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¿Cómo sería un viaje al Sol? El recorrido, kilómetro a kilómetro
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Un paseo a través del sistema solar

¿Cómo sería un viaje al Sol? El recorrido, kilómetro a kilómetro

Desde el despegue hasta llegar a nuestra estrella, repasamos los puntos clave de un viaje espacial con el que la mayoría de nosotros solo podemos soñar

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Para muchos de nosotros que nunca entraremos en un programa espacial ni tendremos el dinero suficiente para convertirnos en turistas en el espacio, la idea de salir de la Tierra queda relegada al terreno de las aventuras imaginarias. Pesados trajes, enormes cohetes, despegues arriesgados donde todo está calculado al milímetro y un subidón de adrenalina difícil de imaginar.

En un intento por trasladar ese viaje a la audiencia, la sección BBC Futuro ha desarrollado un impresionante gráfico interactivo que sigue el viaje de un cohete en dirección al Sistema Solar y más allá, hacia el espacio exterior. Las distancias son enormes hasta alcanzar el límite exterior de nuestro sistema planetario, y “serían necesarios 23 millones de años de navegación por la página para llegar a las regiones conocidas más lejanas del universo”, explican los autores del trabajo.

Pero empecemos por las distancias cortas: ¿cómo sería despegar en la Tierra a bordo de un cohete y con dirección al Sol? ¿Qué podríamos encontrarnos por el camino? Partimos en un viaje hacia nuestra estrella, recorriendo los puntos clave del trayecto.

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Los primeros momentos

El camino comienza a nivel del sueño, donde el cohete enciende sus motores y despega hacia el cielo. En los primeros kilómetros los fenómenos nos son familiares: las capas altas de las nubes se cruzan con la nave a 6,1 kilómetros de altura, el Everest se supera a los 8,9 y las líneas de aviación comercial se encuentran a una altura aproximada de 11 kilómetros.

¿Recuerdan el meteorito que explotó sobre Rusia en febrero de 2013? Pues esa explosión ocurrió en esta capa de la atmósfera, exactamente a 23 kilómetros sobre el suelo

Poco después (entre 13 y 14 kilómetros sobre el suelo) salimos de la troposfera y entramos en la estratosfera.¿Recuerdan el meteorito que explotó sobre Rusia en febrero de 2013? Pues esa explosión ocurrió en esta capa de la atmósfera,exactamente a 23 kilómetros sobre el suelo.

Y mil metros más arriba consiguió llegar el Legonauta, un muñeco de Lego que dos adolescentes canadienses hicieron despegar en enero de 2012 como un proyecto de ciencia para el colegio. Construyeron un dispositivo con un globo, varias videocámaras y el intrépido juguete, y estudiaron cómo lanzarlo al espacio y grabar desde allí algunas imágenes espectaculares de nuestro planeta. Gracias a un paracaídas casero de nylon, el Legonauta aterrizó sano y salvo una hora y media después.

Seguimos subiendo y al alcanzar los 39 kilómetros nos paramos, ya que es una cifra de récord. Desde esa altura saltó Félix Baumgartner el 14 de octubre de 2012, en lo que fue el salto más alto jamás realizado. La hazaña fue pospuesta en una ocasión por motivos de seguridad, y cuando por fin saltó, millones de personas en todo el mundo le vieron aterrizar en directo.

Pero Baumgartner no estaba solo. Los microorganismos que viven a mayor altura son capaces de sobrevivir hasta a 41 kilómetros sobre el suelo. Son sobre todo colonias de microbios y bacterias. A partir de aquí, se terminó la vida (terrestre).

Meteoritos y auroras boreales

Las auroras boreales, uno de los fenómenos atmosféricos más espectaculares que se pueden observar desde nuestro planeta, ocurren a una altura mínima de 80 kilómetros de altitud

Aproximadamente a 50 kilómetros pasamos de la estratosfera a la mesosfera. En esta capa de la atmósfera es donde suelen desintegrarse los meteoritos que se dirigen hacia la Tierra, de forma que solo los más grandes llegan a las capas inferiores o a impactar contra el suelo.Las auroras boreales, uno de los fenómenos atmosféricos más espectaculares que se pueden observar desde nuestro planeta, ocurren a una altura mínima de 80 kilómetros de altitud, justo antes de pasar de la mesosfera a la termosfera.

