La fantasía de todo hombre: un siglo de 'sex symbols' femeninas
Las sex symbols femeninas llevan más de un siglo protagonizando las fantasías de los hombres de medio mundo y sin embargo, han experimentado un cambio radical
Las sex symbols femeninas llevan más de un siglo protagonizando las fantasías de los hombres de medio mundo y sin embargo, han experimentado un cambio radical desde que el término fuese acuñado por vez primera en 1911. El estreno de Mi semana con Marilyn, donde Michelle Williams interpreta a una reencarnada Marilyn Monroe, pone de relieve el modo en que las actrices más deseadas han evolucionado a lo largo de un siglo de iconos carismáticos, sofisticados, explosivos o elegantes.
1920, los años felices
Cabellera recogida, tez blanca y sobre todo, ojos grandes. Dos razones explican por qué los cineastas de la década de 1920 optaron actrices con rasgos potentes y una gran expresividad. La primera, que el cine era mudo y se imponía explotar al máximo la gestualidad del actor. La segunda, y quizás más importante, que las lentes y la película cinematográfica de la época no aportaban a la imagen una gran definición, por lo que se maquillaba a actores y actrices con fuertes ojeras, la tez blanca y coloretes contrastados, entre otros recursos, para que el espectador consiguiera ver con facilidad sus gestos.
Mae West sería sin duda el gran icono sexual de la época, y no sólo por su físico: la neoyorquina escandalizaría a muchos de sus coetáneos con su pose de femme fatale y su aparente falta de recato. A ella se le atribuyen frases tan conocidas hoy como "Cuando soy buena, soy buena; cuando soy mala, soy mucho mejor" y "¿Tienes una pistola en el bolsillo o es que te alegras de verme?". Actrices como Marion Davies, Lillian Gish o Clara Bow son otros ejemplos del canon de belleza de la época.
1930, el fin de la mujer niña
Aunque la implantación fue a diferentes ritmos, para finales de los años 30 la mayoría de salas de cine del mundo ya estaba equipada con tecnología sonora. El canon de belleza femenino de la década anterior sobrevivió en el cine en actrices como Joan Crawford, Fay Wray o Bette Davis, pero la expresividad dejó de cotizarse tanto y la sex symbol fue perdiendo su característico aire infantil.
La llegada de bellezas que entonces se consideraron singulares –como Greta Garbo o Marlene Dietrich– antecedería el modelo de mujer que triunfaría en la década de 1940.
1940, la edad de oro (y de la mujer germana)
Fría, dura y con carácter. Así fue la mujer que los rigores de la II Guerra Mundial, junto con la influencia del expresionismo alemán, impusieron en el cine americano.
Los 40 también fueron la época en que la Meca del cine se abrió definitivamente a los actores de origen extranjero; tras Garbo y Dietrich llegarían al canon de belleza femenino hollywoodiense la británica Vivien Leigh o la austríaca Hedy Lamarr, que acompañaron a actrices locales como Ava Gardner, Lauren Bacall y Katharine Hepburn.
Rita Hayworth, neoyorquina de ascendencia hispana e irlandesa, sería para muchos la actriz pionera en esto de erigirse en símbolo sexual de toda una generación.
1950, el breve imperio de Marilyn
La década de los 50 tuvo una protagonista clara: Marilyn Monroe.
Empezó a hacer cine en 1946, pero sería con el estreno de Los caballeros las prefieren rubias y su aparición en el número inaugural de la revista Playboy –ambos en 1953– que la otrora Norma Jean se viese catapultada al éxito, la fama y de paso, a las fantasías de los hombres de medio mundo. Conservó algo del porte frío de la anterior década, aunque Marilyn era algo nuevo: una mujer decididamente sexual. La contrapartida del producto puramente americano que fue Monroe lo impusieron al final de los 50 las bellezas italianas que llegaron a Hollywood con el calado del neorrealismo italiano –Claudia Cardinale, Gina Lollobrigida y sobre todo, Sophia Loren– y el exotismo de las suecas Anita Ekberg e Ingrid Bergman o la húngara Zsa Zsa Gabor.
1960, el canon viaja al sur
La heredera natural de Marilyn fue para muchos la parisina Brigitte Bardot, que pese a representar un rotundo modelo de belleza casi atemporal no llegaría a cuajar definitivamente en Hollywood por su limitado inglés.
