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Qué nos hace humanos: todo lo que la anestesia desvela sobre nuestra conciencia
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Qué nos hace humanos: todo lo que la anestesia desvela sobre nuestra conciencia

¿Qué ocurre cuando estás bajo los efectos de los fármacos? Una gran cantidad de estudios intentan desentrañar cuáles son los verdaderos efectos neurológicos de la anestesia

Foto: No tengas miedo, la posibilidad de error es reducida. (iStock)
No tengas miedo, la posibilidad de error es reducida. (iStock)

El 16 de octubre de 1846, un cirujano de Boston llamado John Collins Warren extirpó un tumor del cuello de un paciente sin que este sintiese ningún dolor. Fue la primera vez que se utilizó con éxito la anestesia en público, tras ser administrada por el pionero William T. G. Morton. Desde entonces, este método para bloquear la sensibilidad táctil y dolorosa del paciente se ha popularizado como una alternativa más profunda a la sedación, en la cual el paciente respira por sus propios medios y mantiene un mayor nivel de conciencia. No obstante, aún no quedan claros cuáles son exactamente los mecanismos neurológicos que precipitan este proceso.

No solo eso, sino que estas dudas plantean grandes preguntas sobre qué es exactamente nuestra conciencia. Todo aquel que haya pasado por una anestesia general habrá descubierto que no es exactamente como soñar, aunque se le parezca mucho, puesto que hemos perdido la noción del tiempo; en algunos contados casos, hay quien se despierta en mitad de la operación y no recuerda nada… o sí lo hace. Hay una gran pregunta por resolver, con unas cuantas implicaciones. Si no recordamos una experiencia, ¿puede esta causarnos algún daño? ¿O tan solo podemos sufrir cuando somos conscientes de ello? ¿Y si el olvido es solo aparente? Es más, ¿y si recordamos el dolor pero este nunca se ha producido?

“Solo sé que podía oír”, relata una mujer que se despertó en mitad del proceso. “Sentía el dolor más terrible. No recordaba que me estaban operando”

Es el gran tema que se plantea en 'Anesthesia' la periodista australiana Kate Cole-Adams. Un volumen en el que, a partir de su propia experiencia –una operación para aliviar su escoliosis– y entrevistas con anestesistas, psiquiatras, pacientes y neurocientíficos intenta utilizar esta situación excepcional de la experiencia humana, ni sueño ni vigilia, para saber cómo funciona de verdad nuestra mente. Algo que no sabemos muy bien, como recordaba en 'The New York Times' el profesor de la Escuela Médica de la Universidad de Michigan George Mashour, puesto que no solo no entendemos su funcionamiento neurológico sino que tampoco nos ponemos de acuerdo en qué es la conciencia.

El peor momento para despertar

El libro se centra en el mayor miedo de los que han de pasar por este proceso (aunque no sea el más peligroso): la posibilidad de despertar en plena operación. Es lo que le ocurrió a una mujer llamada Rachel Benmayor, que fue consciente de su propia cesárea después de que le administrasen anestesia general. “Solo sé que podía oír cosas”, relata en el libro. “Podía sentir el dolor más terrible. No sabía dónde estaba. No recordaba que me estaban operando. Solo era consciente del dolor… Intentaba respirar. Sabía que si no lo conseguía, moriría pronto”. Mientras experimentaba tal agonía, escuchaba a los médicos charlar sobre lo que habían hecho el fin de semana.

placeholder Hay protocolos establecidos para conocer cuánta anestesia se necesita. (iStock)
Hay protocolos establecidos para conocer cuánta anestesia se necesita. (iStock)

Es un caso muy raro y tremendamente excepcional, que en ningún caso debe utilizarse para disuadir a los pacientes de operarse, recuerda una anestesista llamada Kara Allen en 'The Conversation'. Según una investigación publicada en 'Anesthesia & Analgesia', la incidencia es de alrededor de un 0,13%. Más alta, eso sí, en las cesáreas y en las operaciones cardíacas; también entre niños. Como recuerda la anestesista, la mayoría de estos eventos no están asociados ni con dolor ni con ninguna angustia. Sin embargo, entre todas ellas, hay un caso especialmente interesante: aquel en el que el paciente muestra conciencia durante la operación pero no recuerda nada al despertar.

