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Las mentiras de los periodistas y cómo terminar con ellas
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la fape alerta sobre la pérdida de credibilidad

Las mentiras de los periodistas y cómo terminar con ellas

A lo largo de los años han sido varios los profesionales de la comunicación que han faltado al código deontológico dando por ciertas informaciones falsas o inventándose historias para escribir un tema

Foto: Los periodistas que mienten lacran al colectivo de profesionales que luchan por hacer del periodismo un cancerbero de la democracia
Los periodistas que mienten lacran al colectivo de profesionales que luchan por hacer del periodismo un cancerbero de la democracia

“No me aterra que me hayas mentido, sino que ya no pueda creerte”, dijo en su día el filósofo alemán Friedrich Nietzsche. Una frase cargada de sentido que llega a su máxima expresión si se traslada al mundo del periodismo: que un medio de comunicaciónfalte a la verdad en sus noticias no sólo repercute negativamente en la imagen de marca, sino que falla en su labor como cuarto poder cancerbero de la democracia.

Para tristeza de la profesión, han sido varios los periodistas que han mentido ejerciendo su trabajo. Brian Williams ha sido el último en reabrir el debate sobre la ética y rigurosidad en el periodismo después de conocerse que no viajaba en un helicóptero atacado durante la invasión en Irak. Así lo sostuvo él durante nada menos que doce años y ahora, después de que un superviviente de la ofensiva lo desmintiera, Williams alegó que el hecho era ya un “recuerdo borroso” en su mente. Como castigo, la NBC le ha suspendido por un periodo de seis meses de su trabajo como presentador de informativos.

27 artículos falsos de 41 publicados

Para Elsa González, presidenta de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE), la peor repercusión que tiene para el colectivo de periodistas que alguno de sus miembros mienta es “sin duda, la pérdida de credibilidad”. Una consecuencia de difícil solución, puesto que recuperar la confianza de la sociedad requiere mucho tiempo y esfuerzo, aunque algunas de las medidas que según González se pueden aplicar para subsanar estas faltas pueden ser “el trabajo bien hecho por parte del periodista y el compromiso de los medios de comunicación”.

Invenciones como la de Brian Williams bastan para que llamen ‘matagatos’ a todos los periodistas. “Cada mimbre delcesto influye en el resultado final”, sentencia la presidenta de la FAPE al ser preguntada sobre cómo se puede explicar al lector que las mentiras de algunos periodistas son hechos aislados y no tónica habitual dentro de la profesión. González matiza: “Cualquier sector profesional posee elementos con mayor o menor grado de ética y eso no descalifica a todo el colectivo”.

La peor repercusión que tiene para el colectivo de periodistas que alguno de sus miembros mienta es “sin duda, la pérdida de credibilidad”

Lamentablemente, el presentador de la NBC no ha sido el único caso en el que un periodista ha caído en la falacia. Stephen Glass es un reportero estadounidense que fue despedido de ‘The New Republic’ por haber falseado sus textos. Glass fue puesto en duda por un colega de ‘Forbes Digital’ después de haber leído un artículo suyo en 1998 sobre los hackers y, tras descubrir que toda la información era mentira, sometió a examen el resto de sus publicaciones sacando a la luz un estremecedor resultado: de 41 historias firmadas bajo su nombre, 27 fueron falsas o inventaban citas y fuentes. Como dato curioso destaca que Glass fue el inspirador personaje que el director de cine Billy Ray utilizó para filmar su película ‘El precio de la verdad’.

Un premio Pulitzer que tuvo que ser devuelto

Las razones que esgrimen los periodistas que mienten para faltar al código ético propio de su profesión son un misterio. Sin embargo, hay algunas recompensas que pueden ayudar a que adulteren la realidad para obtener un beneficio. “Mayor reconocimiento profesional, retribución económica o ascenso” son algunos de los motivos que imagina Elsa González como los posibles responsables de tan deplorables actitudes. “No somos inmunes a la debilidad humana”, apostilla la presidenta de la FAPE, que continúa afirmando que por ello se debe huir del sensacionalismo y de encumbrar a la audiencia por encima de cualquier otro parámetro informativo.

El caso de Janet Cooke es un claro ejemplo de cómo una mentira puede llevar del cielo al infierno en muy poco tiempo. Esta periodista estadounidense que trabajaba para el ‘Washington Post’ consiguió el Pulitzer en 1981 por su artículo ‘El mundo de Jimmy’, un texto en el que narraba la ficticia historia de un niño de ocho años adicto a la heroína. La mentira salió a la luz después de que la capital estadounidense se lanzara a la búsqueda de este crío para poder ayudarle y, tras reconocerse que no existía tal caso, Cooke tuvo que devolver el premio.

La sanción correcta ante las mentiras

Si bien es cierto que los despidos, la desaparición del espacio dedicado a la firma que ha faltado a la ética de la profesión o las inhabilitaciones suelen ser las consecuencias directas de una mentira en los medios de comunicación, no existe un correctivo común que regule este tipo de casos. “El mayor castigo, a mi juicio, debe ser la sanción social”, opina Elsa González, presidenta de la FAPE.

“Debemos implicarnos todos en la ética a través de la autorregulación y huir de la politización de comisiones conformadas por porcentajes parlamentarios”, continúa González al ser preguntada sobre si la FAPE se ha tenido que enfrentar a algún caso de mentiras dadas por ciertas por parte de periodistas en España. Una ética que debe ser el pan nuestro de cada día a la hora de redactar los textos –independientemente de su temática– que contribuyen a que el periodismo continúe con su encomiable labor de cuarto poder de la democracia.

“No me aterra que me hayas mentido, sino que ya no pueda creerte”, dijo en su día el filósofo alemán Friedrich Nietzsche. Una frase cargada de sentido que llega a su máxima expresión si se traslada al mundo del periodismo: que un medio de comunicaciónfalte a la verdad en sus noticias no sólo repercute negativamente en la imagen de marca, sino que falla en su labor como cuarto poder cancerbero de la democracia.

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