará pingües beneficios a la altura (y nunca mejor dicho) de las circunstancias.

placeholder Mark C. Lee y Jan Davis, la pareja más afortunada en su luna de miel. (Wikipedia)
Mark C. Lee y Jan Davis, la pareja más afortunada en su luna de miel. (Wikipedia)

Simon Dubé y Dave Anctil son dos investigadores canadienses que han ofrecido una solución a la falta de afecto a la que podrían verse sometidos los astronautas y las personas que en el futuro viajen al espacio por mero ocio o afán científico. Ellos han publicado una investigación en la que piden el uso de los conocidos como 'erobots' para satisfacer las necesidades carnales de los protagonistas de las misiones. “El término engloba a todos los agentes eróticos artificiales virtuales, incorporados o aumentados, y las tecnologías que los han producido”, afirman en 'The Conversation'. “Por ejemplo, robots sexuales, chatbots eróticos o parejas virtuales o en realidad aumentada. La 'errobótica' se trata de una ciencia transdisciplinaria emergente que estudia las interacciones entre humanos y robots, y cómo se relacionan”.

Foto: Foto: iStock.

“Los 'erobots' ofrecen la oportunidad de tener relaciones íntimas con agentes artificiales adaptados a cada una de las necesidades de sus usuarios, y representan una solución práctica para abordar las condiciones inhumanas de la exploración espacial y la colonización”, sentencian. Su discurso recuerda a películas de sci-fi del estilo de 'Alien', en la que su creador, Ridley Scott, siempre sitúa a una criatura artificial tecnológica como desencadenante de la trama. En este sentido, ante la irreversibilidad de que surjan conflictos, o en este caso romances, entre diferentes personas de la tripulación, siempre será más inteligente colocar a uno o varios individuos totalmente racionales que sean fabricados para asegurar la consecución de los objetivos sin que las emociones interfieran.

La 'erorrobótica'

Hay que puntualizar aquí que los robots sexuales ya son toda una realidad y que existe una gran competencia entre las empresas más punteras en tecnología por extender su consumo a la población. Aunque de momento la mayor parte de los artefactos fabricados han sido meros experimentos, es posible que de aquí a unos años sustituyamos las películas pornográficas por una realidad virtual aumentaday adaptada a nuestras preferencias eróticas, o bien tengamos de compañera de piso a una asistente sexual.

Esto nos retrotrae otra vez a ficciones de Hollywood, como la popular 'Her' (Spike Jonze). Sin embargo, las posibilidades que ofrece la electrónica, una vez más, son insospechadas, y ese mundo distópico no está tan lejos como en un principio imaginamos. Otra referencia histórica del cine de la que es inevitable acordarse es la del “orgasmatrón” de Woody Allen en su película 'El Dormilón', una estancia cibernética en la que se metían sus protagonistas para dar rienda suelta a sus fantasías libidinosas. Así a simple vista, resulta más probable que haya estancias cibernéticas que produzcan orgasmos a prostitutos robóticos.

Nosotros, por el contrario, seguiremos siendo imperfectos, cometiendo errores de cálculo y accidentes pasionales

Quién le iba a decir a Arthur C. Clarke, uno de los grandes de la literatura de ciencia ficción, que el sexo espacial comenzará a ganar más peso con los años. En su novela 'El Martillo de Dios', el autor reflexiona sobre cuál sería la ubicación ideal para el mejor coito cósmico, señalando la enorme dificultad que entrañaría hacer el amor a gravedad cero o en la misma Luna, donde los sujetos comenzarían a rebotar indefinidamente contra el suelo. En cambio, en Marte las condiciones para dar rienda suelta a la pasión serían más propicias: su gravedad es aproximadamente un tercio de la de la Tierra, “lo suficientemente ligera como para hacer lo que quieras y lo suficientemente pesada como para hacerla interesante”, dejaba relucir el escritor.

El ser humano ha demostrado a lo largo de la historia de lo que es capaz, y si los efectos del cambio climático o la vanidad imperialista no lo impiden, la tecnología seguirá aprendiendo por sí misma (en base al funcionamiento algorítmico de la inteligencia artificial) hasta alcanzar límites cada vez más lejanos. Nosotros, por el contrario, seguiremos siendo imperfectos, cometiendo errores de cálculo y accidentes pasionales, tal es el código natural que nos compone.

Mark Lee y Jan Davis se conocieron en algún momento de 1992. Nadie advirtió que cuando estaban juntos saltaban chispas entre ellos, y a su pesar, no les quedó otro remedio que ocultarlo. Ambos estaban siendo entrenados por la NASA para una importante misión espacial a bordo del trasbordador Endeavour. Durante todo un año, quedaron en secreto en sus ratos libres. Hasta que semanas antes de poner en marcha la misión, decidieron casarse. No sentó nada bien a sus superiores, pero no encontraron ninguna forma de justificar la suspensión del programa. Por ello, los dos enamorados vivieron la que podría ser la luna de miel más remota de la historia, a miles de kilómetros del suelo y sin gravedad. Es inevitable pensar mal a la hora de imaginar cómo fue aquella misión.

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