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El mito de Finlandia como el país más feliz del mundo (y qué implica para España)
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El mito de Finlandia como el país más feliz del mundo (y qué implica para España)

Cuando hace meses se proclamó que la nación escandinava era la primera, ellos mismos se partieron de risa (a su manera). ¿Cuál es la verdad y por qué no es oro todo lo que reluce?

Foto: Un bosque se cierne sobre el frío finlandés. (iStock)
Un bosque se cierne sobre el frío finlandés. (iStock)

El norilandés Gareth Rice aterrizó en Finlandia en abril de 2008, para ocupar una plaza de estudiante de posgrado en el Departamento de Geociencia y Geografía en la Universidad de Helsinki. Su nombre ha terminado haciéndose famoso, pero no por lo que había pensado. Rice se ha convertido desde hace una década en uno de los grandes críticos de la sociedad finlandesa en particular y de su mundo académico en particular, después de denunciar el trato de favoritismo del que otros compañeros se beneficiaban, a su costa. Desde 'Times Higher Education' hasta 'The Hieno' pasando por 'The Helsinki Times', su rostro ha aparecido denunciando a esos “maestros en crear mitos”.

La última vez acaba de ser en 'Times Higher Education', una de las publicaciones educativas más importantes del mundo. En esta ocasión, utilizaba la historia de un estudiante australiano llamado Victor (nombre figurado) para recordar el problema que tiene Finlandia a la hora de acoger a sus inmigrantes. Rice aludía irónicamente al galardón recién obtenido por el país escandinavo como Nación Más Feliz del Mundo según la ONU, una noticia reproducida a bombo y platillo en la prensa de todo el mundo. “Parece ser que esta felicidad no se ha filtrado a la Universidad de Helsinki”, bromeaba. Justo cuando el informe su publicó, había recibido un correo electrónico de su facultad en el que se alertaba de los bajos niveles de bienestar y moral entre los trabajadores.

Los finlandeses leen que son los más felices del mundo y se preguntan “¿cómo, nosotros?”

Es un caso aislado, pero refleja bien la paradoja de la felicidad finlandesa. En resumidas cuentas, sugería el investigador y filósofo finlandés Frank Martela en 'Scientific American' los finlandeses no pueden creerse que su país sea el más feliz del mundo. Ni, lógicamente, dan crédito a titulares como '¿Quieres ser feliz? Múdate a Finlandia' o '¿Por qué es tan feliz Finlandia?, reproducido en 'The Economist', y que ofrecía como explicación la trifecta de educación gratuita, buenas bajas por paternidad y posibilidad de conciliar vida y el trabajo. Como afirmaba en la 'BBC' Minna Tervamäki, candidata a finesa más feliz del país, “los finlandeses lo leen y se ríen, en plan '¿cómo, nosotros?'”.

“Los finlandeses hemos reaccionado del mismo modo que lo hemos hecho con otros rankings internacionales: criticamos la metodología del estudio, cuestionamos sus conclusiones y recordamos los defectos de la sociedad finlandesa”, señala Martela, de la Universidad Aalto, poniendo de manifiesto que ningún finlandés se puede creer que el suyo es el país más feliz. Para Martela, así como para el resto de sus compatriotas algo no encaja. Entre otras cosas, explica, porque es chocante que uno de los países más felices del mundo sea también uno donde hay un mayor número de personas deprimidas y un gran número de suicidios, lo que le sitúan en el puesto número 35 del mundo a este respecto, y a la cabeza de los europeos (exceptuando Bélgica).

¿De qué hablamos al hablar de felicidad?

Es la típica pregunta de barra de bar. ¿Cómo una sociedad tan fría –en todos los sentidos–, con altos niveles de alcoholismo y suicidios, suele aparecer entre los primeros puestos de estas clasificaciones del bienestar? No se trata solo de Finlandia, sino también del resto de países nórdicos: Noruega (puesto 2), Dinamarca (3) e Islandia (4), que no suelen destacarse precisamente por su alegría de vivir. No, al menos, según el canon mediterráneo. La razón, revela Martela, es que hay formas muy diferentes de medir la felicidad (¡por lo menos cuatro!), y por lo general, la que se emplea en los listados que catapultan a naciones como Finlandia suelen estar más relacionadas con la satisfacción. Como recuerda Tervamäki en 'BBC', “los fineses están más contentos que felices”.

placeholder Madre e hijo en Santa Catarina Palopó (Guatemala). (iStock)
Madre e hijo en Santa Catarina Palopó (Guatemala). (iStock)

Año tras año, los sucesivos barómetros del CIS suelen reflejar que los españoles son felices (con cifras que rondan el 80%), gracias a sus relaciones personales con la familia, la pareja y los amigos. Llamativamente, el World Happiness Report utiliza una metodología semejante, al pedir a los ciudadanos de cada país que valoren su satisfacción entre el 0 y el 10. Como recuerda Martela, es una buena herramienta para conocer, más bien, cuán contentos están los habitantes de un país, pero no tanto los momentos de euforia existencial. Atendiendo a la RAE, más en su acepción de “ausencia de inconvenientes o tropiezos” que de “estado de grata satisfacción espiritual y física”.

