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Cómo ligar en el siglo XXI: la socióloga de Tinder te explica de qué va esta historia
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Cómo ligar en el siglo XXI: la socióloga de Tinder te explica de qué va esta historia

¿Sabían que la popular compañía de citas 'online' contrató a una doctoranda para investigar sobre el comportamiento de sus usuarios? Y ha aprendido unas cuantas cosas

Foto: Carbino: de la UCLA a asesorar a una de las grandes empresas emergentes. (Facebook)
Carbino: de la UCLA a asesorar a una de las grandes empresas emergentes. (Facebook)

Si naciste en el siglo XIV, mala suerte. Más allá de tener una esperanza de vida más bien corta, grandes probabilidades de morir entre convulsiones por los efectos de la peste bubónica o vivir aterrorizado por la amenaza de un dios terrible y despiadado, muy probablemente tus oportunidades de encontrar una pareja que realmente te gustase fuesen terriblemente bajas. En otras palabras, tenías todas las papeletas para terminar con la hija o con el hijo del vecino, una relación quizá con poco futuro, entre el escaso romanticismo de la época y las plagas que lo asolaban todo.

Hoy, la situación es bien distinta. Sacas el móvil, le das a la aplicación de turno y ala, a marcar “sí” o “no” a las personas que te gustan o las que no. O, mejor dicho, a sus fotografías. Nos gusta pensar que los designios de la selección de pareja en la era de internet y Tinder tiene mucho que ver con los algoritmos, pero estos también son creados y, sobre todo, interpretados por el hombre. Una de las mujeres que han destinado un gran esfuerzo a entender cómo funciona este nuevo estado de las cosas es Jessica Carbino, que pasó de ser una doctoranda en sociología en UCLA (Universidad de California en Los Ángeles) a ser contratada por Tinder para que fuese su científica social de cabecera.

Carbino tuvo un 'match' con el hombre que le daría trabajo: se trataba de Sean Rad, fundador de Tinder

Su historia es bastante peculiar. Interesada por el emergente mundo de las aplicaciones de citas, ya que era el tema de su tesis doctoral, y en busca de pareja, empezó a emplear apps como Jdate (un Tinder para judíos) y poco a poco, su radio de acción empezó a extenderse por otras páginas semejantes. Un buen día, ya utilizando la aplicación más popular, dio su ok a otro angelino como ella; este, a su vez, hizo lo propio con ella. Lo que no sabía es que se trataba de Sean Rad, el fundador de la compañía. La cita salió bien para ambos: Carbino fue contratada prácticamente en el acto por la compañía.

La gran pregunta

Son muchos los medios de comunicación que se han interesado por Carbino, que aún no ha cumplido los 30 años. Es el caso, por ejemplo, de 'Pacific Standard', uno de los primeros en entrevistarla hace apenas un par de meses. En dicha ocasión, la socióloga explicaba las claves que debemos tener en cuenta en este nuevo jardín de las delicias: “La gente tiene un grado mucho mayor de autonomía a la hora de conectar y conocer con otros individuos”. En otras palabras, las barreras institucionales tradicionales (el barrio, el colegio, la familia, la empresa en las que trabajas) se han venido abajo y han permitido que, potencialmente, cualquiera pueda entrar en contacto con cualquiera.

Aunque todos sabemos que no es exactamente así: en un pasado, estas instituciones formales e informales determinaban a quién teníamos acceso; pero ahora existen otras barreras creadas por estas propias páginas y que, en la mayor parte de casos, se limitan a una fotografía. Pero, como recuerda Carbino, no se trata simplemente de una cuestión de resultar atractivo o no: “Con las fotos, la gente no busca simplemente si alguien tiene una sonrisa bonita o una cara agradable en sí”, explica en un reportaje publicado en 'Los Angeles Magazine'. “Buscan otros factores relacionados con los atributos de ese individuo, como el estatus socioeconómico, y si son agradables, simpáticos o malos”.

Aunque puede parecer igual de superficial, la gente busca marcadores de muy distinto tipo en la fotografía de perfil de sus potenciales candidatos. Como explica la socióloga, hay determinados atributos físicos que se relacionan instintivamente con determinadas características psicológicas o morales. El ejemplo que siempre saca a colación es el de las mandíbulas marcadas, que en el caso de los hombres, se relacionan con un mayor atractivo y virilidad. Por el contrario, las mandíbulas más suaves se identifican con “tendencias más amables y comprensivas”. ¿Quiere ello decir que las mujeres se quedaran con los Ben Affleck de turno? Al contrario: es más probable que los descarten, puesto que sus rasgos están asociados con características, a largo plazo, negativas.

