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Cómo se perdió la guerra contra las drogas (y qué hizo bien España)
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1967: UN ANTES Y UN DESPUÉS

Cómo se perdió la guerra contra las drogas (y qué hizo bien España)

Un nuevo estudio llama la atención sobre un apartado olvidado de la Comisión, que de haber sido más influyente, podría haber cambiado la historia del último medio siglo

Foto: La batalla oculta del siglo XX. (iStock)
La batalla oculta del siglo XX. (iStock)

La revista académica 'Criminology & Public Policy' acaba de publicar un estudio que dará que hablar. Se trata de una pequeña revisión del último medio siglo de guerra contra las drogas a partir de un momento crucial de la historia estadounidense, en el que, bajo la presidencia del demócrata Lyndon Johnson, un grupo de expertos alumbró un innovador informe que, en palabras de los propios autores, estaba “décadas por delante de su tiempo”. De haberle hecho caso, quizá el panorama global de la lucha contra la adicción de las últimas décadas, marcada por la “guerra contra las drogas”, habría sido muy diferente y quizá no habríamos llegado a lo que ocurrió en 2011, cuando la Comisión Global de Políticas de Drogas anunció que “la guerra contra las drogas ha fracasado”.

El trabajo se centra concretamente en uno de los capítulos más olvidados de la conocida como Comisión sobre Aplicación de la Ley y Administración de Justicia (para los amigos y los medios americanos, “La Comisión”), un macroinforme publicado en 1967 que intentaba encontrar solución al acuciante problema que presentaba el crecimiento del sistema legal americano, impulsado, en parte, por el aumento en el consumo de drogas. La heroína, que durante décadas había sido el principal problema de las autoridades, empezaba a convivir con la marihuana que, durante los años de auge de la contracultura, había emergido como una alternativa que, para más inri, era consumida en estratos y grupos sociales muy diferentes. Uno de los problema era que estaba clasificada en el mismo grupo que la heroína.

La historia podría haber sido diferente si en 1967 las propuestas de la Comisión basadas en prevención y tratamiento se hubiesen considerado

¿Por qué resultaba tan rompedor dicho informe? Porque por primera vez proponía un enfoque centrado en la prevención y la salud pública, y no tanto en la erradicación absoluta del tráfico y consumo de drogas, el paradigma que había estado vigente desde principios de siglo y que había sido exportado por EEUU al resto de países desarrollados, primero a partir de la Ley Harrison, que prohibía el consumo de narcóticos sin precepto médico, y más tarde a través del director de la Oficina Federal de Narcóticos, Harry Anslinger, que promovió la prohibición de la marihuana y consiguió poner en marcha una guerra a nivel global basada en la persecución del consumidor y que perseguía la absoluta erradicación del consumo, no la minimización de sus efectos.

El enfoque de la Comisión va a contracorriente de todo ello. Para empezar, porque reconoce la adicción a las drogas como una “enfermedad crónica”, en la cual influyen multitud de factores tanto individuales como sociales, y anima a intervenir en dichos ámbitos para evitar que más personas caigan víctimas de ella. Además, pone en duda que la prohibición del consumo de marihuana fuese útil. Lo más importante, sin embargo, es su enfoque general en el que prevalece el tratamiento por encima del castigo a los usuarios. La Comisión estaba formada por algunos de los grandes expertos del tema, que ponían de manifiesto los límites del enfoque sobre drogas basado en la persecución.

placeholder La cocaína irrumpió en los 70 y cambió las reglas del juego. (iStock)
La cocaína irrumpió en los 70 y cambió las reglas del juego. (iStock)

Fue, no obstante, un espejismo, como recuerdan los autores, Bryce Pardo y Peter Reuter, de la Universidad de Maryland. Durante las siguientes décadas, no solo no se adoptaron dichos principios, sino que se endureció la persecución a los pequeños traficantes y a los consumidores. Como recuerda el propio Pardo en una entrevista con 'The Appeal', la imagen de “los SWAT derribando puertas y arrestando a camellos en sus casas nace de la iniciativa de Reagan desde principios de los 80”. Era el siguiente paso en una lógica perversa que les había hecho creer que si podían mandar a un hombre a la luna, no sería tan difícil crear “una América sin drogas”. Una táctica que perjudicaría a los sectores más pobres de la sociedad, como los ciudadanos negros.

Y en España, ¿qué?

