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Un ex de Google cuenta lo que vio: "Era demasiado parecido a una secta"
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ENTREVISTA CON FILIP SYTA, AUTOR DE 'THE SHOW'

Un ex de Google cuenta lo que vio: "Era demasiado parecido a una secta"

El sueco llamó la atención de los medios en 2016 tras publicar su primera novela, en la que describía la vida en una gran tecnológica. Ahora ha sido adaptada a serie de televisión

Foto: Filip Syta nació y se crió en Estocolmo.
Filip Syta nació y se crió en Estocolmo.

Era una mañana cualquiera en las oficinas dublinesas de Google. ¿Cualquiera? No. Algo había cambiado, algo con el potencial de desestabilizar la productividad de la compañía: la piña servida para el desayuno, que día tras día se ofrecía en el buffet cuidadosamente cortada en cubos, estaba presentada en una sola pieza, así que los trabajadores tenían que cortarla ellos mismos. El sueco Filip Syta, ejecutivo de ventas de publicidad, se sintió estupefacto cuando uno de sus compañeros se puso furioso por tal ultraje gastronómico. “Entonces pensé, 'guau', estamos malcriados”, explica a El Confidencial. “Es terrorífico que tu mayor problema sea que la piña no está cortada en cuadraditos”. Fue entonces cuando llegó a la conclusión de que vivían “demasiado bien”. Poco después, abandonaría la empresa.

Syta se hizo famoso en todo el mundo hace un par de años gracias a la publicación de 'The Show', la novela inspirada parcialmente por su paso por la gran tecnológica y que describía a la supuesta empresa “más grande del mundo”, un retrato con sexo, drogas y, sobre todo, una gran cantidad de privilegios que terminaba convirtiendo a los trabajadores en niños mimados. La serie acaba de dar el salto a la pequeña pantalla vía Blackpills, dirigida por Jan Kounen, doblada y subtitulada al español. Sin embargo, su autor, que por teléfono desde Suecia, cree que es más apropiado compararla con 'Black Mirror' que con 'El lobo de Wall Street'.

La empresa es como una madre que se preocupa de todo lo que hacen sus hijitos, vigilando que se porten bien

Desde luego, esa empresa llamada de The Show que presenta la breve serie –ocho episodios de apenas un cuarto de hora de duración– es mucho más lúgubre que la película de Scorsese sobre el mundo financiero. Su protagonista es Maggie, una experta en comportamiento humano fichada por una empresa “montada por tres adolescentes en su garaje” que termina contando con 75.000 empleados y cuyo éxito se debe a haber creado un algoritmo que “permite acceder a todos los conocimientos del mundo. ¿Les suena? Aunque Syta insiste en que lo suyo es una ficción, no cabe duda de que muchas de las ideas emergen de su paso de dos años por la compañía… aunque, como admite, se hayan acentuado determinados aspectos más sensacionalistas.

El estreno de 'The Show' ha coincidido oportunamente con el escándalo de Facebook. Uno de sus protagonistas es, de hecho, un personaje que tiene mucho que ver con Mark Zuckerberg… O, mejor dicho, con Elon Musk. “Me adoraréis porque soy listo, guapo y hago que las cosas ocurran”, dice al espectador en el primer capítulo. En otra secuencia, señala que The Show es “más popular que Dios”, para matizar a continuación que no quiere devaluar la marca comparándola con una simple deidad. ¿Era una actitud muy común? “La gente tenía la sensación de que estaban trabajando en el mejor lugar del mundo, que gozaban de gran influencia y poder, así que se sentían un poco como Dios, con un estatus tan alto”, contesta el oriundo de Estocolmo.

Niños malcriados

Aunque el libro aborda algunos aspectos llamativos como el sexo y las drogas, Syta desvela que no vio gran cosa de ello en primera persona. No se droga, así que no sabe cuál era la sustancia más popular, aunque matiza que el uso de drogas en el mundo de la tecnología “es tan común como en otros ámbitos, especialmente en Wall Street y el mundo financiero”. Cuando se le pregunta si el mundo tecnológico es como el descrito en 'Brotopia', el libro de la periodista Emily Chang, en el que exponía las fiestas sexuales de Silicon Valley, contesta que no vio nada de eso… “¡Quizá es que no me invitaron!”, bromea.