Las mujeres consideran el atractivo un agente para características indeseadas, como la arrogancia o el egoísmo

Esa es una de las conclusiones más sorprendentes a las que ha llegado Carbino en su análisis de la aplicación para la que trabaja: nada de aquí-te-pillo-aquí-te-mato, el 80% de los usuarios utilizan la aplicación para encontrar pareja. De ahí que se valoren perfiles diferentes en cada género: los hombres valoran el atractivo de su potencial pareja ante todo, pero las mujeres tienden a responder con menor frecuencia a aquellos 'matches' que perciben atractivos. Aunque pueda parecer paradójico, hay una buena razón: “Las mujeres consideran el atractivo un agente para características indeseadas, como la arrogancia o el egoísmo, mientras que los hombres se apoyan más en los factores biológicos para formar sus preferencias”.

Otra interesante revelación es que la gente suele ser bastante consciente de su lugar en el mercado, por lo que aconseja, básicamente y con bastante sorna, que “no pierdas el tiempo escribiendo a una supermodelo si tú no lo eres”. “La gente intuye en qué lugar se encuentra en el mercado y dónde están los demás”, explica la joven, que además tenía su propio programa de radio, 'Hookup with Dr. Jess'. “Solo mandan mensajes a gente que comparte su mismo nivel de atractivo: los 5 escriben a los 5, los 6 escriben a los 6, los 10 no mandan a los 2 y los 2 no mandan a los 10”. Un nuevo tipo de jerarquía del socioligoteo.

En rodajas finas, por favor

El principal concepto que maneja Carbino es el de “thin slicing”, algo así como “cortar en finas dorajas”, un término acuñado en 1992 por Nalini Ambady y Robert Rosenthal que se utiliza en psicología para referirse a la capacidad de alcanzar rápidas conclusiones a partir de unas pocas pistas o una breve experiencia. “Thin slicing” es lo que hace un encargado de recursos humanos al despachar un currículo en 10 segundos, y también lo que hacen los usuarios de una aplicación como Tinder al pasar perfil tras perfil. Es lo que verdaderamente marca la diferencia. “La gente es capaz de analizar una foto o una imagen de alguien, ya sea en persona o no, y deducir una gran cantidad de cosas con una gran precisión”, explica.

Vídeo de iDate en el que aparece la socióloga.

Otro concepto importante, y relacionado con esa búsqueda de pistas visuales más allá del propio atractivo, es el de “associative mating” (que podría traducirse como “apareamiento asociativo”), y que consiste en que todos los que buscan pareja intentan encontrar a alguien de un perfil sociodemográfico muy semejante al suyo. De ahí que la clase de ropas que se llevan en una fotografía, la posición de los labios o la postura corporal son clave a la hora de distinguir qué puede pensar o cómo puede vivir determinada persona. Una enseñanza más para aquel que quiera sumergirse en las procelosas aguas del ligoteo en la red: tener paciencia y no desesperarse ante una larga sucesión de rechazos (“las citas 'online' son un proceso, puedes tener éxito y gente con la que salir, pero cuando conoces a alguien, o encajáis o no encajáis”).

¿Por qué resulta tan importante alguien como Carbino si, al fin y al cabo, las personas van a seguir queriendo hacer lo que quieran? Porque compañías como Tinder están ofreciendo alternativas o servicios 'premium', donde sociólogos (el eterno retorno de las Humanidades) tienen mucho que decir a la hora de aconsejar, por ejemplo, cuál es la mejor fotografía de perfil que uno puede utilizar o cuál es la maneras idónea de entablar relación con personas del otro sexo. Al final y al cabo, el mercado de 2,2 mil millones de dólares se lo reparten 4.000 empresas que cada vez deben ofrecer algo más; de ahí que se hayan lanzado por figuras del mundillo, como la antropóloga Helen Fisher, que creó un test de personalidad para Chemistry.com. Además, con un plus de experiencia: Carbino conoció a su pareja en –¿adivinan?– Tinder, y llevan viviendo dos años juntos. Que lo que internet ha unido no lo separe el hombre.

Si naciste en el siglo XIV, mala suerte. Más allá de tener una esperanza de vida más bien corta, grandes probabilidades de morir entre convulsiones por los efectos de la peste bubónica o vivir aterrorizado por la amenaza de un dios terrible y despiadado, muy probablemente tus oportunidades de encontrar una pareja que realmente te gustase fuesen terriblemente bajas. En otras palabras, tenías todas las papeletas para terminar con la hija o con el hijo del vecino, una relación quizá con poco futuro, entre el escaso romanticismo de la época y las plagas que lo asolaban todo.

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