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Así se gana a la lotería: el truco de los alumnos del MIT para forrarse legalmente
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UNA CUESTIÓN DE NÚMEROS (Y ESFUERZO)

Así se gana a la lotería: el truco de los alumnos del MIT para forrarse legalmente

En 2005, un joven estudiante de ciencias dio con el método perfecto para multiplicar sus ganancias en el Cash WinFall, un juego de azar que ofertaba sustanciosos premios

Foto: El azar es inalterable, pero no así la probabilidad de forzar un premio gordo. (iStock)
El azar es inalterable, pero no así la probabilidad de forzar un premio gordo. (iStock)

De entre todas las quimeras con las que el hombre moderno suele soñar, una de las más frecuentes es encontrar un método milagroso con el que llenarse los bolsillos gracias a los juegos de azar. Al fin y al cabo, no nos hace correr ningún peligro puesto que manejar las probabilidades de manera matemática es completamente legal y, además, añade un matiz de realización personal. No sólo nos hemos forrado, también hemos vencido al sistema. Nos hemos pasado el juego.

Durante unos cuantos años, el estudiante de matemáticas del Massachusetts Institute of Technology (MIT) James Harvey y sus compañeros lograron conseguirlo, no sin una gran dosis de agudeza mental y un importante esfuerzo personal. Lo que comenzó como el proyecto de fin de carrera de Harvey terminó como un rentable negocio con el que consiguieron agenciarse unos cuantos cientos de miles (¿quizá millones?) de dólares. ¿Cómo lo hicieron? El escritor y matemástico Adam Kucharski lo explica en su libro 'The Perfect Bet: How Science and Math Are Taking the Luck Out of Gambling' (Profile Books).

Un error en el sistema

Cuando Harvey se puso a analizar los sistemas de reparto de los premios de los sorteos más populares en Estados Unidos, como Powerball o MegaMillions, se dio cuenta de que había algo especial en el Cash WinFall, que como ocurre con tantas loterías en EEUU, sólo se celebran en un Estado determinado. En este caso, en Massachusetts, donde tiene su sede el MIT. Mala combinación: la élite científica y una lotería vulnerable. ¿Cuál era, en su caso, el problema?

La diferencia respecto a otros sistemas es que en Cash Win Fall, el bote no se acumula indefinidamente si no hay un jugador que acierte la combinación ganadora de seis números, sino que una vez que supera la marca de los dos millones de dólares, se reparte entre los que han acertado cinco, cuatro y tres números. Hay una buena razón para ello: cuando pasa mucho tiempo sin que salga el premio gordo, no aparecen felices ganadores en la prensa. Y si no hay promoción de las ventajas de gastarse dos dólares en un boleto, la participación disminuye significativamente, a pesar de que el bote engorde cada vez más.

El dinero se repartió en una semana, debido a un sospechoso aumento de las ventas de boletos

En la ley estaba la trampa. Las semanas en las que se pasaba la marca de los dos millones eran el momento justo para poner la mano y dejar que parte de ese maná en forma de dinero cayese sobre los menos afortunados. En ocasiones, la cantidad de dinero repartido era incluso mayor a la gastada por los jugadores (habitualmente, el 40% de la recaudación se destina a causas benéficas). Harvey formó un grupo de apuestas con un único objetivo: comprar una abultada gran cantidad de boletos en estas semanas de reparto de beneficios que permitiesen multiplicar las ganancias, una estrategia que se conoce como “ataque de fuerza bruta”. El éxito de la primera tanda, en la que triplicaron los gastos de 1.000 dólares en billetes, les llevaron a dedicarse a tiempo completo a explotar el sistema del Cash Win Fall.

