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Radiografía de la generación del ladrillo: "Tenía una moto y un coche; y ahora..."
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ESPAÑA Y LOS EMPLEOS JUVENILES INÚTILES

Radiografía de la generación del ladrillo: "Tenía una moto y un coche; y ahora..."

“Prefería ganar dinero en la construcción antes que perder el tiempo con los libros”. Muchos jóvenes dejaron los estudios, pero han tenido que volver

Foto: Tres grúas se alzan sobre el paisaje madrileño. (Paul Hanna/Madrid)
Tres grúas se alzan sobre el paisaje madrileño. (Paul Hanna/Madrid)

“Prefería trabajar en cosas más duras y ganar dinero antes que perder el tiempo con los libros, porque no me gustaban”. A Miguel le pesaban los libros, en sus propias palabras, por lo que optó por abandonar los estudios. A los 15 años intentó “ganarse unas pelillas” en la vendimia; más tarde, ayudó a su primo en una empresa de madera hasta que finalmente encontró el empleo soñado como albañil. “En épocas de trabajo, ganabas mucho, íbamos de aquí para allá, muchísima gente, trabajaba con tíos de 40…” Era la época de sobresueldos de la burbuja inmobiliaria, que daría a su fin tras el inicio de la crisis económica.

“Cuando falló la obra, nos quedamos sin nada, entonces me dije ‘yo me voy a apuntar al instituto’”. Las razones, una mezcla de “envidia” hacia los amigos que estudiaron y a los que les iba bien y la presión de la crisis. Los resultados, mejor de lo esperados: “La gente que viene aquí viene por voluntad propia. Siempre va a haber gente del sistema que se aparta. Lo que hay que hacer es dar la posibilidad de reintegrar al que quiere volver a meterse”.

Ganaba unos 1.500 euros y ahorraba, me compré un coche, me compré una moto”, explica por su parte Marcos. “Yo vivía al día, salir por ahí, y no pensaba en estudiar ni nada”. Sin embargo, las circunstancias le obligaron a regresar a los estudios: “A mí me gustaba trabajar y estaba bien el trabajo que tenía, si no me hubieran echado, seguiría allí”.

La tasa de abandono escolar ha disminuido sensiblemente desde la crisis

Las historias de Miguel y Mario son dos de las recogidas en la investigación «Transiciones del trabajo a la escuela en época de crisis: trayectorias vitales de jóvenes castellano-manchegos», realizado por Josefina Piñón y Paloma Candela, profesoras de la Universidad de Castilla-La Mancha.

La peripecia relatada por los jóvenes resulta ilustrativa de un proceso habitual entre los adolescentes españoles, el del abandono escolar temprano espoleado por los cantos de sirena del sector de la construcción y la posterior y obligada reinserción en el sistema educativo provocada por el pinchazo de la burbuja. Tanto más en una comunidad como Castilla-La Mancha, donde la tasa de abandono escolar descendió del 45,8% masculino y el 29,9% femenino del año 2009 hastaun 12,6% para los hombres y un 9,7% para las mujeres en apenas tres años.

El espejismo de la independencia

Aunque, como explican las autoras a El Confidencial, las altas tasas de abandono escolar pueden depender de factores tanto estructurales como coyunturales o personales, muchos de estos jóvenes se vieron impelidos a abandonar el colegio en favor de los “malos empleos juveniles”, “en el sentido de que no les aportaron ninguna cualificación ni experiencia y las extensas jornadas laborales les impidieron la compatibilidad con otros estudios”. El abandono escolar frecuente fue acelerado aún más por “el espejismo de los buenos salarios de la construcción” y “la posibilidad de la autonomía”, dos factores especialmente valorados por los adolescentes.

En su momento, creyeron que siempre estarían esos empleos: ‘yo pensaba en casarme y nada más’

No se trata, en opinión de Piñón y Candela, de la consecuencia de un hipotético “desprestigio de la educación”, lo que probablemente explique por qué los niveles de abandono escolar se han reducido de manera tan significativa en los últimos años (en 7 puntos, del 37,9% al 24,9%, según los datos del Instituto Nacional de Estadística). “En la reconstrucción que hacen los jóvenes se reflejan vivencias personales de desaliento, de falta de ‘enganche’, pero no un menosprecio por la educación en sí misma”, especialmente entre aquellos que sienten que la Educación Superior no está hecha para ellos.

