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Los curas robots ya existen: el nuevo paso de la inteligencia artificial
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Los curas robots ya existen: el nuevo paso de la inteligencia artificial

En Kioto ya existe un templo budista en el que una máquina ofrece sermones a los fieles e interactúa con cada uno de ellos. Una tendencia que seguro llegará al resto de religiones

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Religión y tecnología. Dos conceptos que bien podrían ser antagónicos; ya que se supone que a mayores avances tecnológicos, menores creencias mágicas del mundo de las religiones. Cuando los griegos sufrían sequías oraban para que cayera la lluvia. Pronto, estos y otros acontecimientos comenzaron a tener explicación y es entonces cuando el número de fieles a este tipo de dioses descendió. En el período de la Ilustración la ciencia llegó para quedarse y, con ella, la luz de la razón que pretendía iluminarlo todo. Inventos como la electricidad, los microscopios o el telégrafo parecían haber sido fabricados por seres todopoderosos, y cuando un avión voló por primera vez ya se pensó que el hombre era ya capaz de cualquier cosa, que no necesitaba la ayuda de estas criaturas divinas.

Y ahora, en pleno 2020, los agoreros más prominentes de la escena internacional no hacen más que advertir de las graves consecuencias que tendrá para el empleo la entrada al mercado laboral de los robots y de la inteligencia artificial. No solo en los puestos más repetitivos, también en las actividades más empáticas. Pero lo más inaudito es que también pudieran sustituir a la figura de los sacerdotes. Esto ya es una realidad.

Si la fe se convierte en algo mecanizado es probable que desafíe a los principios básicos de la teología y tenga que reformularse

Se llama Mindar, tiene menos de un año de edad, y puede recitar el Sutra del Corazón una y otra vez a sus fieles en un templo budista de más de 400 años localizado en Kioto, Japón. Diseñado para parecerse lo máximo posible a Kannon, la deidad budista asociada a la misericordia, esta máquina de un millón de dólares ha llegado al mundo con el objetivo de restaurar la fe en un país donde los sentimientos religiosos están en serio declive.

"Este robot nunca morirá, sino que seguirá actualizándose y evolucionando", asegura Tensho Goto, uno de los mayordomos principales del templo, en un artículo dedicado al tema de 'The Vox'. "Una vez posea inteligencia artificial esperamos que crezca en sabiduría para ayudar a las personas a superar los problemas más difíciles. Está cambiando por completo el budismo", agrega.

Se trata de seguir el camino de Buda. No importa si está representado por una máquina, un pedazo de chatarra o un árbol

Mindar no es el primero. En 2017, los indios presentaron un robot que realiza el "aarti" (un histórico ritual hindú). Ese mismo año la Iglesia Protestante de Alemania creó un robot llamado BlessU-2 (una ingeniosa conjunción de palabras que en inglés puede entenderse como "que Dios te bendiga a ti también") que otorgó la bendición a más de 10.000 personas en honor del 500 aniversario de la Reforma Protestante.

Occidente vs. Oriente

¿Estamos llegando al punto en el que fe y tecnología se conviertan en una sola cosa? Es evidente que, si estos robots inteligentes que atienden las demandas espirituales de una comunidad se propagan en los próximos años, bien habría que reformular viejos códigos y significados de nuestra cultura religiosa. Según asegura Sigal Samuel, periodista de 'The Vox' que ha documentado el caso de Mindar, "hay un potencial muy positivo para los devotos, ya que los robots pueden hacer que las personas que no han sido muy religiosas sientan curiosidad o también permitirían realizar algún tipo de rito cuando a un sacerdote humano le sería imposible".

Sin embargo, "los robots pueden resultar un problema para los sentimientos religiosos, ya que si la fe está demasiado mecanizada o homogeneizada es probable que desafíe a los principios básicos de las teologías", plantea el periodista. En resumidas cuentas, ¿nos hará peores o mejores fieles? Como en cualquier ámbito en el que entran herramientas tecnológicas revolucionarias, la cuestión no es si será bueno o malo, sino el uso que le demos, ya que no dejan de ser dispositivos programados para servirnos a nosotros.

