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Hallados los restos de la Batalla Olvidada: el único combate de la IIGM en suelo de EEUU
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NO SE RECUPERARÁN DEL FONDO

Hallados los restos de la Batalla Olvidada: el único combate de la IIGM en suelo de EEUU

Durante décadas, los familiares de los cerca de 70 soldados que murieron ahogados en el mar de Bering no supieron dónde habían perecido. El Proyecto Recover por fin los ha hallado

Foto: Así quedó el barco después de la trágica explosión. (Dominio Público)
Así quedó el barco después de la trágica explosión. (Dominio Público)

A la 1:50 de la madrugada del 18 de agosto de 1943, la mayor parte de la tripulación de 300 hombres del USS Abner Read, un destructor estadounidense de clase Fletcher, duerme tranquilamente tras su última ronda de búsqueda de submarinos japoneses. Durante los días anteriores, el ejército americano había desembarcado en la isla de Kiska, perteneciente a Alaska y que un año antes había sido invadida por los nipones. No había enemigo a la vista: los enemigos se habían marchado y durante el último día y medio, sus radares habían estado mudos. La batalla podía darse por ganada para siempre.

De repente, algo rompió el silencio de la noche. Un torpedo, pensaron los soldados. Pero no, se trataba de una mina marina que había sido dejada por el ejército japonés tras su marcha, y que seccionó la proa del resto del barco, al mismo tiempo que rociaba con gasolina a los marineros caídos. Pronto, había decenas de hombres en el helado mar intentando salvar sus vidas. “Era el fin del mundo”, ha recordado el que quizá sea el único superviviente de la tragedia, Daryl Weathers, a la 'BBC'. “Estaban tan pegajosos que no podías agarrarles”. Todos se resbalaban de las manos de sus compañeros, salvo los que llevaban chaleco salvavidas. Además, debían actuar con gran celeridad, ya que el agua estaba tan fría que los marineros morirían de hipotermia en cuestión de minutos.

De los más de 90 soldados, tan solo se pudieron salvar 20. El resto encontraron sepultura en el mar de Bering. Ahora sabemos dónde exactamente

La apariencia del barco era terrible, parecida a un puro habano cortado por la miad. Como ha relatado Weathers, algunos simplemente se rendían y dejaban de nadar. “Había tantos que no podíamos encontrarlos a todos”, ha desvelado el soldado, que tenía 19 años por aquel entonces. Fue una gran tragedia: de los 91 tripulantes que cayeron al agua, tan solo 20 pudieron ser rescatados. Apenas se recuperó un cadáver. El resto, 70 marineros, encontraron sepultura en el mar de Bering, donde descansan para siempre.

Es el 17 julio de 2018. Un grupo de arqueólogos submarinos que forman parte del Proyecto Recover, dedicado a recuperar los restos marinos del ejército americano durante la Segunda Guerra Mundial, encuentran algo sospechoso en las profundidades del mar. 75 años después, por fin, se sabe dónde fue atacado el USS Abner Read, un descubrimiento que otorga por fin a sus familias la posibilidad de honrar a sus muertos. Aplausos y gritos de alegría en el mismo lugar donde décadas antes había tenido lugar la tragedia. Sin embargo, la proa descansará para siempre en el océano. Se trata de un cementerio de guerra y, como tal, no puede ser perturbado. Así que los descubridores entonaron una breve oración por los caídos y se dispusieron a comunicar al mundo su hallazgo.

La batalla de las Islas Aleutianas, en cuyo marco tuvo lugar el accidente del USS Abner Read, es una de las campañas militares más peculiares de la Segunda Guerra Mundial: no solo fue la primera vez que se invadió suelo estadounidense desde que Pancho Villa llegó a Columbus (Nuevo México), sino que también se considera la última vez que se ha producido una batalla entre dos naciones en territorio de EEUU. Hoy en día se conoce como la Batalla Olvidada, aunque cada vez haya más información sobre ella, sobre todo gracias a los esfuerzos de diversos investigadores para dar reconocimiento a uno de los capítulos de la guerra del Pacífico que se han pasado por alto, sobre todo comparado con la batalla de Guadalcanal.