Lo cual nos devuelve a la hipótesis principal: ¿hasta qué punto ese dolor termina formando parte de la experiencia del enfermo? ¿Es real, o una falsa memoria? Una investigación publicada en 'Hippokratia' recordaba que un 2% de las denuncias a médicos están causadas por el error a la hora de administrar la anestesia, pero también sugería la posibilidad de que estos recuerdos se debiesen a un aprendizaje inconsciente, por lo que recomendaba a los médicos no solo intentar cuidar al máximo sus procedimientos, sino también evitar conversaciones inapropiadas o fuera de lugar y que puedan molestar al paciente, como la que escuchó Benmayor.

Los anestesistas buscan pistas como el tipo de ondas cerebrales, las respuestas físicas y la sensibilidad del dolor para aumentar la dosis

Como explica Allen, es casi imposible descubrir la huella psicológica que puede dejar dicha impresión, puesto que no hay sistemas para medirlo exactamente. “No tenemos suficiente información para decir que la percepción durante la cirugía no afectará a alguien psicológicamente si no lo recuerda”. La mayor dificultad es que, no obstante, nunca podemos estar seguros de que un paciente está inconsciente… básicamente, porque no disponemos de ninguna definición médica de qué es es exactamente la conciencia. Los anestesistas buscan pistas como el tipo de ondas cerebrales, las respuestas físicas y la sensibilidad del dolor para aumentar la dosis si es necesario. Pero son simplemente el humo que vemos de ese fuego invisible que es la conciencia.

¿Qué está oyendo realmente?

La clave puede encontrarse en los correlatos neuronales de la conciencia. Los Premios Nobel Francis Crick y James Watson hipotetizaron en 'La hipótesis asombrosa' que nuestros pensamientos, sensaciones y sentimientos deben tener un correlato neuronal –“la función neuronal mínima para la conciencia”–, de forma que, si obtuviésemos el conocimiento suficiente, podríamos saber exactamente cuándo el paciente está o no inconsciente. Tras investigar con simios, ellos situaron su origen en el córtex prefrontal, una tesis muy extendida.

Foto: El paso por el quirófano somete al paciente a determinadas situaciones que pueden conducir al delirio. (Corbis)

La realidad es más compleja, e incluso hoy en día se siguen publicando investigaciones (en 'Journal of Neuroscience' o 'Nature Neuroscience' este año, por ejemplo) que se preguntan dónde se encuentran estos correlatos neuronales, que indican dónde puede encontrarse la conciencia pero que no son exactamente la conciencia. En un libro llamado 'Neuroscientific Foundations of Anesthesiology', Mashour se preguntaba si era posible encontrar algo así, dado que uno puede soñar (consciente) bajo la anestesia, y también despertarse por completo y no recordar nada de lo ocurrido. En sus propias investigaciones, el médico ha descubierto que por lo general las partes locales del cerebro siguen funcionando bajo la anestesia, pero se interrumpe la relación entre unas zonas y otras.

Otro de los médicos que han estudiado este misterioso tema es el profesor asociado de la Universidad de California Michael Alkire, que recordaba en un estudio publicado en 'Science' que los agentes anestésicos afectan una región del lóbulo parietal inferior. En resumidas cuentas, añadía, el marco más interesante de futuro es en el que asegura que la anestesia provoca la inconsciencia tanto evitando la integración de distintas regiones cerebrales como reduciendo la información transmitida. Lo que nos devuelve a una de las ideas centenarias sobre la conciencia humana, que es la de Kant y su teoría del conocimiento. En última instancia, nuestro miedo ante el final de la anestesia nos devuelve a las ideas de los grandes filósofos.

El 16 de octubre de 1846, un cirujano de Boston llamado John Collins Warren extirpó un tumor del cuello de un paciente sin que este sintiese ningún dolor. Fue la primera vez que se utilizó con éxito la anestesia en público, tras ser administrada por el pionero William T. G. Morton. Desde entonces, este método para bloquear la sensibilidad táctil y dolorosa del paciente se ha popularizado como una alternativa más profunda a la sedación, en la cual el paciente respira por sus propios medios y mantiene un mayor nivel de conciencia. No obstante, aún no quedan claros cuáles son exactamente los mecanismos neurológicos que precipitan este proceso.

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