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"El budismo no se basa en una creencia de un Dios todopoderoso", asegura Goto. "Se trata de seguir el camino de Buda. No importa si está representado por una máquina, un pedazo de chatarra o un árbol". En este sentido, existe una clara diferencia entre la fe oriental y las monoteístas, como la cristiana, musulmana o judía. Además, Kannon, la deidad a la que representa, puede manifestarse en diferentes formas ante sus fieles, por lo que hay más motivos para que este invento haya sentado tan bien en esta comunidad religiosa.

"Los occidentales parecen estar más preocupados con la idea de que un robot pueda sustituir a los sacerdotes", afirma Samuel, refiriéndose a una entrada de 'The Washington Post' en el que se lo comparaba con Frankenstein, el personaje de terror de Mary Shelley. "En Occidente, todavía no tenemos a los robots funcionando en muchos de los aspectos de nuestra vida. Lo que sí tenemos es una narrativa cultural, reforzada por los éxitos de taquilla, sobre nuestra inminente esclavitud a manos de las máquinas", señala.

Un catecismo para robots

Mindar solo está programado para repetir palabras, pero ¿qué pasará cuando sea capaz de interactuar en tiempo real con los humanos? "Nuestra teología dará forma a la inteligencia artificial (IA) que vayamos a crear y esta también dará forma a nuestra teología", señala Samuel. "Es una calle de doble sentido. Algunas personas creen que la IA supondrá un cambio muy trascendental, ya que si los humanos creamos máquinas inteligentes con libre albedrío, también cabe que nos preguntemos si funcionan a partir de algo similar a lo que entendemos por 'alma'", añade.

Algunos, como Kevin Kelly, cofundador de la prestigiosa revista 'Wired', creen que habrá que desarrollar una especie de "catecismo para robots". Otros sostienen que la propia IA se acabará convirtiendo en objeto de culto, como Anthony Lewandowski, un ingeniero de Silicon Valley que ha establecido la primera iglesia de inteligencia artificial, llamada Camino del Futuro. Esta creencia se basa en "la realización, aceptación y adoración de una deidad basada en IA desarrollada a través de hardware y software".

Foto: Yuval Noah Harari.

Ilia Delio, catedrática de Teología en la Universidad de Villanova, cree que de extenderse el uso de robots en tareas sacramentales, comunidades como la católica deberían "reimaginar la concepción de que los sacerdotes son divinamente llamados y consagrados", recalca. "La tradición católica diría que el sacerdote cambia ontológicamente tras la ordenación. Quizá el sacerdocio no es una ciencia esotérica sino un rasgo programable. La IA desafía estas ideas arcaicas: avanza hacia un sacerdocio poshumano".

En definitiva, las transformaciones que se llevarán a cabo en cada una de las esferas de nuestra vida ya están aquí. Más allá del desarrollo de la industria y las aparentes ganas por parte de las empresas y gobiernos de introducir los robots, cabe preguntarse si nosotros estamos preparados como humanos para dar ese salto. Los que se encuentren naciendo ahora mismo vivirán una realidad completamente distinta a la nuestra, pero ¿cómo nos adaptaremos aquellos que nacimos en el pasado milenio, cuando ni siquiera estaba generalizado el uso de ordenadores? Tan solo el tiempo lo dirá.

Religión y tecnología. Dos conceptos que bien podrían ser antagónicos; ya que se supone que a mayores avances tecnológicos, menores creencias mágicas del mundo de las religiones. Cuando los griegos sufrían sequías oraban para que cayera la lluvia. Pronto, estos y otros acontecimientos comenzaron a tener explicación y es entonces cuando el número de fieles a este tipo de dioses descendió. En el período de la Ilustración la ciencia llegó para quedarse y, con ella, la luz de la razón que pretendía iluminarlo todo. Inventos como la electricidad, los microscopios o el telégrafo parecían haber sido fabricados por seres todopoderosos, y cuando un avión voló por primera vez ya se pensó que el hombre era ya capaz de cualquier cosa, que no necesitaba la ayuda de estas criaturas divinas.

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