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El hombre que lo ha visto todo en el amor (y el sexo) nos cuenta sus casos más extraños
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ENCUENTRO CON FRANK TALLIS

El hombre que lo ha visto todo en el amor (y el sexo) nos cuenta sus casos más extraños

En su último libro el inglés dibuja un panorama global de la locura amorosa, desde varones que se han acostado con 3.000 mujeres a abogadas obsesionadas con su dentista

Foto: Tallis en Madrid, el jueves por la mañana. Foto: Héctor G. Barnés.
Tallis en Madrid, el jueves por la mañana. Foto: Héctor G. Barnés.

Cuando Frank Tallis (Londres, 1958) conoció a Megan, no estaba preparado para lo que se le venía encima. Era una mujer normal, con ropa normal, un rostro normal, un pelo normal y un trabajo, el de abogada, normal. Llevaba una vida tan normal que al psicólogo le decepcionó que no se correspondiese con la imagen de 'femme fatale' que había creado en su cabeza. Menos por un detalle. Megan había ido un día al dentista y, cuando había despertado de la anestesia, se había enamorado locamente de él. No solo eso, sino que en ese momento ella estaba segura de que su pasión era correspondida. Tan solo que, por su reputación, el dentista no podía admitirlo.

El dentista no sentía el menor interés por Megan. No fue un impedimento para que ella comenzase a llamarle por teléfono, a perseguirlo por la calle, a esperarle delante de su casa, hasta que prácticamente le obligó a marcharse al otro rincón del mundo. Tallis no tuvo duda del diagnóstico. Era un caso claro de síndrome de Clérambault o erotomanía, un trastorno de origen desconocido que provoca que una persona considera que su objeto repentino de deseo (a menudo de estatus superior) está enamorada de ella. “Si se hubiese tratado de una persona más visiblemente inestable, no habría sido un caso tan extraordinario”, explica el escritor a El Confidencial. “Pero que fuese mentalmente sana hasta el momento de conocer a esa persona sugiere que puede pasarnos a cualquiera”.

Alí le confesó un día que se había acostado con tres mil mujeres. “Hizo conmigo como con ellas, me sedujo y se largó para no volver”

El hilo conductor que reúne todos los casos de 'El romántico incurable. Historias de amor y deseo' (Ático de los Libros) es precisamente ese, cómo el amor (y el sexo) pueden trastocar nuestro mundo de un momento a otro. Para ello, Tallis, psicólogo clínico y autor de novelas de suspense, se sirve del modelo de Oliver Sacks en 'El hombre que confundió a su mujer con un sombrero' para presentar una colección de historias cortas que recorren los rincones más oscuros del deseo de sus pacientes y que el británico ha recogido a lo largo de los últimos 30 años. “Al hablar de salud mental, la mayoría de gente piensa 'esto no puede pasarme a mí', pero la verdad es que sí puede ocurrirnos a cualquiera, y es importante recordarlo”.

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El romántico incurable

Incluso un caso tan extremo como el Clérambault puede verse como una versión extraordinaria de los sentimientos que todos experimentamos en un momento u otro, y que en el mejor de los casos, son episodios de enajenación transitoria. “En muchos sentidos, el Clérambault es igual que el amor romántico llevado al extremo”. Spoiler: Tallis no consiguió curar a Megan, porque era imposible. Simplemente consiguió cambiar su respuesta frente a la situación. “Uno de los objetivos del libro es mostrar que los problemas de desamor o atracción sexual son difíciles de curar, y pueden llegar a causar cambios físicos, como han mostrado escáneres cerebrales. Tener el corazón roto no es una metáfora, es dolor real”.

El ligón, el pastor y la aficionada al sexo

El libro está lleno de historias apasionantes. Por ejemplo, la de Ali, un hombre que estaba enamorado del amor. A espaldas de su familia, se había acostado con miles de mujeres a las que abandonaba tras seducirlas. Según sus cálculos, tres mil. Se levantaba por la noche, cogía un taxi y buscaba una prostituta, noche tras noche. ¿Era verdad o un mero narcisista que necesitaba pavonearse? “Me gustaría poder contestar, pero confesó y se marchó”, explica Tallis que, detrás de sus gafas, parece John Cusack interpretando a Florentino Pérez. “Hizo conmigo lo mismo que con las mujeres: en cuanto mostré interés, se marchó”. De lo que está seguro es que lo que quería era contarlo todo y, de esa forma, aliviar su culpa antes de desaparecer para siempre. “Muchos pacientes vienen a terapia por eso, es la versión moderna de la confesión católica”.

Si eres lo suficientemente extraordinario para mantener viva la llama sexual durante décadas, no necesitas hablar con tu pareja

Algunas de las historias son aleccionadoras. Como la de Mavis, una anciana que visitó a Tallis después de quedarse viuda. Lo que la afligía no eran las conversaciones con su esposo, el amor o el respeto, sino solamente el sexo. “Lo interesante de esa historia es que muestra que si puedes mantener el interés sexual, algo de lo que la mayoría no es capaz, es suficiente, ¡y además lo pasarás bien!”, bromea. “Nos gusta pensar que somos sofisticados y profundos, pero todos sabemos que cuando nos enamoramos no hay necesidad de hablar, sentirse cerca del otro es mejor que la comunicación”. Mavis había conseguido, milagrosamente, prolongar las primeras semanas de relación a lo largo de 30 o 40 años. “Lo que demostró es que, si eres lo suficientemente extraordinario para mantener viva la llama sexual al envejecer, no necesitas hablar demasiado con tu pareja”.

