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Por qué nunca te acuerdas de las pelis que viste ni de los libros que leíste
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Por qué nunca te acuerdas de las pelis que viste ni de los libros que leíste

Consumir cultura es como llenar una bañera, meterse en ella y luego vaciarla y ver cómo el agua se va por el desagüe. Te quedas con la experiencia del baño, pero el agua ya se ha ido

Foto: No se va a acordar de nada en una semana. (iStock)
No se va a acordar de nada en una semana. (iStock)

Seguro que te ocurre a menudo. Te preguntan por un libro que leíste hace seis meses o un año, y apenas recuerdas nada. Sólo te quedas con que si te gustó o no. Lo mismo te pasa con películas o series. Y ya ni hablar con lo que estudiaste hace años en la carrera o en el instituto. ¿Por qué sucede esto? ¿Acaso tenemos una memoria limitada? Parece que así es. Consumir cultura es como llenar una bañera, meterse en ella y luego vaciarla entera y ver cómo el agua se va por el desagüe. Te quedas con la experiencia de haberte dado el baño, pero el agua ya se ha ido.

"La memoria en general tiene una limitación muy intrínseca", asegura Faria Sana, profesora asistente de Psicología en la Universidad de Athabasca, en Canadá. "Es esencialmente como el cuello de una botella", dice en ' The Atlantic'.

Internet funciona como una especie de memoria externalizada: cuando esperamos tener acceso futuro a la información, la recordamos menos

A este proceso se le conoce como "curva del olvido", y es más pronunciada durante las primeras 24 horas después de aprender algo. La cantidad exacta que olvidamos, en porcentaje, varía, pero a menos que revisemos el material, gran parte del mismo se desliza por el desagüe después del primer día, y lo sigue haciendo los días posteriores. Sólo retenemos una fracción del contenido.

Aunque esto ha ocurrido toda la vida, Jared Horvath, investigador de la Universidad de Melbourne, dice que este fenómeno se ha intensificado en los últimos años, pues la forma en que ahora la gente consume información y entretenimiento ha cambiado el tipo de memoria que valoramos y retenemos.

Foto: Mesa del jefe de Cultura de El Confidencial. (Daniel Arjona) Opinión
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En la era de Internet, la capacidad para recordar (la capacidad de retener espontáneamente la información en tu cerebro) se ha vuelto menos necesaria. Nos sigue funcionando para charlar en los corrillos de bares o para recordar la lista de cosas para hacer, pero en gran medida, dice Horvath, lo que se llama "memoria de reconocimiento" es más importante. "Siempre que sepamos dónde está esa información y cómo acceder a ella, realmente no necesitamos recordarla", afirma. Y es cierto: a un golpe de clic tenemos acceso a todo tipo de conocimiento.

La investigación ha demostrado que Internet funciona como una especie de memoria externalizada. "Cuando las personas esperan tener acceso futuro a la información, tienen tasas más bajas de recuperación de esa información en sí", asegura un estudio publicado en la 'US National Library of Medicine'. Pero incluso antes de que existiera Internet, los productos de entretenimiento han servido como memorias externalizadas por sí mismos. No necesitas recordar una cita de un libro si puedes buscarlo y consultarla siempre que desees. Lo mismo ocurre con las películas o los programas de televisión: puedes volver a verlos las veces que quieras.

La "curva del olvido" se ha intensificado, pues la forma en que consumimos información ha cambiado el mecanismo de la memoria

Además del rápido acceso a numerosas fuentes de información, también cuenta que metemos demasiada información en el cerebro y este llega a su tope. Esto lo probaron el pasado año Horvath y sus colegas de la Universidad de Melbourne, quienes descubrieron que aquellos que veían demasiados programas de televisión olvidaban el contenido de ellos mucho más rápido que las personas que consumían sólo un episodio a la semana. Los primeros también informaron de que disfrutaban menos del programa que las personas que lo veían una vez al día o varias veces por semana.

Escribir mata a la memoria

Sócrates decía que odiaba escribir porque creía que así iba a matar su memoria. Y, según Horvath, estaba totalmente en lo cierto, pues "escribir es como asesinarla". No obstante, el investigador cree que compensa, pues todas las obras escritas compensan con creces a muchas buenas memorias. "Piensa en todas las cosas increíbles que tenemos por escrito. No cambiaría la escritura por una mejor memoria de recuerdo, nunca. Quizá Internet ofrece una compensación similar: podemos acceder y consumir tanta información y entretenimiento como deseemos, pero no conservaremos la mayor parte".

Algunos recuerdos pueden estar al acecho, inaccesibles, hasta que la señal correcta los devuelva. La memoria es cuestión de asociaciones

Con los libros ocurre lo mismo. Cuando leemos, hay una falsa "sensación de fluidez". La información fluye, la entendemos, parece que la estamos reteniendo sin problemas... pero no es así. "Sólo si nos esforzamos en ello y nos concentramos, conseguiremos recordar lo que leemos". Además, en muchos casos creemos que estamos leyendo algo y en realidad nuestra mente está pensando en otra cosa, y nos damos cuenta sólo cuando acabamos la página

Ojo, no todos los recuerdos que deambulan por nuestra mente están perdidos para siempre. Algunos pueden estar al acecho, inaccesibles, hasta que la señal correcta los devuelva. La memoria es cuestión de asociaciones.

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Eso puede explicar por qué muchas personas recuerdan el contexto en el que leen un libro pero no su contenido. Saben dónde estaban cuando lo leían, con qué ánimo, qué estaba ocurriendo en su vida... pero no de qué iba la obra. No obstante, es probable que si alguien les nombra detalles de la historia, de pronto comiencen a recordar.

"Los recuerdos son las cosas que ya no quieres recordar", escribía Joan Didion en 'Noches azules'. No recordamos lo que queremos, y sí lo que no queremos. ¿O era al revés? Ya no me acuerdo.

Seguro que te ocurre a menudo. Te preguntan por un libro que leíste hace seis meses o un año, y apenas recuerdas nada. Sólo te quedas con que si te gustó o no. Lo mismo te pasa con películas o series. Y ya ni hablar con lo que estudiaste hace años en la carrera o en el instituto. ¿Por qué sucede esto? ¿Acaso tenemos una memoria limitada? Parece que así es. Consumir cultura es como llenar una bañera, meterse en ella y luego vaciarla entera y ver cómo el agua se va por el desagüe. Te quedas con la experiencia de haberte dado el baño, pero el agua ya se ha ido.

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