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El agitador nato que hace 500 años fraguó la gran ruptura europea
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El agitador nato que hace 500 años fraguó la gran ruptura europea

El alemán tiene en su haber las grandes dotes de un orador y, tras una larga y oscura noche de varios cientos de años, nos propone pensar por nosotros mismos

Foto: Martín Lutero.
Martín Lutero.

En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para acercar a los seres humanos; por el contrario, solo han servido para separar, para quemar y para torturar.

-José Saramago

El 31 de octubre de 1517, una ola de frío siberiano azotaba inmisericorde la ciudad de Wittenberg cuando el Elba, a su paso, comenzaba a congelar su superficie. Muchos vecinos abrían sus puertas para alojar a los desheredados antes de que la gélida guadaña actuara de oficio. Por aquel tiempo, un Dios poco profesional e incomprensible en sus caprichosos designios atormentaba las mentes humanas con la arbitraria herramienta de la culpa y lacerantes castigos varios a través de unos más que cuestionables representantes que habían usurpado la legitima palabra del gran profeta esenio llamado Cristo.

El omnipotente creador, la primera mente o atisbo de consciencia cuyo inasible secreto alberga el cosmos profundo, aquel que se esconde entre la belleza y el mal, en el azul del océano y las carnicerías en los campos de batalla, que es capaz de dotar de riqueza insultante a quienes crean pobreza de solemnidad, capaz de permitir a sus juguetes humanos las mayores atrocidades en nombre de él, no bajaba a la arena nunca para distribuir compasión, consuelo y misericordia. Si quedaba un ápice de duda sobre su magnanimidad, sus representantes en Roma habían convertido la enorme y humana doctrina de aquel que sostenía ser su hijo en un lodazal en el que la frágil alma humana colapsaba entre el tormento de la confusión y del miedo.

Erasmo de Róterdam ya había hablado y su inmenso legado cabalgaba al lado de los vientos del Renacimiento

Roma, tras las que deberían ser las paredes más sagradas de la cristiandad, era de facto, un gran burdel en el que la decadencia y un variopinto catálogo de aberraciones impropias de quienes se postulaban como representantes morales de una filosofía de amor y solidaridad convivían obscenamente con el espíritu y el legado de quien la fundó pensando en un bien común extensivo y universal.

Pero claro, los terapéuticos y razonados vientos del norte que sacudían los cimientos de aquellos apoltronados purpurados no eran bienvenidos. Erasmo de Róterdam ya había hablado y su inmenso legado cabalgaba al lado de los vientos del Renacimiento. Por el contrario, en la esclerotizada capital de la religión católica, el pensamiento libre brillaba por su ausencia. Galileo Galilei, resignado, imploraba perdón para sobrevivir y a Giordano Bruno lo habían liquidado expeditivamente en la pira, mientras la máquina de terror seguía su rumbo inexorablemente.

Agitador nato

Lutero, que no era ningún santo (no hay que olvidar la represión al campesinado alemán promovida indirectamente por él y su antisemitismo de carboncillo), tiene en su haber las dotes de un agitador nato y nos propone pensar, tras una larga y oscura noche de varios cientos de años en los que ese pensamiento queda constreñido en círculos herméticos por miedo a la hoguera, la tortura y otros palos del enorme abanico represor de la época.

Escandalizado este agustino por el trajín mercantil -por otro lado bastante obsceno por su descaro-, con el tema de las indulgencias, solo aptas para bolsillos pudientes y en menoscabo de aquellos que iban en alpargatas (los que las tenían), ensarta 95 reivindicaciones muy fundamentadas en el pórtico de la Iglesia de Wittenberg donde era habitual colocar los textos de desafío ensartados en el frio puñal. A partir de ese momento, Europa se divide en dos y las guerras que se suceden asolan sin compasión naciones enteras, las anónimas y pequeñas vidas humanas, las arcas de las naciones y lo que es peor, la esperanza siempre postergada de un mundo mejor.

Mas de cien mil mentecatos creen en aquellas soflamas y pasan a mejor vida en una sangrienta represión

Pero no hay que olvidar que los exaltados sermones de Lutero activan en las masas campesinas del sacro Imperio Romano unas revueltas incontenibles que arrasan, cual Atila desatado cabalgando sobre un idealizado nuevo orden, una buena parte del territorio. Mas de cien mil mentecatos creen en aquellas soflamas y pasan a mejor vida en una sangrienta represión en la que Lutero estará en primera línea y más allá, en la vanguardia de la carnicería, al lado de la oligarquía sajona.

De su rechazo a la curia romana por sus conductas disipadas se infiere que se puede llegar al “altísimo” por la vía rápida, esto es, sin intermediarios. A la luz de su encendida oratoria se deduce que el propio clero sobra, dada su cuestionada eficiencia y su corrupción generalizada; pero no, no es así. La teoría del alzado es correcta desde la posición de la tronera, más su puesta en práctica ya es otro cantar.

Por esa coartada religiosa se cuelan en masa los avispados gobernantes protoalemanes, ingleses, flamencos y otros oportunistas

Es sabido que el oropel y la poltrona tienen un magnetismo inapelable, y la incoherente y olvidadiza memoria del fogoso clérigo acaba sucumbiendo a la trampa de lo acomodaticio. El elector de Sajonia, agradecido por el traspaso de las finanzas del Vaticano hacia lugares más “seguros”, le recompensa con un palacio de postín. Allá, el nuevo oráculo de la cristiandad, el crítico colérico que quería seguir la estela de reformistas como los arrianos o los más cercanos cátaros, rodeado de su amada y una cohorte de lacayos, se dedica a la vida muelle. Lejos ya, quedan las críticas tormentosas hacia los cardenales y el clero romano.

Al final de esta historia hay un fuerte trasfondo económico. La gestión de los recursos dedicados al hedonismo allá en las tierras del sur queda transferida a los del norte y por esa coartada religiosa se cuelan en masa los avispados gobernantes protoalemanes, ingleses, flamencos y otros oportunistas que ven que es más lucrativo descentralizar la gestión de la “pasta” en mor de una mayor eficacia administrativa; esto es, de reproducir el envidiado y, criticado a la par, modelo romano.

Como decía el poeta francés Paul Valéry, al final, todo es nada.

En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para acercar a los seres humanos; por el contrario, solo han servido para separar, para quemar y para torturar.

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