El punto clave para salir de la Tierra son los 100 kilómetros de altitud. A esa altura se encuentra la denominada línea de Kármán, el punto establecido a nivel mundial como el límite entre la esfera terrestre y el espacio, a efectos de aviación y astronomía. Un paso más y habremos salido al espacio.

Eso fue exactamente lo que hizo Fargam, un mono lanzado al espacio en diciembre de 2013 por la agencia espacial iraní. El animal protagonizó el segundo vuelo del programa espacial de Irán. Su aventura en el espacio 15 minutos, pero fue suficiente para alcanzar los 120 kilómetros de altura antes de volver a tierra gracias a los paracaídas con los que estaba equipada su cápsula.

A partir de aquí, lógicamente, los eventos se espacian puesto que llegar a estas alturas es más difícil. Alrededor de los 200 kilómetros de altura se producen las lluvias de meteoros, provocadas por pequeñas partículas que arden al rozar con las capas más altas de la atmósfera. Son fenómenos periódicos que ocurren en momentos determinados del año, como las Leónidas o las Perseidas, cuando la Tierra se cruza con enjambres de partículas situadas en algunos puntos de su órbita.

Los grandes hitos de la exploración espacial

Seguimos subiendo y alcanzamos otro hito de la exploración espacial. En 1961 el cosmonauta soviético Yuri Gagarin, el primer ser humano que viajó al espacio, alcanzo una altura máxima de 330 kilómetros en su viaje. Fue un viaje de 108 minutos en total que consistió en recorrer una órbita alrededor de la Tierra. Mientras tanto, su única tarea era hablar y comer algo, para comprobar su un ser humano podía comportarse con normalidad en un lugar sin gravedad.

Más o menos a 420 kilómetros se encuentra la Estación Espacial Internacional, un proyecto que ha cumplido ya 15 años acogiendo de forma ininterrumpida vida humana en el espacio

Un poco más arriba podemos hacer una parada en el viaje, ya que más o menos a 420 kilómetros se encuentra la Estación Espacial Internacional, un proyecto que ha cumplido ya 15 años acogiendo de forma ininterrumpida vida humana en el espacio. Cinco agencias espaciales que representan a 16 países trabajan juntas para mantener el este complejo de investigación en órbita, probablemente el más complejo construido hasta ahora.

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El Hubble no desmerece a la ISS en cuanto a méritos aportados a la exploración y la investigación espacial. El telescopio orbita nuestro planeta desde 1990, y es un proyecto conjunto de la NASA y la Agencia Espacial Europea. El objetivo de tener una herramienta de este tipo fuera de la Tierra (a unos 570 kilómetros de altura) es que la atmósfera altera la radiación y por tanto las imágenes que podemos captar desde la superficie. Fuera de ella, se eliminan los efectos de esas turbulencias y alteraciones.

Un vertedero en el espacio

A 630 kilómetros pasamos de la termosfera a la exosfera, una capa en la que los gases de la atmósfera ya son mucho menos densos, hasta que el ambiente se parece al del espacio exterior. Estazonaacoge una gran cantidad de basura espacial: fragmentos de satélites, restos de lanzamientos de cohetes… Todo un vertedero tecnológico que ha quedado flotando a 900 kilómetros de altura.

Continuar el viaje supone asumir riesgos, entre otros, el que conlleva someterse a una intensa radiación. A 1.000 kilómetros empieza el cinturón interior de Van Allen, la primera de dos zonas con niveles de radiación tan altas que ponen en peligro el funcionamiento de los satélites, por no hablar de sus efectos sobre los viajeros espaciales. Hacer frente a este peligro es uno de los principales retos a superar para llegar a otros planetas.

A 1.660 kilómetros nos detenemos de nuevo para mencionar a Laika. Esta perra fue el primer ser vivo que orbitó la Tierra. Fuelanzada al espacio a bordo de la nave soviética Sputnik 2 en 1957, como uno de los experimentos previos al lanzamiento del primer ser humano. Lamentablemente, Laika murió durante la misión, entre cinco y siete horas después del lanzamiento, seguramente por una combinación del estrés que sufrió unido al sobrecalentamiento de la nave.

