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"No te vamos a engañar: nuestra 'startup' va fatal"
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SINCERIDAD PARA SALVAR SU EMPRESA

"No te vamos a engañar: nuestra 'startup' va fatal"

Los fundadores de la empresa Dabble han iniciado una curiosa campaña en la red para tratar de salvar su empresa antes de que sus finanzas vayan a pique

Foto: Dos socias fundadoras de la 'startup' estadounidense Dabble
Dos socias fundadoras de la 'startup' estadounidense Dabble

Millones recaudados en cuestión de horas, jóvenes de menos de 25 años con más dinero del que podrían gastar en toda su vida… esto de las startups parece en muchos casos la panacea, el sueño del dinero fácil y la fama al instante. Y todos sabemos que no es así, que el camino está trufado de amargas experiencias de muchos valientes que se han dejado los dientes en el intento.

La mayoría de ellos, por desgracia, no ocupan una sola línea en los medios, pese a que son muchos los emprendedores que se han forjado a sangre y fuego y han montado sus emporios de las cenizas de experiencias fracasadas. Nos gusta leer que nuestro equipo ha ganado, que nuestro país crea empleo y que el futuro pinta mucho mejor para todos, y tal vez por eso los proyectos que han acabado en saco roto terminen en el sueño de los justos.

Pero no todos. En la tierra donde las startups son una religión, una pareja de jóvenes emprendedoras han lanzado un SOS a la red explicando que la ilusión de sus vidas se va a pique y pidiendo, sí, lo decimos bien, ayuda a la comunidad. ¿Y qué ha sucedido? Pues algo inesperado… o tal vez no tanto.

Historias de fracaso

Hace un año aproximadamente nos hicimos eco de la sinceridad de un ingeniero de Facebook, que accidentalmente la lió parda y cuando más fuerte arreciaban los insultos, salió al paso con humildad y vergüenza para decir que sí, que había sido su culpa y que lo sentía mucho. No hizo falta mucho más. En un mundo acostumbrado a las historias de éxito más cercanas a la ficción que al día a día, los usuarios empatizan con un mortal como los demás, que se le caen los platos al suelo y se olvida de los cumpleaños.

Salvando las distancias, Erin Hoppman y Jess Libeck crearon una pequeña empresa orientada al sector educativo que allanaba el terreno a estudiantes y docentes para organizar cursos y encargarse de toda la logística. La idea parecía genial, y los comienzos fueron gloriosos, de los que hemos descrito al comienzo del artículo. Todo iba rodado y el dinero, mediante rondas de financiación, llegó rápido. Sin embargo, un negocio se construye día a día y las cosas se fueron torciendo poco a poco.

No se sabe muy bien en qué punto del recorrido, o tal vez en todo momento, pero no entraba tanto dinero como salía de caja. Y la paradoja es que el volumen de negocio iba en aumento, pero se ve que estas dos emprendedoras Chicago no llevaban bien las riendas del negocio. El dinero en la cuenta se iba agotando y las alarmas no tardaron en saltar.

Treinta días de honestidad

Buscaron una segunda ronda de financiación pero todo lo que antes brilló ahora era opaco, de un oscuro de preocupar. Todo eran noes y la caja se iba agotando. Tanto que llegó el momento de decisiones drásticas para mantener el barco a flote: se vieron obligadas a despedir a parte de su plantilla y de siete empleados se quedaron en apenas tres. Y como suele ser desgraciadamente habitual en estas situaciones, ambas dejaron de cobrar sus nóminas, al menos hasta que la tormenta escampara.

Y como quiera que la cosa no tenía pinta de mejorar, decidieron algo insólito en la web: exponer todas sus vergüenzas en público. La lógica del mercado dicta que hay que vender las bondades del negocio y tapar lo negativo, pero Hoppman y Libeck decidieron crear un blog que bautizaron como “30 días de honestidad”. Fueron 30 días, un mes, lo que proponen para enderezar el asunto recabando las ideas de la comunidad. Y antes de tirar todo por la borda, mostraron, tal y como hiciera en su día el ingeniero de Facebook, su lado más humano y explicando cada día lo que cada una de ellas iba musitando individualmente y por descontado, aceptando las sugerencias de los lectores.

El éxito fue fulminante: comenzaron a llover correos con posibles propuestas e incluso algunos clientes se ofrecieron a pagar más con tal de evitar el cierre del servicio. La iniciativa no cabe duda de que ha calado en la red, pero ello no implica que el negocio sea finalmente viable, y esto lo reconocen ambas emprendedoras: “nos damos hasta final de año de plazo para darle la vuelta, y si no lo conseguimos buscaremos otra manera de ganarnos la vida”, sentencian.

Millones recaudados en cuestión de horas, jóvenes de menos de 25 años con más dinero del que podrían gastar en toda su vida… esto de las startups parece en muchos casos la panacea, el sueño del dinero fácil y la fama al instante. Y todos sabemos que no es así, que el camino está trufado de amargas experiencias de muchos valientes que se han dejado los dientes en el intento.

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