EEUU es un caso extremo de dicho enfoque prohibitivo y punitivo, que no obstante ha terminado influyendo en gran parte de las políticas globales sobre drogas. La situación en España, por sus peculiaridades históricas, es muy diferente, ya que el problema de las drogas no estalla en toda su magnitud hasta la llegada de la democracia. En 1967, una ley admitía que “el problema de los estupefacientes no ha adquirido en España la extensión e intensidad que presenta en algunas naciones extranjeras” y es en 1971 cuando aparece por primera vez en el código penal. Se consumen de forma legal anfetaminas, que se dispensaban en las farmacias.

España realizó un gran esfuerzo a la hora de prevenir, tratar y rehabilitar a toxicómanos

Ante la irrupción de la heroína a gran escala a partir de mediados de los años 70, España comienza a adoptar un enfoque punitivo-terapéutico. El primer gobierno socialista de Felipe González toma cartas en el asunto a instancias del Congreso a través del primer Plan nacional sobre Drogas (PNSD), que tenía vocación de consenso implicando a diversas fuerzas sociales tanto a las fuerzas con representación parlamentaria como a otros actores sociales. Como recuerda en su tesis doctoral Constanza Sánchez Avilés, centrada en la evolución de las políticas sobre drogas en España, los objetivos del plan “se enmarcaron en la convicción de que 'la lucha contra el consumo de drogas' había de basarse en la prevención, con un énfasis en la disminución de las desigualdades y de la marginalidad”, en consonancia con los principios socialdemócrata del gobierno socialista. No obstante, el acercamiento siguió enfatizando la importancia de la actuación policial, especialmente en lo concerniente a los grandes traficantes, tal y como estaba ocurriendo en el panorama global.

Los datos muestran que España realizó un gran esfuerzo a la hora de prevenir, tratar y rehabilitar a toxicómanos. En 1983 había 170 ambulatorios dedicados al tratamiento de heroinómanos y el presupuesto equivalía a unos 4,8 millones de euros actuales. Seis años después, en 1989, el dinero total superaba los 80 millones. A mediados de los años 90, el número de centros asistenciales había aumentado a 500, había 100 centros de dispensación de metadona y 40 de desintoxicación de carácter público. Son los años de extensión de los programas de metadona por toda España, una medida paralela al aumento del presupuesto destinado a esta cuestión.

placeholder ¿Puede clasificarse la marihuana en la misma categoría que la heroína? (iStock)
¿Puede clasificarse la marihuana en la misma categoría que la heroína? (iStock)

¿En qué posición se sitúa nuestro país? Como recuerda Sánchez Avilés en su trabajo, “ante las diferencias de enfoque que se han planteado en el seno de la CND [Comisión de Estupefacientes] entre los partidarios de un enfoque sanitario y asistencial y quienes planteaban la necesidad de enfoques más represivos, el gobierno de España, al menos a nivel de discurso, ha tendido a adoptar una posición intermedia”. La conclusión de la autora, no obstante, es que muchas de sus políticas han tenido como objeto dar respuesta a factores específicos del contexto nacional: “España ha optado por aplicar un conjunto de políticas desviadas [del régimen internacional de control de drogas] manteniendo un perfil modesto a nivel internacional, sin oponerse a la visión ortodoxa del régimen internacional”.

¿Qué ocurre en Portugal, considerado cada vez más el país modelo a la hora de combatir la drogadicción? Para los autores del último trabajo, es un buen ejemplo de cómo la discusión va más allá de legalización y prohibición. Aunque nuestro país vecino no haya legalizado las drogas, su enfoque, centrado en la despenalización del consumo y, sobre todo, en un potente programa social de apoyo al ciudadano, por el cual el consumidor es desviado a un programa u otro tras una valoración realizada por médicos, abogados y trabajadores sociales, le ha convertido en referencia global. Allí, como en España, quizá no se perdió la guerra contra las drogas porque nunca la hubo, al menos en los términos empleados en EEUU.

La revista académica 'Criminology & Public Policy' acaba de publicar un estudio que dará que hablar. Se trata de una pequeña revisión del último medio siglo de guerra contra las drogas a partir de un momento crucial de la historia estadounidense, en el que, bajo la presidencia del demócrata Lyndon Johnson, un grupo de expertos alumbró un innovador informe que, en palabras de los propios autores, estaba “décadas por delante de su tiempo”. De haberle hecho caso, quizá el panorama global de la lucha contra la adicción de las últimas décadas, marcada por la “guerra contra las drogas”, habría sido muy diferente y quizá no habríamos llegado a lo que ocurrió en 2011, cuando la Comisión Global de Políticas de Drogas anunció que “la guerra contra las drogas ha fracasado”.

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