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Mi marido millonario me dejó. Y entonces me enteré de la realidad de la vida
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FIN DEL AMOR Y DEL DINERO

Mi marido millonario me dejó. Y entonces me enteré de la realidad de la vida

Su vida cambió cuando le pidió el divorcio. Luego tuvo que empezar de cero y comenzar una nueva vida alejada de los lujos y las comodidades

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Aunque parezca que no, la vida puede cambiar en cualquier instante. Un día estás en lo más alto: te va bien, viajas por el mundo, tienes una familia, y, sobre todo, una situación económica que despierta las envidias de todos. Y, de repente, se acabó. De un golpetazo, y como si fuera un espejismo, tu sueño se desvanece. Te divorcias. Comienzan las luchas legales. Llamas a los abogados. Papeleo y más papeleo. Intentas recrear los fines de semana espectaculares de antes, pero ya nada tiene sentido. La cefalea te persigue; las deudas, también. Te arrepientes de haber dejado el trabajo con el que antes disfrutabas y te hacía seguir adelante. Al menos, te entretenía y te despejaba la mente de todos los problemas. Y, entonces, vuelves a la realidad. La fea y cruda realidad.

Esta es la historia de Jaimie Seaton, una escritora y periodista de éxito que ha colaborado para grandes firmas como 'Newsweek', 'The Washington Post', o 'The Guardian'. Corresponsal en países asiáticos como Singapur y Bangkok, pronto se enamoró de un alto ejecutivo de un banco global. Vivieron un idilio romántico en las más altas esferas. "Nuestros hijos asistieron a escuelas privadas internacionales, viajamos en primera clase a sitios exóticos y nunca miré los precios del supermercado", afirma Seaton en un escrito para la 'CNBC'. "El dinero que gané como escritora y periodista era como una gota en un cubo de agua, comparado a todo lo que mi marido ganaba, pero me sentí afortunada por estar haciendo lo que amo".

Al ver lo felices que eran mis hijos en un entorno nuevo supe que necesitábamos comenzar una nueva vida en otro lugar

Pero al final, la comodidad y el pensar que su vida iba a ser así para siempre la hicieron abandonar su empleo, el trabajo que llevaba haciendo toda la vida. 2012 iba a ser el año que Seaton siempre recordaría. Su marido se fue y la dejó sola. "No estaba preparada para lo que me esperaba después de que mi marido se fuera", comenta. "Conseguí un trabajo temporal y pasé de vivir a sobrevivir". Sin embargo, esto no fue suficiente, y no consiguió darse cuenta a tiempo de que no podía seguir llevando ese alto nivel de vida. "Me negué a reducir mis gastos. Sentí que no deberíamos sufrir financieramente, ya que no habíamos hecho nada malo".

Su esposo, lejos de prometerles una estabilidad económica hasta que las aguas volvieran a su cauce, les hizo abandonar la finca de un kilómetro cuadrado en la que vivieron junto con sus hijos. "Nos habíamos establecido allí menos de un año antes, después de regresar de nuestra vida en Asia, que duró seis años", agrega. "Vivíamos un pródigo estilo de vida de expatriados".

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Jaime Seaton, furiosa con su esposo por la situación en la que puso a ella y a sus hijos, se mantuvo firme en la convicción de seguir viviendo como antes. "Es difícil señalar el momento justo en el que la realidad comenzó a asomar. Cambié de perspectiva poco más de un año después, tras visitar a mi hermana y a su esposo en Arizona por Navidad", explica la periodista. "Ver lo felices que estaban mis hijos en un entorno nuevo me dio la idea de que tal vez los tres necesitábamos comenzar una nueva vida en un nuevo lugar".

Me arrepentí de no cortar el grifo de dinero justo después de que mi marido me dejara

Los costes exorbitantes de su antigua casa le devolvieron a la realidad y supo inmediatamente que no podría pagarla: "Esa primavera, mis hijos y yo nos enamoramos de una casa mucho más pequeña y me sentía extrañada ante la idea de que ya no teníamos que contratar a nadie para que nos cortase el césped", señala. Durante todo ese período, ella y su esposo no estaban legalmente divorciados todavía. "Recibí dinero de él todos los meses. Al principio de nuestra batalla me dijo que no me iba a apoyar a continuar con el ritmo de vida que llevábamos antes y al que me había acostumbrado", recalca.

Foto: Felizmente casados. (EFE/Facundo Arrizabagala)

Seaton volvió a su trabajo como periodista freelance pero no ganaba el suficiente dinero y tenía que pedirle a su exmarido un plus para llegar a fin de mes. Luego, notó su cambio de vida definitivo: "Primero fue echar al jardinero, luego mi manicura y finalmente todo se redujo a comprar la marca de papel higiénico más barata", afirma. Ahora, cinco años después, contempla su nueva situación como una segunda vida. "Me he retado a gastar lo menos posible en el mantenimiento del hogar, así que cuando algo se rompe, busco la forma de arreglarlo", reconoce. "Me arrepentí de no haber cortado el grifo en el mismo momento en el que mi marido me dejó. Pensé en todo el dinero que había gastado en cenas frívolas y vacaciones de lujo. Ahora me doy cuenta de que hice lo mejor que pude en esa situación, y no me quedó más remedio que aceptar mi nueva realidad".

Aunque parezca que no, la vida puede cambiar en cualquier instante. Un día estás en lo más alto: te va bien, viajas por el mundo, tienes una familia, y, sobre todo, una situación económica que despierta las envidias de todos. Y, de repente, se acabó. De un golpetazo, y como si fuera un espejismo, tu sueño se desvanece. Te divorcias. Comienzan las luchas legales. Llamas a los abogados. Papeleo y más papeleo. Intentas recrear los fines de semana espectaculares de antes, pero ya nada tiene sentido. La cefalea te persigue; las deudas, también. Te arrepientes de haber dejado el trabajo con el que antes disfrutabas y te hacía seguir adelante. Al menos, te entretenía y te despejaba la mente de todos los problemas. Y, entonces, vuelves a la realidad. La fea y cruda realidad.

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