Cuanto más arriba, menos gravedad

A medida que subimos, el efecto de la gravedad de la Tierra disminuye: a 2.600 kilómetros es del 50% y a 6.400 kilómetros es del 25%. Una eficaz operación bikini a unos cuantos miles de kilómetros.

Es en esa zona, a 20.000 kilómetros de altura, donde se mueven los satélites GPS que nos ayudan a posicionarnos aquí en la Tierra

A 10.000 kilómetros termina el primer cinturón de Van Allen, además de pasar de la exosfera a la magnetosfera. 5.000 kilómetros más arriba comienza el segundo de estos cinturones de radiación especialmente intensa.Es en esa zona, a 20.000 kilómetros de altura, donde se mueven los satélites GPS que nos ayudan a posicionarnos aquí en la Tierra, mientras que los de comunicaciones orbitan a más arriba, alrededor de los 35.000 kilómetros.

Las distancias se hacen cada vez mayores según subimos y subimos. A 60.000 kilómetros salimos de la magnetosfera y nos adentramos plenamente en el Sistema Solar, esquivando asteroides que de cuando en cuando se acercan a nuestro planeta.

La distancia más lejana recorrida por el hombre

Después de subir sin incidencias miles de kilómetros, a 384.000 nos topamos con la Luna. Nuestro satélite recorre una órbita elíptica en torno a la Tierra, lo que quiere decir que no se encuentra siempre a la misma distancia de nosotros, pero esa es la altura media que nos separa de ella. Cuando Amstrong pisó su superficie, venía de hacer un viaje muy, muy largo.

Pero no el más largo recorrido por el hombre. La distancia más lejana de la Tierra alcanzada por un ser humano marca los 400.000 kilómetros. Durante la accidentada misión Apolo 13, en 1970, los astronautas James Lovell, John Swigert y Fred Haise tuvieron que establecer una trayectoria de vuelta de emergencia que alcanzó esa distancia. La intención era alunizar, pero la explosión de un tanque de oxígeno inutilizó uno de los módulos. La energía era limitada, la cabina perdía calor, faltaba agua potable y el sistema de extracción de dióxido de carbono necesitaba reparaciones. Aun así, la tripulación logró regresar a Tierra sana y salva.

A un millón y medio de kilómetros de la Tierra en dirección al Sol se produce un efecto curioso: la fuerza de la gravedad de ambos cuerpos se compensa, de forma que se puede aparcar en esa zona sin que ninguna de las dos actúe sobre nosotros.

La llegada al Sol

Johannes Kepler fue uno de los artífices de que nos convenciésemos de la teoría heliocéntrica. Este astrónomo y matemático realizó los cálculos matemáticos que predecían la posición de los planetas, siguiendo la hipótesis de que todos giraban en torno al Sol y no a la Tierra. Claro que sus mediciones no eran tan precisas como las que podemos hacer hoy. Según sus teorías, el Sol se encontraba a 24 millones de kilómetros de nosotros.

Lo cierto es que el Sol está a 150 millones de kilómetros de la Tierra de media. Para llegar hasta él, antes tendremos que cruzar la órbita de Venus (38 millones de kilómetros) y Mercurio (77 millones)

Lo cierto es que el Sol está a 150 millones de kilómetros de la Tierra de media (debido a nuestra órbita elíptica, la distancia no es siempre la misma). Para llegar hasta él, antes tendremos que cruzar la órbita de Venus (38 millones de kilómetros) y Mercurio (77 millones), los planetas del Sistema Solar que nos aventajan en cercanía a la estrella.

Nuestro viaje termina aquí, pero animamos a los lectores a consultar el trabajo publicado por la BBC, que continúa el recorrido más allá del Sol, atravesando cinturones de asteroides, adelantando al resto de los planetas que conforman el Sistema Solar y saludando con la mano al pasar a la sonda Voyager 1, el objeto fabricado por el hombre que ha logrado llegar más lejos en el espacio: 19.000 millones de kilómetros recorridos desde que fue lanzada hace hoy 37 años.

Para muchos de nosotros que nunca entraremos en un programa espacial ni tendremos el dinero suficiente para convertirnos en turistas en el espacio, la idea de salir de la Tierra queda relegada al terreno de las aventuras imaginarias. Pesados trajes, enormes cohetes, despegues arriesgados donde todo está calculado al milímetro y un subidón de adrenalina difícil de imaginar.

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