Su objetivo pronto pasó a ser otro: provocar el reparto del bote de manera artificial, evitando de esta forma el efecto llamada que producía que el gran público conociese que el bote estaba a punto. Es lo que ocurrió durante el verano de 2010, cuando se esperaba que se superase la barrera de los dos millones dos o tres semanas después. Nada de eso: el dinero se repartió en apenas una semana, el 16 de agosto, debido a un sospechoso aumento de las ventas de boletos que había provocado que se traspasase ampliamente la marca de los dos millones de dólares y, por lo tanto, se repartiese entre los felices compradores… que, como era de esperar, eran sobre todo los estudiantes del MIT.

Los responsables de la lotería empezaron a olerse algo, puesto que no tenía sentido que las ventas se hubiesen disparado de esa manera si lo más probable era que el bote no se repartiese. Según sus cálculos, era muy difícil que pudiese trucarse el juego para alcanzar artificialmente el bote: un jugador debería comprar 500.000 boletos para alcanzar la línea de los dos millones si en la semana previa este se encontraba en 1,7. Pero no contaban con la astucia de Harvey, que se había hecho con una guía de la reglamentación del juego, solicitada a la propia empresa lotera.

Según sus propias operaciones, si el bote se encontraba en una cantidad cercana pero no superior a los 1,6 millones –la cifra a partir de la cual los jugadores ocasionales empiezan a poner su dinero en la lotería, porque huelen, como se dice popularmente, que “la máquina está caliente”–, les bastaría con comprar 700.000 boletos para reventar la casa. Y así lo hicieron, obteniendo un beneficio de 700.000 dólares (unos 637.000 euros) de una sola tacada.

Sueños de barro

No hay nada ilegal en el ingenioso sistema de Murphy ni en el de los múltiples jugadores profesionales que viajan por todo el país reventando los sistemas loteros, señalaron las autoridades, pero tampoco iban a hacer el tonto, así que el sueño empezó a esfumarse después de que 'The Boston Globe' publicase un reportaje sobre el sistema. Después de recordar que no se había producido ninguna estafa, puesto que las probabilidades de ganar seguían siendo las mismas que le correspondían a cada billete, el Cash Win Fall terminó desapareciendo.

Había que buscar entre todos esos papeles los boletos ganadores, lo que llevaba horas y horas de trabajo mecánico y agotador

Es muy probable que, incluso aunque no lo hubiese hecho, Murphy y su banda hubiesen terminado dándose por vencidos. Por una parte, cada vez más gente estaba participando en el juego, lo que hacía que el número total de boletos a comprar para reventar la banca era cada vez mayor (y los beneficios, menores). Por otra, y aún más importante, las dificultades logísticas eran aún mayores. Al fin y al cabo, no es nada fácil comprar 700.000 boletos, y era común que las máquinas expendedoras se estropeasen. Además, había que buscar entre todos esos papeles los ganadores, lo que llevaba horas y horas de trabajo mecánico y agotador.

¿Podemos los españoles imitar el sistema de los matemáticos del MIT? Lamentablemente, no hay ningún sistema de lotería en España que replique exactamente el fallido del Cash Win Fall. Por lo general, el bote se acumula indefinidamente, como ocurre con la Primitiva, lo que provoca sustanciosas recompensas –y sonoras campañas publicitarias– para los ganadores. El sistema más cercano es el del Euromillones, cuyo bote se acumula hasta los 190 millones de euros. Sin embargo, a partir de este punto no se reparte el bote entero, sino que este deja de engordarse y es la cantidad excedente la que se reparte entre los premios secundarios. Así que, quién sabe, quizá a alguien ducho en cifras esta información le dé la pista para ganarse unos cientos de miles de euros (o volverse loco para nada).

De entre todas las quimeras con las que el hombre moderno suele soñar, una de las más frecuentes es encontrar un método milagroso con el que llenarse los bolsillos gracias a los juegos de azar. Al fin y al cabo, no nos hace correr ningún peligro puesto que manejar las probabilidades de manera matemática es completamente legal y, además, añade un matiz de realización personal. No sólo nos hemos forrado, también hemos vencido al sistema. Nos hemos pasado el juego.

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