Un extraño enfrentamiento

Kiska es una pequeña isla de 35 kilómetros de largo por 9,7 de ancho, parte de las archipiélago Aleutianas, que durante mucho tiempo no importó a nadie. El destino le deparaba un lugar de excepción el 6 de junio de 1942, cuando en una clara provocación a Estados Unidos, tropas japonesas se asentaron en el territorio perteneciente a Alaska. No era una prioridad, pero el país americano era consciente de que no podía permitir que los nipones se jactasen de haber ocupado territorio USA, así que en la primavera y verano de 1943 dio comienzo la Operación Cottage para recuperar islas como Attu y Kiska. En total, caerían más de 2.300 japoneses y unos 1.500 estadounidenses en aquella extraña batalla nacionalista. También, una gran cantidad de embarcaciones hundidas en el Pacífico.

No quedaba ningún nipón en la isla, pero americanos y canadienses seguían cayendo debido al fuego amigo y a una bomba trampa

La batalla de la isla de Kiska es una de las más peculiares de esta campaña. Aunque quizá “batalla” sea decir mucho. Cuando el ejército americano-canadiense llegó a la isla, bañada por una densísima niebla, la tranquilidad que la envolvía les pareció sospechosa, pero el sigilo de los orientales era terreno abonado para la aparición de fantasmas. Algunos soldados cayeron en las trampas colocadas, como le ocurriría apenas unos días después a la tripulación del USS Abner Read. Otros, no obstante, fueron víctimas de fuego amigo, al ser imposible de distinguir entre la espesa bruma. Ya muy lejos de allí, los nipones seguían haciendo daño al ejército americano sin perder ni un solo hombre más. Resultado final: 28 americanos y 4 canadienses muertos por fuego amigo y 71 muertos y 47 heridos por la detonación de una bomba.

Durante décadas, Weathers quedó cada año con sus compañeros para rendir homenaje a los caídos, pero hace ya casi ocho años que dejaron de hacerlo debido a su edad. Muy probablemente, sospecha, ya no quede ninguno vivo. Tuvo bastante suerte, ya que de no haberle tocado estar en cubierta vigilando el radar esa noche, se habría encontrado en su camarote, una de las zonas destruidas por la explosión. No tuvieron tanta fortuna las decenas de hombres que fallecieron, y a los que conocía personalmente, como ha explicado en 'The Washington Post'. El USS Abner Read también corrió una suerte dispar. A pesar de que el fuerte impacto de la mina podría haberle partido por la mitad, no fue así, y dos barcos consiguieron remolcarle a la costa junto a su tripulación para ponerle a punto para nuevas aventuras.

Foto: (Vaya/CC)

Ahora descansa en el fondo del golfo de Leyte, en el archipiélago filipino, donde fue hundido por el ataque de un avión kamikaze que a base de embestidas lo hundió en apenas media hora. A bordo se encontraba también Weather, que sobrevivió a las dos tragedias del USS Abner Read. En este caso, quedó gravemente herido, lo que le hizo pasar siete meses en un hospital. El barco fue devorado por la inmensidad del océano, cerca de la isla de Samar, pero sus 22 tripulantes salvaron la vida. “Era un barco con mala suerte. La mía fue buena, pero la de mucha gente no”, ha reconocido el propio Weathers. Un final quizá agridulce, pero desde luego, mucho más feliz que el del mar de Bering.

A la 1:50 de la madrugada del 18 de agosto de 1943, la mayor parte de la tripulación de 300 hombres del USS Abner Read, un destructor estadounidense de clase Fletcher, duerme tranquilamente tras su última ronda de búsqueda de submarinos japoneses. Durante los días anteriores, el ejército americano había desembarcado en la isla de Kiska, perteneciente a Alaska y que un año antes había sido invadida por los nipones. No había enemigo a la vista: los enemigos se habían marchado y durante el último día y medio, sus radares habían estado mudos. La batalla podía darse por ganada para siempre.

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