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Qué haces cuando no tienes a nadie: la soledad como epidemia
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el problema de este siglo

Qué haces cuando no tienes a nadie: la soledad como epidemia

Las cifras de depresión aumentan cada año en un mundo en el que se ha impuesto la particular moda de acudir a un dog café o a una gatoteca a acariciar animales

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El término 'hikikomori' era hasta hace pocos años una realidad exclusiva de Japón, que podía llevar el dudoso título de ser un país con medio millón de personas que viven como ermitaños modernos: jóvenes que se encierran en su habitación durante años y no vuelven a salir, evitando así el contacto con cualquier otra persona del mundo exterior. Una vez que vuelven a recuperar su vida, se sienten tan desplazados por haber perdido años fundamentales de su existencia (normalmente se aíslan en torno a la adolescencia) que no saben cómo recuperar las riendas. Era, como decíamos, algo impensable hasta hace muy poco, pues entre 2008 y 2014 en España se descubrieron 190 casos.

La soledad es un problema acuciante a día de hoy, lo llaman la epidemia del siglo XXI, pues es silenciosa y ataca a cualquier colectivo, desde los más jóvenes a los ancianos. Y la soledad, a veces, se combate de las maneras más curiosas: si te has dado un paseo por Madrid, quizá hayas podido ver otras dos exportaciones directas desde las capitales asiáticas (Seúl, Tokio, Hong Kong): las gatotecas y los dog café.

Abraza a un gato o a un perro

Vayamos por partes. Una gatoteca es una cafetería con gatos, tan simple como eso. Se trata un establecimiento público gestionado por una asociación sin ánimo de lucro que abrió sus puertas en 2013 en la calle de Argumosa. Aunque puedes adoptar un gato, en realidad la idea es acudir al lugar y, mientras tomas un café, disfrutar de los felinos que se pasean por el local para como (según indica la propia página): "Desmitificar falsa información sobre la figura del gato y su carácter". Hay que hacer reserva antes, rellenando un formulario, y hay un aforo limitado a 20 personas.

Proliferan estos lugares en España, donde más de dos millones de personas sufrieron depresión entre 2005 y 2015, y la cifra va en aumento

Si los mininos no son lo tuyo, siempre puedes elegir la opción perruna. 'The Doger café' tendrá nueva apertura en San Sebastián y hasta hace muy poco podía encontrarse en la calle de los Mesejo 14 de Madrid, con un procedimiento bastante similar al de la gatoteca: incluye dos cafés, dos cervezas o una degustación de cinco cervezas artesanales además de una carta 100% vegetariana a prácticamente cualquier hora del día, mientras pasas un rato con los cachorros e incluso les das un nuevo hogar.

Foto: Unos jubilados mirando a la nada. (EFE)

La propuesta, sin duda, es atractiva, pero más allá de lo innovadora o solidaria que sea, lo que realmente llama la atención es el público que acude ahí. Si hace tan solo unos años hubiéramos escuchado esta idea de boca de algún extranjero, explicando cómo en Japón la moda es ir a acariciar durante un rato a un perrito, sin duda nos habría parecido perturbadora. Lo habríamos achacado a la soledad intrínseca e individualista de la cultura oriental, a esa necesidad de paliar la soledad sin atreverse a acercarse a otro ser humano. ¿Se puede culpar a alguien de preferir abrazar y dar cariño a un inofensivo animal antes que hacerlo con un ser humano? La soledad se ha democratizado. Bienvenidos al siglo XXI.

Nos preguntamos cómo nadie se había dado cuenta antes de que esa persona ya no estaba en su portal, en su rellano, en su escalera, en su vida

Estos lugares no son la única muestra de que algo no va bien. Al fin y al cabo, no conocemos a nuestros vecinos. Nos llevamos las manos a la cabeza cuando escuchamos en la televisión distintos casos: 'Hallan en Valencia el cadáver momificado de una mujer muerta hace cuatro años', 'Acuden a desahuciarle y descubren que llevaba cuatro años muerto en su casa de San Blas', y la lista sigue. Nos preguntamos cómo nadie se había dado cuenta antes de que esa persona ya no estaba en su portal, en su rellano, en su escalera, en su vida. Dudamos si alguna vez nos podría pasar a nosotros. La respuesta es clara: sí.

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Vivimos en un mundo en el que pagaríamos por un abrazo. De manera literal. Pueden capitalizarse: existen "profesionales" que cobran en Estados Unidos hasta 70 euros por hora para dar mimo a sus clientes. Existen fiestas de bienvenida, donde las personas pagan entre 8,76 y 43 dólares para unirse a estas prácticas, que no tienen nada de sexuales. Dar la mano, acariciar el pelo, abrazar... Es lo que se le exige a estos trabajadores. Normalmente los que se atreven a pagar estas cantidades de dinero por disfrutar de contacto físico son personas solteras que se sienten solas. La compañía norteamericana 'Cuddle Up To Me' (abrázame o acurrúcate conmigo) lleva cinco años dando abrazos de manera profesional. Ofrecen un servicio porque, según sus propias palabras: "Si alguien me ofrece una galleta gratis en la calle desconfiaré, si trata de vendérmela, el resultado será diferente".

En un mundo así, parece mucho más fácil de entender que proliferen los dog cafés y las gatotecas. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en España más de dos millones de personas sufrieron depresión entre 2005 y 2015, un 5% de la población. Y la tendencia va en aumento. Tenemos todas las necesidades cubiertas, vivimos en un país desarrollado y aun así no somos felices. Y sí, la soledad tiene algo que ver con todo esto. Según la encuesta de hogares del INE, en España hay 4,7 millones unipersonales, aunque eso no significa que la soledad afecte únicamente a las personas que viven (valga la redundancia) solas. Es simplemente un sentimiento que te atrapa aunque estés rodeado de gente, y entonces nadie puede culparte si decides acudir a un lugar a rodearte de animales durante un rato, con tal de deshacerte de él.

El término 'hikikomori' era hasta hace pocos años una realidad exclusiva de Japón, que podía llevar el dudoso título de ser un país con medio millón de personas que viven como ermitaños modernos: jóvenes que se encierran en su habitación durante años y no vuelven a salir, evitando así el contacto con cualquier otra persona del mundo exterior. Una vez que vuelven a recuperar su vida, se sienten tan desplazados por haber perdido años fundamentales de su existencia (normalmente se aíslan en torno a la adolescencia) que no saben cómo recuperar las riendas. Era, como decíamos, algo impensable hasta hace muy poco, pues entre 2008 y 2014 en España se descubrieron 190 casos.

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