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“Es cuestión de supervivencia: o eres la mejor o estás fuera”
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A FONDO: TODO SOBRE LAS (NUEVAS) MUJERES

“Es cuestión de supervivencia: o eres la mejor o estás fuera”

Esta es la continuación del reportaje 'A Fondo' sobre Las nuevas mujeres, que fue publicado ayer. La sociedad ha cambiado, y ahora ellas van por delante.

Foto: “Es cuestión de supervivencia: o eres la mejor o estás fuera”
“Es cuestión de supervivencia: o eres la mejor o estás fuera”

Esta es la continuación del reportaje 'A Fondo' sobre Las nuevas mujeres, que fue publicado ayer.

La sociedad ha cambiado, y ahora ellas van por delante. Las mujeres maduran antes. Las mujeres leen más. Las mujeres tienen más éxito en la escuela primaria. Las mujeres son más responsables. Las mujeres van más a la universidad y sacan mejores notas. Las mujeres se han incorporado con éxito al mundo laboral, hace ya tiempo. Las mujeres son más inteligentes. Las mujeres son autosuficientes. Las mujeres son infelices.

“Las mujeres leen más en el metro, eso es verdad”, comenta Clara, opositora de treinta años, con sarcasmo, “aunque leen libros de mierda”. Luego, sin dejar el tono, añade: “¿Pero qué leen los hombres? Los hombres leen libros divulgativos sobre economía, que son el equivalente a los libros de autoayuda de las mujeres”. Para esta mujer brillante y guapa, el resumen de su carrera en pos de la independencia y la libertad es un escepticismo rampante no carente de atractivo:

- Ser mujer es un coñazo. Yo me di cuenta pronto. Desde pequeña hubiese querido ser un tío. Ser mujer e intentar ser libre es terrible. Cada vez tengo más claro que yo hubiese sido mucho más feliz casándome a los 25 años y teniendo cuatro hijos en lugar de haber hecho todo esto. Pero no podía, ¿sabes por qué?”

-No, ¿por qué?

- Porque cuando yo llegué a esos veinticinco años ya había experimentado un tipo de vida y había tenido un acceso a determinados conocimientos. Había cosas a las que no quería renunciar. Si hubiera nacido dos generaciones antes no hubiese conocido todo eso y me podría haber casado ignorante y feliz. Así que no me casé porque hay determinadas cosas que no se les permiten a las casadas –y a veces a las otras tampoco-. Salir entrar, hacer lo que te parezca, follarte a quien quieras cuando quieras, incluso si tienes una pareja. Determinadas cosas a las que no me da la gana de renunciar. A las que ya no puedo renunciar”.

Mi actitud femenina es del tipo heroísmo macho, que sacrifica el estatus a cambio de libertad

Carmen, compañera suya de estudios, considera que su deseo de conseguir una independencia no sólo efectiva, sino también sólida “se ha convertido casi en una obsesión”. “Mi madre siempre repetía que su marido, con quien tuvo un matrimonio feliz, la había respetado mucho más en las etapas en las que trabajó”, comenta. “Creo que me lo dijo tanto que me lo clavó en el cerebro. Para mí es casi una obsesión no ganar menos que ninguna de mis parejas, para que no puedan pisotearme. No digo que lo quieran hacer, claro”.

Ambas viven de lleno en el mundo de la doble exigencia, y aún rebelándose contra él, obedecen, en cierto modo, a él. Asumen los roles que hace no mucho más de dos generaciones se repartían entre mujeres y hombres, de una manera considerada ahora generalmente injusta pero que no pocos añoran.

Es difícil deshacerse del estereotipo

“Un hombre mayor que fue profesor mío”, comenta Clara, “me decía siempre que me admiraba, porque pudiendo haber hecho lo que quisiera estaba intentando otra cosa. Le parecía valiente, y con ese lo que quisiera quería decir que como era guapa y joven podía haberme casado con un tipo con pasta y vivir tranquilamente, y que en lugar de eso estaba intentando estudiar algo difícil e ir por un camino independiente. Eso forma parte de una especie de heroísmo macho que considera que abandonar la seguridad por la gloria está bien y es digno de alabanza. Yo lo veo más bien como que estoy intentando alcanzar cierta libertad. Sacrificas cosas por la libertad”.

