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Los chistes que se hacen en Twitter y su relación con la política
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Los chistes que se hacen en Twitter y su relación con la política

Un estudio demuestra cómo el humor en las redes sociales ha cambiado la tradicional manera de entender los actos políticos y de cómo se analizan sus consecuencias

Foto: Hillary Clinton, en una entrega de premios. (EFE / Michael Reynolds)
Hillary Clinton, en una entrega de premios. (EFE / Michael Reynolds)

En la última década el humor y la política se entrecruzan en el escenario de las redes sociales. Cada vez que hay algún acto político relevante, sea un discurso, un debate o una comparecencia pública, los chistes brotan en internet. Esta tendencia combina tres fuerzas: el crecimiento del comentario político de tipo satírico, la horizontalidad participativa de las redes y una cultura cibernética en la que se espera y se aplaude la ironía. Partiendo de ese presupuesto, lo que se preguntan los profesores Jeny L. Davis, Tony P. Love y Gemma Killen, de la Universidad Nacional de Australia, es si esas gracietas se usan para dar una opinión política real o si simplemente se entiende que es un material adecuado para echar unas risas sin más.

Para responderse, utilizaron dos momentos muy determinados de la campaña de 2016 a las presidenciales de Estados Unidos que midió a los candidatos Hillary Clinton y Donald Trump. Los dos hitos analizados fueron cuando Clinton, en uno de los debates televisivos, llamó “el grupo de los deplorables” a los seguidores de su rival y el otro momento escogido fue cuando Trump masculló algo así como “tía asquerosa” mientras su adversaria hablaba.

El experimento mostró a los académicos que los usuarios de Twitter usaban el humor para mostrar disconformidad, expresar sus posturas políticas y reclutar a otros seguidores para reafirmar sus tesis. Tradicionalmente, el discurso político estaba monopolizado por un pequeño grupo de gente muy concreta con acceso a los grandes medios de difusión de su mensaje, como la televisión, la radio o los periódicos. Ese grupito lo formaban periodistas y políticos, básicamente.

Pero la irrupción de las redes sociales ha generado un poder de comunicación en el ciudadano normal y corriente que antes no existía, modificando así las normas del juego. Ahora la información fluye las 24 horas y el control del discurso no está exclusivamente en manos de los grandes medios de comunicación. Antes, el proceso es que los eventos los protagonizaran los políticos, los analizaran los periodistas y luego la discusión bajase a las casas o a los bares. Ahora todo es un continuo simultáneo en el que participan muchísimas más voces.

Los dos momentos estudiados se convirtieron en tremendamente virales y generaron miles de comentarios en las redes sociales. Muchos de ellos, de tipo humorístico, pero con una intencionalidad política o de parte. Solo en Twitter, cosecharon cerca de 15.000 tweets distintos. De ellos, un porcentaje muy alto mezclaban las dos vertientes que querían comprobar los autores del estudio: eran humorísticos, pero tenían una fuerte intencionalidad política.

Evidentemente, este fenómeno no es privativo de esa campaña electoral ni de la política estadounidense. Cada acontecimiento de relevancia política en cualquier otro país, y desde luego en España, ha tenido su correspondiente réplica o análisis humorístico en las redes sociales. De hecho, algunas formaciones políticas, como Podemos, o tuiteros concretos de una formación, como el parlamentario de ERC Gabriel Rufián, han usado como instrumento el humor con mensaje político en las redes sociales con mucha frecuencia.

En la última década el humor y la política se entrecruzan en el escenario de las redes sociales. Cada vez que hay algún acto político relevante, sea un discurso, un debate o una comparecencia pública, los chistes brotan en internet. Esta tendencia combina tres fuerzas: el crecimiento del comentario político de tipo satírico, la horizontalidad participativa de las redes y una cultura cibernética en la que se espera y se aplaude la ironía. Partiendo de ese presupuesto, lo que se preguntan los profesores Jeny L. Davis, Tony P. Love y Gemma Killen, de la Universidad Nacional de Australia, es si esas gracietas se usan para dar una opinión política real o si simplemente se entiende que es un material adecuado para echar unas risas sin más.

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