Es más, la calidad de los trabajos en lo que se han visto envueltos aquellos que abandonaron el instituto ha determinado en un alto grado el deseo de volver a los centros educativos y revisar sus viejas aspiraciones. Como explican las autoras, “la experiencia ocupacional, sobre todo en los últimos años cuando han experimentado de forma más intensa los malos trabajos y la informalidad laboral, ha influido en la decisión de retomar los estudios”.

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El retorno a las aulas ha estado marcado por una perspectiva más realista, y a corto plazo, propia de la inestabilidad del mercado laboral de los últimos años. “Ahora poseen conciencia de los esfuerzos personales y económicos que supone el estudio y de las limitaciones que poseen”, explican las autoras. “Es una pauta repetida, la pérdida de confianza en lo que respecta a su capacidad de aprendizaje. Por ello no se suelen plantear metas ambiciosas ni a largo plazo”.

En realidad, esta percepción marcada por la incertidumbre se contrapone a la visión de largo plazo que subyacía detrás del abandono escolar de muchos estudiantes, por más que, de manera retrospectiva, se haya considerado “cortoplacista” tras no obtener los resultados esperados: “En su momento, creyeron que era una opción a largo plazo, que siempre estarían esos empleos: ‘yo pensaba en casarme y nada más’”. Pero las expectativas de una vida laboral estable y unos salarios altos en relación a la cualificación de los trabajadores no son lo único que hadesaparecido en este proceso.

La vocación, un bien escaso

La historia de Miguel representa tan sólo una parte del paisaje global. Un caso muy diferente es el de Marta, otra de las protagonistas de la investigación, que ilustra el itinerario seguido por las jóvenes, cuyas opciones eran aún más limitadas: “Aquí,si no vas a una casa, vas a la confección”. Su abandono, en todo caso, depende tanto de una mala orientación educativa como de la influencia de los condicionantes socio-económicos. “Descubrir la vocación, más que un desafío, es una posibilidad que no todos tienen”, señalan las autoras.

Me vendieron un poco la moto con los estudios, ‘es fácil', decían

“Estamos hablando de una joven (y de jóvenes) de zonas rurales de Castilla La Mancha, donde el peso del origen y las condiciones familiares, limitan (y limitaban) los deseos y expectativas”, explican las autoras. Ello se refleja, en algunos casos, en la baja receptividad que muestran las familias al retorno de los jóvenes a la formación media o inferior. “Según los indicadores del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, en 2011, la probabilidad de abandonar los estudios de los jóvenes cuyas madres tienen un nivel de estudios de educación superior (5%) es menor que en el caso de que sus madres tengan estudios medios (51%) o inferiores (44%)”.

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No obstante, una de las objeciones realizadas con mayor frecuencia por los jóvenes consultados es que tomaron decisiones equivocadas por la escasa ayuda del entorno tanto familiar como educativo, pero también por la prontitud con que se vieron obligados a elegir entre un camino y otro. “Me hubiera gustado más atención y no que me vendieran la moto”, explica Marta. “Iba estudiando y se me iba haciendo un mundo. Y en el segundo cuatrimestre decidí que eso ahí se quedaba, me veía superada. No era lo que me esperaba. Me vendieron un poco la moto, ‘es fácil’”.

Estos “jóvenes adultos” que abandonaron la educación entre los 15 y 17 años, y que ahora rondan la treintena, sufrieron también la “naturaleza selectiva” del sistema educativo, agravada por la coyuntura económica que favoreció su salida a trabajos no cualificados (o descualificantes, como apuntan las autoras): “En el segundo ciclo de la ESO y en el Bachillerato se etiqueta, clasifica y separa al alumnado que teóricamente vale para seguir estudiando, y al que no, se le condena socialmente al ‘abandono’”. Muchos de esos “condenados” fueron las víctimas más vulnerables de un espejismo nacional. Su refugio ante la tormenta, superar el miedo y el temor a fracasar y regresar a las aulas.

“Prefería trabajar en cosas más duras y ganar dinero antes que perder el tiempo con los libros, porque no me gustaban”. A Miguel le pesaban los libros, en sus propias palabras, por lo que optó por abandonar los estudios. A los 15 años intentó “ganarse unas pelillas” en la vendimia; más tarde, ayudó a su primo en una empresa de madera hasta que finalmente encontró el empleo soñado como albañil. “En épocas de trabajo, ganabas mucho, íbamos de aquí para allá, muchísima gente, trabajaba con tíos de 40…” Era la época de sobresueldos de la burbuja inmobiliaria, que daría a su fin tras el inicio de la crisis económica.

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