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Por qué los franceses son así de sosos, según los estadounidenses
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"afeminados y cobardes"

Por qué los franceses son así de sosos, según los estadounidenses

De estereotipos está hecho el mundo, pero la animadversión entre ambos países es algo más antigua de lo que pudiera parecer

Foto: Foto: iStock.
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Que cada pueblo tiene lo suyo es de sobra sabido. Y que los estereotipos mueven el mundo, también. Si viajamos al extranjero la leyenda dice que los españoles seremos los que más gritaremos, aunque quizá esa apreciación sea tan infundada como la de que estamos todo el día toreando, comiendo paella y bailando sevillanas, cual videoclip de Rosalía. Tampoco van los portugueses cantando fados y vendiendo toallas por la calle o los suecos con muebles de Ikea a cuestas. Luego, en la calidez de los Erasmus nos juntamos y hablamos todas las lenguas, como en la Torre de Babel.

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Pero es inevitable caer un poco en los tópicos. Siglos de enfrentamientos entre pueblos es lo que tiene. Y aunque sabemos que los americanos no van disparando rifles por la calle mientras comen hamburguesas ni los franceses diciendo 'oh là là' con una baguette bajo el brazo, el imaginario universal es lo que tiene. Y la idea que ambos países tienen del otro también da para un análisis sociológico.

Pero ¿cuál es la verdadera imagen que tienen los americanos de los franceses y viceversa? Y ¿por qué? ¿De dónde vienen estos estereotipos?

El origen

Al parecer todo surgió en Gran Bretaña. Como nos sucede a nosotros con los propios ingleses y los franceses, entre estos dos pueblos existe desde hace siglos una rivalidad tremenda. Es normal. Los serbios y los croatas no han superado las heridas que se han causado mutuamente, los daneses y los suecos tampoco son los mejores amigos del mundo... cosas de vecinos.

Y entre franceses e ingleses no iba a ser diferente la cosa. En el siglo XVI, un inglés ridiculizaba la lengua francesa diciendo que: "Es delicada pero definitivamente encantadora. Como una mujer que apenas osa entreabrir sus labios para que no se le estropée el maquillaje". En fin, nosotros qué vamos a decir, si cada vez que doblamos a un francés en una película este parece más bien gangoso.

Este estereotipo de que los franceses son 'afeminados y cobardes' se transmitió a Estados Unidos. Durante la Segunda Guerra Mundial se encontraba en auge y, con la invasión de Irak en 2003, cuando Jacques Chirac se opuso terminantemente a la misma, volvieron esas viejas ideas.

Tanto es así que a las patatas fritas de toda la vida ('french fries' en inglés, aunque eso no debe escucharlo jamás un belga, pues se ofenderá mucho porque se atribuyen la invención de las mismas) ese término 'french' pasó a convertirse en Estados Unidos en 'freedom fries' (patatas de la libertad). Se le ocurrió al republicano Bob Ney y algunos restaurantes le siguieron el juego, cambiando el nombre en sus menús.

Y no solo eso, los americanos también los consideran - recuérdese que hablamos de estereotipos- elitistas, esnobs, sin idealismo y demasiado teóricos.

Con la invasión de Irak y la oposición francesa, las 'french fries' pasaron a ser 'freedom fries' en muchos establecimientos

Pero hay algo más. Lo cuenta con su propia experiencia, para 'BBC', la americana Emily Monaco: "los americanos vivimos en el avoir (tener). Los franceses viven en el être (ser). Durante la Revolución Francesa los revolucionarios lucharon contra esas máscaras de hipocresía, por lo que las reacciones de los estadounidenses les parecen demasiado exageradas".

'Le vierge, le vivace et le bel aujord'hui'

Emily, que se llevó un pequeño chasco -o shock cultural- al vivir en París, señala que la vida francesa te sitúa en tiempo presente. Los anglófonos están más centrados en el futuro, miran continuamente hacia delante. En el caso de los franceses, se fijan más en el 'carpe diem'. No es que no piensen en el futuro, sino que sus emociones tienden a estar más en el presente, como decía Mallarmé.

Pero, quitando los prejuicios y las diferencias, no son tantas las cosas que nos separan como las que nos unen. Y los jóvenes del mundo bebiendo al unísono en los Erasmus lo avalan. Que la Torre de Babel se cayó, sí, pero también llegó a ser muy alta.

Que cada pueblo tiene lo suyo es de sobra sabido. Y que los estereotipos mueven el mundo, también. Si viajamos al extranjero la leyenda dice que los españoles seremos los que más gritaremos, aunque quizá esa apreciación sea tan infundada como la de que estamos todo el día toreando, comiendo paella y bailando sevillanas, cual videoclip de Rosalía. Tampoco van los portugueses cantando fados y vendiendo toallas por la calle o los suecos con muebles de Ikea a cuestas. Luego, en la calidez de los Erasmus nos juntamos y hablamos todas las lenguas, como en la Torre de Babel.

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