“Lo curioso”, añade, “es que es el mismo profesor que me alababa por mi valentía me reprendía a menudo –cariñosamente- por conductas mías que se consideran impropias de “una señorita. ¿En qué quedamos?”.

Quedamos en que eso es lo que hay; en que de eso está hecha nuestra época. Pilar Jiménez psicóloga, tiene claro cómo este telón de fondo en la que las reivindicaciones de las mujeres no sólo son aceptadas sino que son alentadas, y una realidad que dista enormemente de los discursos genera notable desorientación. Así, al mismo tiempo que las mujeres se vuelven más reivindicativas y más luchadoras, porque son conscientes de que la igualdad prometida no existe, contribuyen a asentar cierto aspectos educacionales que las atan a los viejos estereotipos. Es un círculo vicioso difícil de romper…

Cambiamos de lugar y de profesión y nos encontramos con Sandra, que está soltera y tiene un hijo. Es escritora, vende bien y lleva viviendo de diversas profesiones desde los 17 años “sin pedirle un duro a nadie”. Su visión de las cosas es de un feminismo más clásico, casi tradicional en su formulación: “De niñas, las mujeres tienen más capacidad de concentración y llegan a la madurez antes que los hombres. Mientras, ellos piensan en jugar al fútbol y luego en fumar porros. Ellas salen menos y estudian. Lo de la igualdad no lo piensas con 16 años, a esa edad no te planteas las desigualdades de género. Y lo de trabajar mejor no es una cuestión de que ellas voluntariamente lo hagan por quedar por encima de los hombres. Simplemente, si sabes que vas a tener una baja de cuatro meses por embarazo y ya te encargas tú de resultar imprescindible ante el ERE que se avecina. Porque, estando en edad fértil, o eres la mejor o te van a echar. Es supervivencia, no una cuestión de honor, y las mujeres somos por naturaleza, desde pequeñas, más eficientes y más responsables”.

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Clara no está de acuerdo: “Creo que cuando un hombre tiene talento, tiene mucho más talento que cualquier mujer, y llega mucho más lejos. Pero claro, decir esto es el summum de lo políticamente incorrecto. En todo caso, somos distintos. Nosotras somos mucho más coñazo, nuestra forma de pensar, de dudar, de analizarlo todo, de tener que entenderlo todo. Los hombres lo ven, pero una también se da cuenta, y lo sufre. Nosotras somos de hablar mucho entre nosotras y de entender la vida. Los tíos son más competitivos y más audaces”.

Para Laura, cirujano jubilada de 66 años, y una de las primeras mujeres en ejercer su profesión en España, “las mujeres son más hormiguitas, les importa hacer bien el trabajo que les gusta y no les importa tanto brillar. Las mujeres diversifican más, trabajo, familia… y los hombres son más de una sola cosa, y prefieren el relumbrón, les puede el ego. Le gusta ser el mejor, el más prestigioso de todos, aunque no se preocupen por los hijos y demás. Yo conozco a mujeres que han rechazado puestos de jefas de servicio en hospitales porque les gustaba su trabajo y no les apetecía estar todo el día tratando con directores y organizando a otras veinte personas. Eso en un hombre es casi impensable. Aunque sea por poder decir: ‘me han hecho jefe de servicio’, lo cogen”.

Pero actuar así es hacerlo como los hombres, como ese imbécil que aspira a tener un Ferrari y a comprar camisas con el caballo enorme

Siendo mujeres punteras, ninguna de las entrevistadas responde al arquetipo cool que muchas amas de casa tienen en la cabeza cuando piensan en profesiones liberales y mujeres hechas a sí mismas.