La historia más impactante tiene como protagonista al propio Tallis en su juventud, cuando vivía en la campiña británica junto a su mujer. Su vecina Rachel había conocido a un predicador con el que iba a casarse. Todo parecía ir bien, hasta que un día llamó a la puerta del futuro psicólogo, aterrorizada porque su novio había entrado en un delirio de fanatismo religioso y estaba dispuesto a sacrificarla a ella y su familia a Dios. “Nunca he pasado tanto miedo”, recuerda, aliviado por la distancia que el tiempo ha puesto entre él y aquella noche. “En retrospectiva, lo juzgué como un ejemplo extremo de frustración sexual. Sus creencias religiosas eran tan estrictas que habían nublado su mente, quería hacer el amor desesperadamente con su mujer pero no podía porque habría ido al infierno. Su conflicto interno fue demasiado, y su solución fue matar a todos para ir al cielo”. Una mezcla de 'La noche del cazador' y 'El resplandor' que terminó de forma relativamente feliz: nadie conoció la vida eterna esa noche.

placeholder No son 24 personalidades, solo dos, pero tenía de sobra.
No son 24 personalidades, solo dos, pero tenía de sobra.

Algunos de los casos más llamativos se han quedado fuera del libro. Por ejemplo, el de un paciente con dos personalidades completamente diferentes. “Tenía dos de cada cosa”, revela mientras niega con la cabeza, como si aún no lo creyera. “Dos cepillos, dos colecciones de discos y dos armarios con ropa completamente distinta”. Las dos personalidades eran conscientes de que la otra existía, y eso generaba tales conflictos que “cada vez que lo veía entrar en la consulta, me sorprendía que pudiese seguir vivo”. ¿Y su vida sexual? Tallis hace una gesto de negación con las manos. “¡No sabría ni por dónde empezar a contarte!”

El misterio del amor

La pregunta del millón de dólares es qué nos lleva a enamorarnos, a sentir una atracción casi irracional por otra persona y que puede terminar derivando en travesías comunes que duran décadas. “Lo normal es que empiece con la atracción física”, explica. “Si tienes suerte, tú también atraes a esa persona que te atrae. Y si tienes aún más fortuna, tendréis cosas en común y llegará un momento en el que os apetezca comprometeros en una relación exclusiva”. Aunque no nos guste pensar en ello, porque pensamos que la apariencia es superficial, sin atracción no suele haber más que amistad.

Tenemos instintos sexuales como los animales, pero a diferencia de ellos, también la inteligencia para ser creativos

Lo cual nos lleva a otra pregunta lógica. ¿Por qué nos atrae alguien? “Se ha estudiado mucho, y parece que todos nos ponemos de acuerdo en la belleza humana”, explica. “Gente de distintas culturas coincide en quién es más bello cuando se les presentan las mismas fotos”. La explicación probablemente sea evolutiva: la belleza está asociada con la salud, por lo que este criterio nos guía para encontrar a alguien con buenos genes. “La raíz del amor es probablemente la atracción, pero es distinta para cada persona”.

Tallis considera que nuestra sociedad mantiene una relación aún pacata con el amor y el sexo. Los adultos se ríen de las comedias románticas que gustan a los jóvenes, y si descubrimos que un amigo está enamorado, bromeamos con ello. “Pero es algo muy serio”, matiza. “Cuando alguien se enamora, se vuelve celoso, la causa del 10% de asesinatos; y un joven rechazado no tiene la madurez emocional suficiente, por lo que el riesgo de suicidio es mayor”. Lo consideramos algo natural porque nos causa vergüenza, y el psicoterapeuta espera que empiece a analizarse de otra manera. Especialmente en un contexto en el que nuestro narcisismo, añade, está en aumento.

placeholder Foto: Héctor G. Barnés.
Foto: Héctor G. Barnés.

La lección más importante que ha aprendido tras todos estos años es que “el amor y el sexo son muy importantes, pero tendemos a infravalorar su importancia”. Las personas con relaciones largas y exitosas están más sanas física y mentalmente, viven más y tienen más posibilidades de sortear las enfermedades. Algo aún más decisivo en el caso de los hombres, que “tienden a beber más, tienen más probabilidad de suicidarse o caen en las drogas”. En opinión de Tallis, aún nos falta mucho por hacer como sociedad para enfrentarnos correctamente a las consecuencias que nuestras pasiones acarrean. “Nos da vergüenza y no somos capaces de afrontarlo de forma intelectual”.

Por ello, anima al lector a que, una vez termine 'El romántico incurable', analice su propia vida sentimental y sexual para comprobar si en realidad es tan distinto que aquellas personas tan extremas a las que acaba de descubrir. “No debería culparse a la gente por sus deseos, cualquier cosa está bien, salvo el interés sexual en niños o los que implican obligar a alguien a hacer algo que no quiere”, concluye. “Tenemos instintos sexuales como los animales, pero a diferencia de ellos, también la inteligencia para ser creativos con ellos, por ejemplo, con la ropa, los zapatos, los nudos… La gente viene a mi consulta pensando que son perversos y que tienen un problema, pero yo no lo creo”.

Cuando Frank Tallis (Londres, 1958) conoció a Megan, no estaba preparado para lo que se le venía encima. Era una mujer normal, con ropa normal, un rostro normal, un pelo normal y un trabajo, el de abogada, normal. Llevaba una vida tan normal que al psicólogo le decepcionó que no se correspondiese con la imagen de 'femme fatale' que había creado en su cabeza. Menos por un detalle. Megan había ido un día al dentista y, cuando había despertado de la anestesia, se había enamorado locamente de él. No solo eso, sino que en ese momento ella estaba segura de que su pasión era correspondida. Tan solo que, por su reputación, el dentista no podía admitirlo.

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