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Olvídate del Kamasutra: las únicas seis posturas sexuales que existen
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Olvídate del Kamasutra: las únicas seis posturas sexuales que existen

Que no te la den con queso: aquí está todo lo que pueden hacer un hombre y una mujer si no tienen un sillón de dentista de última generación en el dormitorio

Foto: ¿Cuánto tiempo eres capaz de hacer el avioncito de la tercera figura? (Freevector.com)
¿Cuánto tiempo eres capaz de hacer el avioncito de la tercera figura? (Freevector.com)

No nos engañemos, la mayoría de los catálogos de posiciones sexuales que se ven por ahí son solo un montón de palabrería innecesaria para las mismas posturas de toda la vida. Eso, o directamente son gincanas que ríete tú de Humor Amarillo, y muy mal tiene que ir una situación sexual para que prefiramos interrumpirla por un simpático golpe en la nuca o una chispeante luxación de hombro. Queremos que nuestra pareja vea las estrellas, pero en otra acepción.

Si te interesa la literatura sobre amor y sexo pero estás harto de numeraciones larguísimas bellamente ilustradas con nombres como “la tímida flor de loto” o “el helicóptero diagonal doble” —todos sabemos que al final se quedan respectivamente en “el cardo machacado” y “la araña reumática”—, aquí te traemos la propuesta sincera, la realizable, la que funciona. Las únicas seis posturas que te saldrán naturales y que son tan cómodas, fluidas y prácticas que no necesitas ningún estúpido artículo para… Bueno, las seis maravillosas posturas que hemos descubierto y te contamos a continuación.

'El misionero' no parece un gran regalo a las indígenas americanas, pero es una de las formas en que el contacto es más total

En realidad la primicia es de Gabriella Paiella, que ha estudiado minuciosamente clasificaciones con decenas de propuestas y ha identificado los esquemas básicos del sexo heterosexual, para que puedas disfrutarlos con salud sin necesidad de relajante muscular.

1. El misionero o “Estoy cansada”

Durante mucho tiempo este clásico básico ha sido injustamente desprestigiado por la supuesta “pasividad” de la mujer, como dando por hecho que las indígenas no sabían divertirse en las misiones y que descubrieron las bondades del movimiento de caderas gracias a los generosos europeos.

No parece gran cosa a cambio del chocolate y las patatas, pero con todo es una de las formas en que el contacto es más total. Si eres la chica, va muy bien con la luz apagada para disimular una siestecita inoportuna.

2. La amazona o, en versión cañí, “La rociera”

Pues eso; se trata de cabalgar sin silla, no tiene mucha complicación. Aconsejamos permitir al jamelgo en cuestión cierta libertad de movimientos, en lugar de caer sobre él con todo el peso de la ley. En otras palabras: si no se mueve, enciende la luz y asegúrate de que no es una siesta.

Como el hombre no controla el tempo tanto como en el misionero, ayuda a retardar su eyaculación. Eso sí, recomendamos encarecidamente no gritar “¡Arre!” bajo ningún concepto, suele resultar contraproducente.

3. La amazona invertida

Por si nos lees desde una caverna prehistórica, aclaramos que no nos referimos a la misma amazona del punto anterior pero con camisa de cuadros y pelo al cero.

Es más bien como Coco montando en su jaca Paca en dirección contraria a la marcha antes de aprender a hacerlo bien. Lo que pasa es que lo correcto o incorrecto en el sexo no es como en Barrio Sésamo, entre otras cosas porque Barrio Sésamo nunca aburre. Así que cuando la cosa se ponga rutinaria, prueba a ver las cosas, literalmente, desde otro ángulo.

4. El perrito

No confundir con el estilo de natación, a no ser que se desee humillar profundamente a la otra persona. Esta forma de amarse es tan universal como las anteriores, pero por algún motivo nos resulta más vulgar, sucia y chabacana. No todo es positivo, sin embargo, en esta postura. Para el orgasmo femenino no es estadísticamente la mejor.

La cucharita es idónea cuando no te apetece hacer el amor pero la conversación de “ya nunca lo hacemos” te da aún más pereza

En cambio, como calentamiento es estupenda, sobre todo cuando el hombre no es especialmente guapo o se ha dormido al sol sin protección con camiseta de tirantes.

5. La cucharita

De nuevo el hombre aborda a la mujer desde detrás, pero se apoyan de lado en la cama (o donde sea). Empar Moliner en su libro 'Te quiero si he bebido' nos regala una variante, “el 44”, que imaginamos con las rodillas más flexionadas. El caso es que funciona seas de letras o de números y aunque tu barrita de energía personal esté casi a cero.

En conclusión, esta postura, también conocida como "Perrito cansado después del trabajo", es idónea cuando no te apetece hacer el amor pero la conversación de “ya nunca lo hacemos” te da aún más pereza que el sexo en sí.

6. Mejor morir de pie que vivir de rodillas

Para auténticos Ches Guevara del erotismo —porque los dos de pie cómodo no es, te pongas como te pongas— la puedes ver descrita también como "Baño de bar pequeño". Una pared le da un tono 'reggaetonero' muy de agradecer pero cuidado con la cabeza, recuerda que "empotrar" es solo una metáfora.

Lo mejor de hacerlo de pie es convencerse a uno mismo de que lo que está sucediendo es tan increíble que no puede esperar a una cama, ni siquiera a una triste silla acolchada. Si no necesitas ni una alfombra del Ikea, felicidades: tu vida sexual es tan satisfactoria que no entendemos que estés leyendo esto.

Hasta aquí las seis únicas maneras en que puedes y debes aparearte en un contexto, digamos, reproductivo. Otra cosa es el sexo sin penetración, o penetrando con otras cosas, pero eso, como diría Michael Ende, es otra historia. Todo lo que inventes fuera de este ABC darwinista nos tememos mucho que no merecerá patente propia.

Amar es un arte, y tu cuerpo un instrumento maravilloso que el músico adecuado puede hacer vibrar. Pero más que un violín, es una zambomba.

No nos engañemos, la mayoría de los catálogos de posiciones sexuales que se ven por ahí son solo un montón de palabrería innecesaria para las mismas posturas de toda la vida. Eso, o directamente son gincanas que ríete tú de Humor Amarillo, y muy mal tiene que ir una situación sexual para que prefiramos interrumpirla por un simpático golpe en la nuca o una chispeante luxación de hombro. Queremos que nuestra pareja vea las estrellas, pero en otra acepción.

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