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Qué españoles tienen más tiempo libre (y qué revela de lo que está pasando en nuestro país)
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UNA DISCRIMINACIÓN OCULTA

Qué españoles tienen más tiempo libre (y qué revela de lo que está pasando en nuestro país)

¿Son los hombres? ¿Son las personas sin estudios? Una investigación arroja una nueva luz sobre una de las desigualdades ocultas dentro de nuestra sociedad, la del tiempo de ocio

Foto: Foto: iStock.
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Hay distintas formas de medir la pobreza. Se puede utilizar al nivel de ingresos, a la renta o… ¿al tiempo libre del que disfruta cada ciudadano? La utilización de esos restos del día que nos quedan para el esparcimiento y la realización, si eliminamos el tiempo pasado en la empresa y el dedicado al cuidado de la familia o al propio es una magnitud que muchas veces se olvida, pero que dice mucho acerca de nuestras costumbres, nuestras necesidades y nuestros problemas. Sobre todo, los que surgen de puertas adentro, que no pueden observarse a simple vista y que desvelan que somos una sociedad con mayores desigualdades de lo que nos gustaría pensar.

Para tomar el pulso a nuestro uso del tiempo, los profesores Pedro M. Rey-Araújo y Melchor Fernández Fernández de la Universidad de Santiago de Compostela han publicado una investigación en la 'Revista internacional de sociología' que ofrece una perspectiva innovadora. Su estudio no se centra en el “tiempo libre” (el tiempo que queda después el sustraer el empleado en el trabajo en la empresa en el hogar y en los cuidados personales), sino en el “tiempo discrecional”, que a su juicio es mucho más acertado. Se trata del mínimo tiempo necesario para realizar lo anteriormente nombrado. Aquí, lo importante es lo de “necesario”.

Aunque todo el mundo parezca liado, unos lo hacen por necesidad para llegar a fin de mes, y otros porque prefieren trabajar a tener tiempo libre

¿Por qué es este nuevo “tiempo libre”, llamado discrecional, más adecuado? Porque permite descubrir con mayor acierto el grado de autonomía del que cada persona dispone. Por ejemplo, es común que las personas con estudios de posgrado manifiesten al ser preguntados en una encuesta que disponen de menos tiempo libre que los que tan solo tienen estudios primarios, pero las razones son distintas. Estos últimos “podrían verse obligado a emplear la mayor parte de su tiempo para meramente garantizar un nivel mínimo de subsistencia a los miembros de su familia, mientras que otro podría emplearlo por razones de estatus, prestigio o mera elección individual”. Aunque todo el mundo parezca estar liado, unos lo hacen por mera necesidad para llegar a fin de mes, y otros porque prefieren seguir trabajando que tener tiempo libre. (Aviso: nosotros utilizaremos "tiempo libre" a partir de ahora como sinónimo de "tiempo discrecional")

Es cada vez más frecuente, recuerdan los autores, que las personas más ricas se quejen de que son las que tienen menos tiempo libre. O quizá simplemente eso sea lo que ellos dicen. No es que no dispongan de la posibilidad de tener tiempo de esparcimiento, sino que deciden emplearlo en seguir autexplotándose, por ejemplo. Es un resultado del “sistema de incentivos que permea toda la sociedad capitalista” o del “entendimiento de la ocupación como símbolo de distinción”. En otras palabras, no es lo mismo no tener tiempo porque uno no quiere que porque uno no puede. Y ahí, una vez más, salen perdiendo las mujeres y los trabajadores con menos estudios.

Las mujeres siempre pagan el pato

No sorprende a nadie que, en cualquiera de los casos recogidos, las mujeres dispongan siempre de menos tiempo discrecional que los hombres. Como recuerdan los autores, “en la sociedad española, asumen abrumadoramente las responsabilidades de cuidados, tanto respecto a los hijos como a sus mayores”. La diferencia ronda las dos horas semanales en las familias que no tienen hijos, y hasta cuatro cuando aparecen los menores de edad. Una vieja herencia que aún sigue vigente.

Tan solo hay dos casos excepcionales en los que las mujeres dispongan de más tiempo discrecional que los hombres. Se trata de los hogares con hijos y un único sueldo, donde se entiende que en la mayoría de casos es el hombre el que trabaja fuera. Aun así, la diferencia no es sustancial: menos de cuatro horas semanales. También ocurre en los hogares unipersonales sin hijos. Es, recuerdan los autores, “una ilusión”, ya que “se debe a que en dichos hogares los adultos que no participan en la actividad laboral son en su mayoría mujeres”. No es una ventaja, sino más bien una muestra de que el paro se ceba más con ellas.

