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Nate Weiner, el 'surfer' que dijo no a los millones de Evernote
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"¿SOLO ME OFRECÉIS ESO? QUIERO SEIS VECES MÁS"

Nate Weiner, el 'surfer' que dijo no a los millones de Evernote

Era un día cualquier a comienzos de abril de 2011. Nathan Weiner se desperezaba en su apartamento de San Francisco. A sus 27 años recién cumplidos,

Foto: Nate Weiner, el 'surfer' que dijo no a los millones de Evernote
Nate Weiner, el 'surfer' que dijo no a los millones de Evernote

Era un día cualquier a comienzos de abril de 2011. Nathan Weiner se desperezaba en su apartamento de San Francisco. A sus 27 años recién cumplidos, este joven californiano ya conocía las mieles del éxito de un servicio en web bautizado por aquel entonces como Read It Later, un producto gratuito que permitía a los usuarios grabar en la nube links y páginas para leerlas más tarde. La idea era ganadora: a lo largo del día uno se va topando con información de interés en la web, pero con las prisas no podía dedicarle esos minutos que se merecían. 

Si esta información se almacenaba cómodamente en la nube, uno podía -por la noche o cuando tuviera un hueco- repasarla con calma. Una alternativa al ocio reposado, o una herramienta para la productividad, pero lo cierto es que el mercado abrazó con pasión la idea: eran ya 3 millones los usuarios que derivaban cotidianamente vínculos de la web a sus servidores. Un éxito, sin duda, pero no monetizado, el gran caballo de batalla de la 2.0. En aquel entonces, Weiner gestionaba su niña bonita en las estrecheces de su domicilio y sin más ayuda que la de Matt Koidin, amigo primero y empleado a tiempo parcial después.

Pero una buena mañana la estridencia de su móvil interrumpió la paz de su apartamento. Se trataba de un alto cargo de Evernote y quería reunirse con urgencia con nuestro protagonista. Cerrada la cita, y con la emoción todavía en el cuerpo, Weiner se desplazó hasta Mountain View, a la sede de la firma capitaneada por Phil Libin

La incógnita no tardó en despejarse: se puso sobre la mesa una cifra millonaria, de la que no se conoce el importe, pero más que suficiente para que Weiner, con sus 27 años, y su esposa vivieran a cuerpo de rey en lo que les quedaba de vida. Nuestro hombre frunció el ceño y la calma tensa se tornó en estupefacción: “me parece poco: quiero seis veces más”. 

Lo dijo sin titubeos y con aspecto de haber dejado el skate apoyado en el quicio de la puerta. Libin y sus lugartenientes se miraron de reojo. Estaban habituados al ambiente y formas desenfadadas de Silicon Valley, pero no a la renuncia plana de una cantidad indecente de dinero por parte de un don nadie. Y ahí terminó la aventura de Read it Later y se forjó la leyenda de Pocket.

La aventura con Evernote finalizó de forma abrupta, pero no así las sorpresas en torno a la intrigante figura de este joven emprendedor. Weiner, o Nate, como le llaman sus amigos, viró la estrategia de su negocio de una forma inesperada: Pocket pasó de ser una app de pago a un servicio 100% gratuito. Parecía que se había ido de vacío de las oficinas de Evernote, pero no era así: bajo su flequillo, las retinas del californiano iban inmortalizando todas y cada una de las diapositivas que un complaciente Libin iba proyectando e ilustrando al imberbe empresario. 

Entre ellas, una llamó especialmente la atención de Nate: el CEO de Evernote describió de forma gráfica la escala de valores y monetización de diferentes bienes: en un eje, el paso del tiempo, y en otro, el valor percibido: así, la comida era un elemento por el que se pagaba cuando se tenía hambre, pero una vez saciada, nadie estaba dispuesto a pagar por ella.

En el otro extremo, servicios como Evernote (o nuestro Pocket), contaban con un escaso valor percibido en un inicio, pero con el uso se generaba la necesidad y ahí entraba la posibilidad de facturar por ello. Había visto ya la clave de la expansión de su negocio.

“Es difícil pedir a la gente dinero por algo que no comprende”, explicó el propio Weiner en una entrada en su blog en referencia al salto al gratis total de su producto. Bajo esta premisa y habiendo seducido a los inversores con un millonario y creciente número de usuarios, Pocket pasó de un producto hecho y gestionado en casa, a una firma con oficina y empleados a tiempo completo.

El dinero llegará, aunque todavía no se sabe cuándo, ni lo que es peor, cómo. Sin embargo, nuestro joven protagonista había dado con un servicio realmente útil que estaba ya facilitando la vida a millones de usuarios. Bueno, él no, sino Marco Arment, el verdadero autor intelectual de este tipo de servicios y que no duda en acusar amargamente a Weiner de copiar “todas y cada una de las funciones de Instapaper”, su criatura. Y no le faltaba razón, pero el de California supo dar con una visión de negocio más amplia: el producto de Arment se limitaba inicialmente al entorno de Apple, mientras que Pocket extendió este útil servicio a todas las plataformas, y el crecimiento fue exponencial.

El propio Weiner explicaba con una claridad que uno atribuiría a un curtido hombre de negocios, que una de las dificultades de vender este producto residía en la complejidad de explicar al usuario para qué demonios necesitaba un servicio en el que almacenar links, vídeos y demás contenido para un posterior consumo. Una gran parte de la justificación del éxito de Pocket y servicios similares a los que incluso Apple se apuntó, nos llega de la mano de App Storm: el blog cita únicamente un par de datos para explicar que estas herramientas son fundamentales en productividad al destacar el auténtico bombardeo al que es sometido el usuario cuando se sienta frente a la pantalla. 

Una media 500 tuits por segundo y 500.000 nuevas entradas al día sólo en la plataforma Wordpress nos dan una idea de la rápida saturación a la que se enfrenta el internauta. “Ni en toda una vida podríamos leer todo el contenido que se genera en un solo día”, destaca el blog. Y son datos de 2011.

Era un día cualquier a comienzos de abril de 2011. Nathan Weiner se desperezaba en su apartamento de San Francisco. A sus 27 años recién cumplidos, este joven californiano ya conocía las mieles del éxito de un servicio en web bautizado por aquel entonces como Read It Later, un producto gratuito que permitía a los usuarios grabar en la nube links y páginas para leerlas más tarde. La idea era ganadora: a lo largo del día uno se va topando con información de interés en la web, pero con las prisas no podía dedicarle esos minutos que se merecían.