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Por qué no deberías comprarte una casa, según el premio Nobel Robert Shiller
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Por qué no deberías comprarte una casa, según el premio Nobel Robert Shiller

Durante mucho tiempo se ha convertido en la inversión por antonomasia, pero solo hace falta tener un poco de perspectiva histórica para darse cuenta de que no es muy rentable

Foto: Robert J. Shiller en el Foro Económico Mundial de Davos, en enero de 2012. (CC/Moritz Hager)
Robert J. Shiller en el Foro Económico Mundial de Davos, en enero de 2012. (CC/Moritz Hager)

En 2013, el estadounidense Robert Shiller obtuvo el Premio Nobel de Economía gracias a su trabajo sobre la volatilidad del mercado financiero y la dinámica de los precios de activos. El economista es uno de los contados pensadores que supo anticipar la trágica deriva del mercado financiero durante los años previos a la crisis, especialmente en lo que concierne a la burbuja inmobiliaria. En el año 2000 ya había publicado el profético “Exuberancia irracional”, que alertaba sobre el derrumbe de las puntocom. Una visión que apenas unos años después extendería al mercado inmobiliario. Tanto en un caso como en otro, el nativo de Detroit culpaba a la irracionalidad de los inversores de haberse conducido con excesiva euforia.

Por eso, una vez fue galardonado con uno de los mayores reconocimientos que existen, muchos se fijaron en una de sus tesis principales: Shiller recordaba que las inversiones inmobiliarias son mucho menos rentables de lo que pensamos, y el estallido de la burbuja en países como España es una buena muestra de ello. El origen se encuentra en una entrevista con la periodista de 'Bloomberg' Trish Regan, en la que esta le preguntaba “¿por qué comprar una casa? La gente deposita todos sus ahorros en un hogar. Están echando a perder el coste de oportunidad de no tener ese dinero líquido para obtener mayores ganancias en el mercado. ¿Por qué lo hacen?”

El pensamiento humano se construye alrededor de historias, y la historia que ha sostenido el boom inmobiliario es que las casas son como las acciones

La respuesta de Shiller no dejaba lugar a dudas: si lo que uno desea es ganar dinero, hay inversiones mucho mejores a largo plazo. “¡Absolutamente!”, respondía en la entrevista televisada. “Las casas tradicionalmente no han sido vistas como una buena inversión. Hace falta mantenerlas, se deprecian, pasan de moda. Todo eso son problemas. Y hay un progreso técnico en los edificios. Las nuevas son mejores”. Algo en lo que seguramente estará de acuerdo cualquiera que haya intentado alquilar un piso antiguo, y se haya visto obligado a realizar una carísima reforma a fondo para poder competir en el mercado, una inversión que solo recuperará en el largo plazo.

Si nadie puede pagar el precio, ¿quién lo comprará?

Para Shiller, que las propiedades inmobiliarias se consideren una buena inversión es tan solo una moda que comenzó a principios del siglo XXI, cuando los precios de los pisos subían y subían sin que pareciese verse el fin. Sin embargo, una vez la burbuja estalló, está convencido de que no va a volver a ocurrir lo mismo “al menos, con la misma fuerza”. “La gente va a decidir 'sí, voy a diversificar mi porfolio, viviré en un piso alquilado”, añadía. “Eso es algo muy sensato que hace mucha gente”.

Por supuesto, hay innumerables razones por las que puede resultar ventajoso comprar una casa –entre las que no tener que tratar con un casero inaguantable no es la menos importante–, pero lo que advierte Shiller es que no debemos embarcarnos en tan costosa empresa por las razones equivocadas. Y esa razón equivocada suele ser pensar que la inversión inmobiliaria se multiplicará año tras año. Como el economista explicaba a la 'CNN' en 2007, poco antes del estallido de la crisis, “el pensamiento humano se construye alrededor de historias, y la historia que ha sostenido el boom inmobiliario es que las casas son como las acciones”.

“Compra una y no dejará de subir”, proseguía, haciéndose eco de dicha mentalidad. “Es la mejor forma de hacerse rico… Pero no puede ser cierto que el precio de los hogares aumente un 10% cada año. Si fuese así, a largo plazo nadie sería capaz de comprar una casa”. Es evidente; aunque también habrá quien recuerde que, efectivamente, cada vez es más complicado adquirir una propiedad inmobiliaria. Sin embargo, es igualmente cierto que muchos de los que invirtieron durante la pasada década en apartamentos o chalets esperando revenderlos en el corto o medio plazo a un precio muy superior han tenido que conformarse con mucho menos de lo que esperaban.

Si piensas que invertir en una casa es una gran idea, ¿por qué no invertir en un coche? Compra uno, guárdalo e intenta venderlo

Para entenderlo un poco mejor, Shiller propone una analogía con la que quizá no todo el mundo esté de acuerdo: en lugar de con el valor de una empresa que se va a revalorizar sin parar, una casa se parece más bien a un automóvil. ¿Podrías revender tu coche una década después a un precio aún mayor? Tendrías suerte si simplemente consigues que el chatarrero te dé algo, sugieren las palabras de Schiller. “Si piensas que invertir en una casa es una gran idea, ¿por qué no invertir en un coche?”, se preguntaba retóricamente. “Cómprate un coche, deja que coja polvo, y véndelo dentro de 20 años. Obviamente, no es una buena idea porque nadie quiere tu coche. Ocurre lo mismo con tu casa. Así que en realidad no es una buena inversión”.

En 2013, el estadounidense Robert Shiller obtuvo el Premio Nobel de Economía gracias a su trabajo sobre la volatilidad del mercado financiero y la dinámica de los precios de activos. El economista es uno de los contados pensadores que supo anticipar la trágica deriva del mercado financiero durante los años previos a la crisis, especialmente en lo que concierne a la burbuja inmobiliaria. En el año 2000 ya había publicado el profético “Exuberancia irracional”, que alertaba sobre el derrumbe de las puntocom. Una visión que apenas unos años después extendería al mercado inmobiliario. Tanto en un caso como en otro, el nativo de Detroit culpaba a la irracionalidad de los inversores de haberse conducido con excesiva euforia.

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