Como ocurriera antes con el sonido, la llegada del color trastocaría el canon de belleza cinematográfico: actrices como Liz Taylor explotaron sus singulares ojos color violeta y los labios carnosos empezaron a cotizarse, ahora que podían realzarse a efectos cinematográficos con carmín.
La reacción a esta belleza sexualizada consagrada por los 60 vendría con la belga Audrey Hepburn y el triunfo de las mujeres hitchconianas como Tippi Hedren, Janet Leigh o Grace Kelly; féminas esbeltas y elegantes que durante un lapso de tiempo devolverían a Hollywood un atisbo de la sofisticación de su época dorada.
1970, la belleza televisiva
Durante la década de 1970 la televisión –una industria con presencia ya en millones de hogares– impondría definitivamente su condición de moderna cantera de las sex symbols; la americana de origen boliviano Raquel Welch empezaría como presentadora, y la modelo Farrah Fawcett interpretaría a uno de los televisivos Ángeles de Charlie para después saltar al cine.
La tradición puramente cinematográfica se mantendría con bellezas como la de Ali MacGraw, Catherine Deneuve o ese producto sui generis que fuera la jovencísima Liza Minnelli de Cabaret.
1980, la explosión de las sex symbols
En la década de 1980 la pasarela, la publicidad, la prensa de sociedad o los certámenes de misses se unirían a la televisión para destronar definitivamente el monopolio que el cine tuvo durante décadas sobre la industria de las sex symbols.
A diferencia de en otras épocas, las grandes bellezas del momento tenían carreras cinematográficas desiguales –Kim Basinger o Jessica Lange– o desaparecían de la pantalla, como hiciera Kathleen Turner, en el momento mismo en que se desviaban de su pluscuamperfecta figura. Otras tantas entraban en en la condición de sex symbol no a posteriori, sino que era la propia industria la que las etiquetaba como tal a la hora de su promoción: Bo Derek sería conocida siempre como “la mujer 10” mientras Jacqueline Bisset sería calificada por la revista Newsweek como “la mujer más atractiva de todos los tiempos”.
1990, el reino de la top model
Los noventa fueron la edad dorada de las supermodelos; Cindy Crawford, Claudia Schiffer o Helena Cristensen se convertirían en iconos sexuales de alcance mundial.
Las top models se simultanearían en las portadas con mujeres explosivas como la canadiense Pamela Anderson o la conejita Playboy Anna Nicole Smith, que deberían toda su vitalidad mediática a la explotación de su físico.
El cine reaccionaría ante este extremismo estético recuperando en parte a la fémina elegante de los 60 y reconvirtiéndola en algo totalmente novedoso; la mujer normal. El físico de Julia Roberts, Demi Moore, Sharon Stone o Michelle Pfeiffer les permitía encarnar tanto a personajes de rotundo grado sexual –en Instinto Básico, Acoso o Batman vuelve– como a la mujer de la calle propia del gran género comercial de los 90: la comedia romántica.
2000, la belleza ya no entiende de colores
Aunque la provocación fuese parte de la identidad artística de Madonna desde hacía años, no sería hasta el inicio del siglo XXI que las cantantes ascendieron definitivamente al trono de las sex symbol; ídolos de la música teen –como Britney Spears– y la latina –como Jennifer López o Shakira– cautivaron durante los primeros años de la década para ser relevadas poco a poco por Beyoncé Knowles o Rihanna.
En el cine operó un nuevo viraje a la belleza extrema y algo exótica –en ejemplos como los de Cameron Díaz, Angelina Jolie o Scarlett Johansson– mientras las mujeres hispanas empezaron a frecuentar las primeras posiciones de los rankings de las más deseadas, con los ejemplos aún vigentes de Eva Longoria, Eva Mendes, Penélope Cruz o Sofía Vergara.
Casos como los de la modelo Kate Moss o las televisivas Megan Fox y Jessica Alba se suman a la que es, para muchos, la mujer recientemente coronada como “la más sexy de la historia”: Jennifer Aniston.
Las sex symbols femeninas llevan más de un siglo protagonizando las fantasías de los hombres de medio mundo y sin embargo, han experimentado un cambio radical desde que el término fuese acuñado por vez primera en 1911. El estreno de Mi semana con Marilyn, donde Michelle Williams interpreta a una reencarnada Marilyn Monroe, pone de relieve el modo en que las actrices más deseadas han evolucionado a lo largo de un siglo de iconos carismáticos, sofisticados, explosivos o elegantes.