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Los juerguistas que construyeron una isla para beber al margen de la ley en Año Nuevo
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“EN AGUAS INTERNACIONALES”

Los juerguistas que construyeron una isla para beber al margen de la ley en Año Nuevo

El pasado 31 de diciembre, un grupo de amigos aprovechó la marea baja para erigir un pequeño montículo en el que asentarse después de que el reloj marcase las doce

Foto: Siete hombres, una isla y una neverita repleta de bebidas. (David Saunders)
Siete hombres, una isla y una neverita repleta de bebidas. (David Saunders)

Desde hace algo más de una década, cuando se instaurase la conocida como ley antibotellón, está prohibido consumir bebidas alcohólicas en la vía pública, una medida que tenía como objetivo ante todo evitar que los jóvenes se reuniesen al calor del cubata a pasar la velada entre mini y mini. Una decisión que ha estimulado no pocas imaginaciones, juveniles y no tan juveniles, que han intentado por todos los medios seguir bebiendo bajo las estrellas, y de las cuales meter la botella en una bolsa de plástico u ocultarse en el rincón más recóndito de la ciudad son las menos imaginativas.

En dicha tradición deberíamos añadir, desde luego, a un grupo de ingeniosos neozelandeses que, como ha desvelado el medio local 'Stuff', tuvieron la feliz idea de construir una isla de arena para poder beber en Año Nuevo, al margen de la ley. Tenían dos buenas razones. La primera, que las ordenanzas municipales, como ocurre en las ciudades españolas, impiden el consumo de bebidas alcohólicas en la vía pública. La segunda, que en el hemisferio sur se encuentran en pleno verano, por lo que es un buen momento para tomarse unos espirituosos en la calle.

Una vez la estructura estuvo terminada, la coronaron con una mesa de pícnic de madera y una neverita repleta de bebidas


Pero ¿en qué consiste exactamente “construir una isla”? Como señala el medio oceánico, los ingeniosos juerguistas aprovecharon que antes del fiestón de Nochevieja la marea estaba baja para construir un gran montículo de arena de considerable tamaño en el estuario de Tairua, según explicó uno de ellos. Una vez la estructura estuvo terminada, la coronaron con una mesa de pícnic de madera y una neverita repleta de bebidas. Solo faltaba que la marea subiese y, por lo tanto, quedasen aislados de la tierra firme. Una instantánea que ha circulado en la que aparece el grupo de juerguistas muestra a siete personas más o menos cómodamente sentadas en un banco mientras empinan (literalmente) el codo.

No contaban con su astucia

¿Para qué tanto esfuerzo, se preguntará el lector? Básicamente, para sortear la multa de 250 dólares (223 euros al cambio) que deben pagar todos aquellos a los que pillen bebiendo alcohol en la vía pública de Coromandel, una península que se encuentra en la zona septentrional de la Isla Norte. O, más bien, para evitar que un grupo de policías malhumorados detengan la fiesta; incluso en ese caso, deberían esperar a que bajase la marea para poder abandonar el montículo, lo que les daba un buen margen para terminar las bebidas de la neverita. O, quizá, simplemente querían convertirse en el primer gran viral de 2018, en cuyo caso han conseguido el objetivo con creces.

La irónica argumentación que emplearon los bebedores fue que habían esquivado la ley al encontrarse en “aguas internacionales”. Los testigos desvelaron al medio neozelandés que estos pasaron toda la noche en su improvisada isla, observando los fuegos artificiales. Las autoridades de Coromandel, conscientes de que esta es la mejor oportunidad en años de dar a conocer su isla, han querido sumarse al jolgorio comparando a sus vecinos con los rebeldes que se instalaron en la península hace siglos. “Es lo que me gusta del Coromandel: la naturaleza inventiva de la gente”, ha señalado la alcaldesa, Sandra Goudie. “Se trata de ser creativo, la realidad legal es diferente”.

Foto: Como cualquier viernes, pero con menos aire para respirar. (Efe/J.M. García) Opinión

Tampoco parece haberle importado mucho al inspector comandante John Kelly, que reconocía no estar al tanto pero que aun así valoraba la habilidad de los juerguistas de Fin de Año. “Es pensamiento creativo: si lo hubiese sabido probablemente me habría unido a ellos”, manifestaba sin vergüenza alguna. Ahora bien, ¿se mantiene la defensa de estos simpáticos bebedores? Lamentamos señalar que no, ya que las aguas internacionales comienzan a partir de las 200 millas (32 kilómetros) y no nos parece, a juzgar por la instantánea difundida en redes, que los bebedores se encontrasen a más de 100 metros de la orilla. Harina de otro costal es que a las autoridades les dé lo mismo o, mejor aún, lo hayan utilizado para situar Coromandel en el mapa mundial.

Desde hace algo más de una década, cuando se instaurase la conocida como ley antibotellón, está prohibido consumir bebidas alcohólicas en la vía pública, una medida que tenía como objetivo ante todo evitar que los jóvenes se reuniesen al calor del cubata a pasar la velada entre mini y mini. Una decisión que ha estimulado no pocas imaginaciones, juveniles y no tan juveniles, que han intentado por todos los medios seguir bebiendo bajo las estrellas, y de las cuales meter la botella en una bolsa de plástico u ocultarse en el rincón más recóndito de la ciudad son las menos imaginativas.

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