Basta confrontar este 'ranking' con el de felicidad realizado por Gallup para descubrir esta sustancial diferencia. En aquel, son los países latinoamericanos los que copan las primeras posiciones. La razón es, aparentemente, sencilla. En este caso, el criterio que se tiene en cuenta son los sentimientos positivos. Por ejemplo, se preguntaba a los participantes cuánto disfrutaban, cómo de a menudo se reían, si habían aprendido algo el día anterior o si eran tratados con respeto. Así, Paraguay, Panamá, Guatemala, Nicaragua y Ecuador copaban los primeros puestos de la clasificación, mientras que Finlandia se derrumbaba hasta la misma altura que Francia, México, Irlanda, China o Uzbekistán. El bienestar social ya no era un elemento tan determinante.

Es probable que si nos mudásemos a un país escandinavo no encontrásemos la felicidad soñada, aunque viviésemos mejor en algunos aspectos

Se pueden extraer un par de conclusiones. En primer lugar, que en los países aparentemente más felices puede haber altos índices de tristeza y desesperación. Por otra parte, que hay muy diversas formas de medir la felicidad. Por ejemplo, lo que hace felices a los finlandeses puede no hacerlo a los latinoamericanos… y tampoco a los africanos de los países más pobres. Una investigación publicada en 'Pyschological Science', que se centraba en el significado de la vida, proponía otra clasificación que catapultaba a naciones como Togo o Senegal, más religiosas. Aunque las condiciones materiales suelen ser la medida más habitual en la satisfacción vital, es habitual encontrar un mayor sentido de la vida –factor esencial para la felicidad– en situaciones desfavorables.

Norte y sur

España se encuentra en la posición número 36 de los 156 países más felices del mundo, según el World Happiness Report. Dos puestos menos que en la anterior edición, como se alertó con la publicación del informe. Sin embargo, los factores que influyen en dicha escala son muy reveladores: por ejemplo, el nuestro es uno de los países en los que la corrupción más lastra el bienestar de los ciudadanos, aunque el PIB o el apoyo social no están tan lejos de los países nórdicos. España, por ejemplo, se encuentra entre las naciones con mayor esperanza de vida. La moraleja es que un único factor puede lastrar significativamente la posición final de un país.

Foto: Un largo futuro por delante, especialmente para las mujeres. (Reuters/Jon Nazca)

¿Hasta qué punto las condiciones objetivas de bienestar son el factor decisivo en la felicidad de los individuos? Se trata, como recuerda en un artículo de 'Quartz' Corinne Purtill, de un criterio diferente al que solemos entender como felicidad, que atiende ante todo a las medidas de índole social relacionadas con el Estado del bienestar. “Estos factores contribuyen a una existencia estable, pero la estabilidad no es lo mismo que la felicidad”, explica. De ahí que Finlandia u otras naciones escandinavas sean lugares estables y como tales aparezcan en los primeros puestos de estas clasificaciones. Pero es muy probable que, si atendiésemos a los consejos de 'The New York Times' y nos mudásemos a una de estas naciones, y aunque en muchos sentidos saldríamos ganando, quizá la felicidad que nos encontrásemos no se parecería a la que solemos tener en mente cuando hablamos de ella.

¿Están equivocadas estas clasificaciones, o lo estamos nosotros, persiguiendo nociones de felicidad que se escapan a nuestro control? Martela considera que bajo ningún concepto Finlandia puede ser el país más feliz del mundo si atendemos al número de sensaciones positivas que experimentan sus habitantes o a los bajos niveles de depresión, pero sí si se trata de “una silenciosa satisfacción con las condiciones de vida de cada cual”. Ahí se encuentra el secreto de la felicidad finlandesa, que tanto sorprende incluso a sus propios ciudadanos, y que se relaciona con su estoicismo o 'sisu': en la utilización de unos criterios más o menos objetivos que, por supuesto, condicionan el bienestar individual, pero que distan del estereotipo sobre la felicidad que solemos manejar en otros lugares.

Estas clasificaciones suelen utilizar criterios más economicistas y políticos, quizá porque son más fáciles de medir de forma objetiva

Gran parte de las definiciones que en el sur de Europa manejamos sobre la felicidad provienen de la cultura clásica. Platón aseguraba que “el hombre que hace que todo lo que lleve a la felicidad dependa de él mismo, y no de los demás, ha adoptado el mejor plan para vivir mejor”, algo que Aristóteles sintetizaba en que “la felicidad depende de nosotros mismos”. Son visiones mucho más internas, personales –aun a pesar de poner en valor la vida en comunidad– que el criterio economicista y político generalmente utilizado en esta clase de clasificaciones. Las que pueden elevar a un país como Finlandia a lo más alto, y hacer que sus habitantes, extrañados, se pregunten por qué.

El norilandés Gareth Rice aterrizó en Finlandia en abril de 2008, para ocupar una plaza de estudiante de posgrado en el Departamento de Geociencia y Geografía en la Universidad de Helsinki. Su nombre ha terminado haciéndose famoso, pero no por lo que había pensado. Rice se ha convertido desde hace una década en uno de los grandes críticos de la sociedad finlandesa en particular y de su mundo académico en particular, después de denunciar el trato de favoritismo del que otros compañeros se beneficiaban, a su costa. Desde 'Times Higher Education' hasta 'The Hieno' pasando por 'The Helsinki Times', su rostro ha aparecido denunciando a esos “maestros en crear mitos”.

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