“Lo que me sorprendió es que la gente me preguntaba dónde comía ahora, como si fuese imposible alimentarse fuera de una oficina”, bromea

Lo que aceleró su salida de Google fue una mezcla de aburrimiento y cansancio: “Era demasiado parecido a una secta para mí”, explica. Al principio era divertido, pero poco a poco se dio cuenta de que vivía en una burbuja de privilegios, desconectada del mundo real. “Es como si la empresa fuese tu madre y se preocupase de todo lo que hacen sus hijitos, vigilando que se porten bien y que no se muevan de su sitio”. Así que, como ocurre con las sectas, fue complicado abandonar el mundillo en persecución de su carrera literaria, algo que le ha ocurrido a otros compañeros que se sienten como “perros a los que de repente se les quita la comida”: “Es difícil porque estás a gusto, la empresa te da tantas ventajas que terminas por no saber cuidar de ti mismo”.

Una de las cosas que más le llamaron la atención tras su marcha es la obsesión de sus compañeros por la comida. “Lo que me sorprendió es que la gente me preguntaba dónde comía ahora, como si fuese imposible alimentarse fuera de una oficina”, bromea. “Pero he sobrevivido, así que supongo que es posible encontrar alimentos fuera del comedor”. Uno de los problemas que identificó entre sus compañeros, muchos de los cuales, como él, acababan de salir de la universidad y tenían entre 20 y 30 años, era la dependencia que desarrollaban respecto a Google. Para la empresa, todos ellos eran una gran familia, “que trabajaba por los mismos objetivos y que junta era mucho más fuerte”. Como una gran secta basada en una religión, la de Silicon Valley.

placeholder Hay vida fuera del comedor de la oficina.
Hay vida fuera del comedor de la oficina.

En Google, como ocurre en The Show, los trabajadores son contratados entre lo mejor de lo mejor. Sin embargo, distaban mucho de experimentar felicidad plena. Para Syta, era “un 50%/50%” entre los felices e infelices. “Cuando te va demasiado bien es fácil quejarse, porque cuando tienes todo, cualquier cosa te molesta”, explica. El principal tema de 'The Show', la novela, es el éxito y los peligros que entraña: “No es bueno conseguir demasiado, porque entonces ya no te queda nada por hacer o por lo que pelear. Es psicología humana: cuanto más tienes, más alto está el listón hasta que nada puede hacerte feliz. Un niño que no tiene nada será feliz con un juguete, pero un niño con una habitación llena de juegos terminará aburriéndose y pedirá más”.

¿Dónde están tus datos?

Así que en 2014, el escritor decidió dejarlo todo y arrancar con otros proyectos, como la app Ztory, o su carrera como escritor: actualmente se encuentra preparando una novela que no tiene nada que ver con el mundo de la tecnología. Mientras tanto, su nombre estará vinculado a la nueva miniserie basada en su primera novela, y que según el autor, toca temas importante que apenas se abordaban en el libro, la recolección de datos o la amenaza de la inteligencia artificial. “La mayor gente no tiene conciencia sobre ello, espero que se redacten nuevas leyes y que haya una pequeña revolución”, explica. “Deberíamos tener cuidado con lo que le damos a estas empresas”.

Ese es el último mensaje que tiene para los lectores: “Que tengan cuidado y no se olviden que deberíamos cuidar nuestra vida online tanto como lo hacemos con la offline”. Sin embargo, quizá su mejor aportación sea la lección que obtuvo después de dejar un puesto en una de las empresas más grandes del mundo y seguir su vocación: “Persigue tu pasión, porque si amas algo, automáticamente te haces mejor en ello. No solo porque una encuesta o una revista diga que determinado trabajo es el mejor tiene que serlo para ti. No sigas la corriente, no te dejes distraer por las posibles ventajas. No te preocupes tan solo por la comida”.

Era una mañana cualquiera en las oficinas dublinesas de Google. ¿Cualquiera? No. Algo había cambiado, algo con el potencial de desestabilizar la productividad de la compañía: la piña servida para el desayuno, que día tras día se ofrecía en el buffet cuidadosamente cortada en cubos, estaba presentada en una sola pieza, así que los trabajadores tenían que cortarla ellos mismos. El sueco Filip Syta, ejecutivo de ventas de publicidad, se sintió estupefacto cuando uno de sus compañeros se puso furioso por tal ultraje gastronómico. “Entonces pensé, 'guau', estamos malcriados”, explica a El Confidencial. “Es terrorífico que tu mayor problema sea que la piña no está cortada en cuadraditos”. Fue entonces cuando llegó a la conclusión de que vivían “demasiado bien”. Poco después, abandonaría la empresa.

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