El modelo productivo español ha potenciado los sectores con menor cualificación, menor retribución y menos tiempo libre

Las conclusiones están claras. Las mujeres son las grandes perjudicadas en cuestión de tiempo, y la presencia de niños pequeños en el hogar reduce siempre el tiempo discrecional, con una excepción, los hogares con una doble fuente de ingresos. Un dato que también tiene truco, ya que lo que ocurre en dicho caso es que se contrata a personas externas para cuidar de los hijos gracias al dinero extra percibido.

El laberinto de la clase social

Un aspecto más complicado que el género es la clase social, ya que, como recuerdan los autores, “resulta difícil sostener que aquellas personas que ocupan los eslabones más bajos en los ordenamientos sociales estén sujetas a los mismos imperativos y necesidades que aquellos que disfrutan de posiciones más acomodadas en los mismos”. Por ejemplo, aunque a menudo las personas con estudios primarios manifiestan disponer de más tiempo de ocio que los universitarios, el destinado a garantizar su subsistencia es mayor. En román paladino, es posible que un rentista pueda permitirse no trabajar, y sin embargo, decida destinar 50 horas semanales a sus “proyectos”, mientras que un camarero emplee 40 horas a obtener el sueldo mínimo. Aunque el primero esté más “liado”, el segundo tiene menos tiempo discrecional.

Uno de los puntos más interesantes del trabajo es la cantidad de tiempo del que se disfruta según el sector en el que se trabaje. Los sectores de la construcción y la hostelería (que ofrecen peores condiciones laborales y remuneración) disfrutan de mucho menos tiempo de ocio. Algo que cambia en sectores como el de la educación o el de las finanzas, no solo porque disfrutan de mejores condiciones, sino porque en ellos la representación sindical es mayor. El problema, recuerdan los autores, es que el modelo español desde mediados de los 90 ha potenciado los sectores de baja cualificación, bajos salarios y baja seguridad. Y también, escaso tiempo libre.

Estas diferencias también se reflejan en el tipo de ocupación. Cuanto mejores son las condiciones laborales de un trabajador, mayor será el tiempo discrecional del que dispone. Las trabajadoras no cualificadas pueden llegar a disfrutar a la semana de casi 20 horas menos de espacio para el ocio que los hombres profesionales. “La clase socioeconómica está relacionada positivamente con la autonomía personal que disfrutan”, concluyen los autores. “Sea aquella determinada a través del nivel educativo alcanzado, el sector económico en el cual están empleados o el tipo de trabajo que realizan, los resultados obtenidos muestran invariablemente una menor autonomía personal para quienes ocupan los eslabones más bajos en el orden social y productivo imperante en la sociedad española actual”.

Una cuestión de método

La gran dificultad a la que se enfrentan Rey-Araújo y Fernández Fernández es la propia de los pioneros. Al adoptar una metodología nueva en nuestro país, se han topado con que muchos de los datos no están suficientemente detallados y que la información es limitada, así que han optado por recurrir a lo disponible. Para cuantificar el famoso “tiempo necesario” que determina el tiempo discrecional, han decidido definirlo como “aquel que permita al hogar alcanzar el umbral de pobreza, definido este como el 50% de la renta equivalente mediana de España”.

El tiempo necesario en cuidados personales se obtiene a través de la Encuesta del Empleo del Tiempo (EET) del Instituto Nacional de Estadística. Su el umbral ha sido calculado en el 80%, pues uno inferior –como el 50% habría provocado– que el tiempo destinado a esta cuestión apenas superase las cinco horas al día. Como afirman con algo de sorna los autores, “un tiempo en el cual resulta difícil concebir que puedan cumplimentarse las necesidades mínimas de sueño y aseo, aun empleando los límites biológicos más estrictos”.

El tiempo necesario en el trabajo doméstico también ha sido calculado a partir de la EET. Este varía según el número de niños, su edad y la presencia o no de adultos en el hogar que participen en el empleo remunerado.

Hay distintas formas de medir la pobreza. Se puede utilizar al nivel de ingresos, a la renta o… ¿al tiempo libre del que disfruta cada ciudadano? La utilización de esos restos del día que nos quedan para el esparcimiento y la realización, si eliminamos el tiempo pasado en la empresa y el dedicado al cuidado de la familia o al propio es una magnitud que muchas veces se olvida, pero que dice mucho acerca de nuestras costumbres, nuestras necesidades y nuestros problemas. Sobre todo, los que surgen de puertas adentro, que no pueden observarse a simple vista y que desvelan que somos una sociedad con mayores desigualdades de lo que nos gustaría pensar.

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