Para Sandra, la vida estilo Sexo en Nueva York es fácil si una está vacía: “Si no tiene ningún sentido maternal, si eres una superficial que sólo quiere dinero y ropa cara e ir a restaurantes guays, pues es fácil, sí, porque no has dejado nada por el camino. Pero eso es como los hombres, si eres un imbécil que aspira a tener un Ferrari y comprar camisas de Ralph Lauren con el caballo enorme y ganar dinero y trabajar 18 horas diarias, ¿dejas algo por el camino para eso? No, porque ese es tu fin. Lo malo es no haber tenido hijos, haber estado trabajando mil horas, haber sacrificado amigos, viajes, ocio, por ganar dinero y tener un estatus social y llegar a los 40 y darte cuenta de que tu amiga la del chalet con tres niños y un marido aburrido es más feliz”.

-¿Te pasa eso?

-Sólo en los días malos.

Dos visiones pues, muy diversas, las de Clara y Carmen y la de Sandra, que confluyen en una paradójica conclusión: la vecina tonta y alienada con tres hijos y un marido pasmado se lo está pasando mejor.

“Tampoco hay que dramatizar”, me cuenta Clara por teléfono. Es como el chiste: ¿En que se parecen un soltero y un casado? En que los dos piensan que el otro está follando más”.

¿En qué han cambiado las mujeres?

La pregunta es: ¿Ha cambiado todo esto a través de las generaciones? Sandra roza los cuarenta y ha tratado con las veteranas y con las nuevas. Su visión es desalentadora: “Yo creo que las pobres mujeres están más convencidas todavía de que tienen que ser independientes, básicamente porque sus novios ya directamente pasan de todo y ni estudian ni trabajan ni nada. Creo que el feminismo de las que tienen 50 es impuesto ideológicamente y el de las de 20 impuesto económicamente: como no espabiles y esperes a que te mantengan lo tienes claro. Las de 30 a 40 tenemos el problema de las de 20 pero con la desgracia de saber que nos han vendido la moto totalmente. Las de 20 lo ven como algo normal, no conciben otra cosa…”.

Tú te preocupas de conseguir un sueldo, de tener un trabajo lo más estable posible, mientras ellos hacen el vagoHasta Mercedes, que trabaja en un bufete de abogados y afirma que lo que quiere sobre todas las cosas es “triunfar, sin excusas”, existen trabas evidentes en algunos niveles. “Hay mundos vedados para la mujer, incluso en ese mundo del trabajo en el que, supuestamente, ya se ha impuesto. Mira, tengo un amigo que trabaja en una empresa grande, cuando van a cerrar un trato con alguien de fuera, que viene de Italia o de Francia o de donde sea, tiene que llevárselo por ahí, pagar la cena, las copas, lo típico. Acaban muy a menudo en burdeles, que supongo que pagará también. ¿Te imaginas a una mujer haciendo eso? ¿Puede una mujer hacer ese papel? Si los tratos de una empresa los cierran hombres en burdeles, no sé muy bien cómo encajamos ahí. Y existe todo un mundo macho, un mundo negocial/recreativo que no tenemos nosotras, es decir, no hay un equivalente para nosotras. Los tíos tienen bares para quedar entre ellos, sitios para ir a ver el fútbol  juntos… De todo. Lo nuestro es siempre quedar para ir de compras o para hablar de esos hombres de los que en gran parte no sabemos nada. No conocemos a los hombres. Ni siquiera a los hombres con los que vivimos”.

Bueno, tampoco es que haya mucho más que conocer, aparte de lo evidente. Como afirma Alicia, una profesional en la cuarentena, “lo cierto es que hoy somos nosotras las que damos la cara en la familia. Tú te preocupas de conseguir un sueldo, de tener un trabajo lo más estable posible, mientras que ellos se pasan la vida intentando conseguir trabajos en los que se sientan realizados o directamente haciendo el vago. Al final, les tienes en casa, en paro, mientras tú tienes que mantenerles. Lo contrario de lo que nos habían contado”.

Esta es la continuación del reportaje 'A Fondo' sobre Las nuevas mujeres, que fue publicado ayer.