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¿Estamos a salvo de meteoritos?
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EL IMPACTO EN RUSIA DESATA LA PREOCUPACIÓN POR LA DETECCIÓN

¿Estamos a salvo de meteoritos?

"Tarde o temprano tenía suceder". Con esta rotundidad comienza Cita con Rama, el clásico de la ciencia ficción que no falta en la estantería de cualquier

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¿Estamos a salvo de meteoritos?

"Tarde o temprano tenía suceder". Con esta rotundidad comienza Cita con Rama, el clásico de la ciencia ficción que no falta en la estantería de cualquier aficionado a los asteroides. En la primera página de la historia de Arthur C. Clarke el impacto de un gran meteorito en el norte de Italia destruye de un plumazo Padua, Verona y Venecia, obligando a la humanidad a reaccionar y poner en marcha un ambicioso proyecto de vigilancia espacial. "A ningún meteorito lo bastante grande como para provocar una catástrofe se le volverá a permitir que viole las defensas de la Tierra", cuenta el maestro.

Esto es precisamente lo que hizo ayer un meteoro en los montes Urales. Aunque en este caso era real, también era relativamente pequeño y no consiguió violar las defensas naturales del planeta –su atmósfera–, estallando antes de impactar contra el suelo. Dejó más de 1.000 heridos en la región de Cheliábinsk, según las autoridades rusas, ventanas hechas añicos en decenas de kilómetros y un susto que en pocos minutos alcanzó la escala planetaria. A muchos les duró incluso hasta la noche, cuando un cuerpo celeste de 50 metros, el asteroide 2012 DA14, se presentó también en la Tierra y rozó el cielo de Sumatra a 27.000 kilómetros de altura –bastante por debajo de los 38.000 a los que orbitan los satélites de comunicaciones– y casi 8 kilómetros por segundo.

"Los bólidos de este tipo entran en la atmósfera con cierta frecuencia", explica Juan Fabregat, catedrático de astronomía y miembro de la Red de investigación sobre bólidos y meteoritos, sobre el cuerpo de los Urales. "Lo que no es tan normal es la intensidad con la que este ha estallado", puntualiza.

También parece "mucha casualidad", según Fabregat, que un acontecimiento "excepcional" como el de los Urales y el paso de un objeto tan grande como el 2012 DA14 se hayan producido casi a la vez. Aunque la Agencia Espacial Europea anunciase por Twitter que no existe "ningún vínculo" entre uno y otro fenómeno, muchos otros especialistas prefieren esperar. Entre ellos Fabregat, que advierte de que no se puede descartar que uno y otro no sean "fragmentos de un cuerpo previo más grande que viajan en grupo" hasta que no se recuperen los restos del caído en Rusia y se reconstruya su trayectoria, si es que se puede.

En todo caso, según este experto, hablamos de un meteoro –hasta que no se investiguen sus restos no se podrá hablar de meteorito– "relativamente pequeño", lo que explica que nadie lo detectase antes y que tengamos que lamentar solo daños locales. "Con la tecnología actual somos capaces de detectar con cierta seguridad los más grandes", advierte. "Los que producirían un verdadero daño global".

Pero, ¿basta solo con la tecnología? Muchos expertos denuncian que los programas dedicados a la detección de NEOs y PHOs –Objetos Cercanos a la Tierra y Objetos Potencialmente Peligrosos, por sus siglas en inglés– adolecen de falta de fondos, eclipsados en los presupuestos por las partidas que financian la astronáutica. "Hay que poner más atención a estos programas", sentencia Fabregat. "Aunque el riesgo de un impacto devastador sea escaso, es un riesgo real".

Y no será por falta de resultados.  La delegación española de uno de estos vigilantes del espacio, la Spaceguard Foundation, puede presumir de la detección precisamente del 2012 DA14 que esta noche rozó la Tierra. El principal responsable de su avistamiento, Jaime Nomen, director de La Sagra Sky Survey Project del Observatorio Astronómico de Mallorca, es también vicepresidente de la filial de la Spaceguard Foundation en España. Su objetivo es "incrementar la conciencia en toda la sociedad sobre la necesidad de buscar y gestionar fondos para promover la investigación sobre los objetos cuyas órbitas los llevan a aproximarse a la Tierra y pueda existir un riesgo potencial de impacto".

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Este riesgo se mide en la denominada escala de Turín, una clasificación por colores que puntúa de 0 a 10 el riesgo que representan los objetos cercanos a la Tierra según su tamaño, velocidad y trayectoria. El otro gran programa de detección que opera a escala mundial, el Near-Earth Object Program de la NASA, hace un seguimiento intensivo de estos objetos y los ordena según este criterio brindando, de momento, una cierta tranquilidad a los más paranoicos: entre los NEOs más destacados descubiertos últimamente hoy solo uno, el 2007 VK184, asciende al 1 en la escala.

De hecho, la agencia espacial estadounidense estima que un asteroide del tamaño del sobrevoló Sumatra este viernes se aproxima tanto a la Tierra en una ocasión cada 40 años y que el impacto llega a ocurrir una vez cada 1.200. La historia reciente, sin embargo, está llena de ejemplos que desafían la seguridad a la que invitan las estadísticas.

En junio de 1908 un cuerpo celeste de grandes proporciones –algunos estiman que de hasta 80 metros de diámetro– se desintegró en Tunguska, Siberia, liberando en la explosión una fuerza aproximada a los 30 megatones que arrasó un área forestal de decenas de kilómetros. Cuarenta años después, y de nuevo en Rusia, una mole de entre 20 y 23 toneladas de metal –el 93% hierro– estalló violentamente sobre las montañas de Sijoté-Alín, a las que se dirigía a 14 kilómetros por segundo, y las regó con sus fragmentos. Fue la mayor lluvia de meteoritos registrada en el siglo XX.

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La lógica dicta, sin embargo, que la mayor parte de estos sucesos ocurren sobre el océano que cubre tres cuartas partes de la superficie del planeta y que, por lo tanto, muchos de ellos pasarían inadvertidos. No es lo que ocurrió con el Evento del Mediterráneo Oriental, una detonación aérea detectada en 2002 entre Libia y Creta y que se atribuye a un bólido celeste de hasta 10 metros de diámetro. Ese mismo año otro posible meteorito impactó en las inmediaciones despobladas del río Vitim, en Rusia. Pese a que algunos especialistas atribuyeron a la explosión una fuerza de hasta 5 kilotones, la noticia no trascendió hasta una semana después.

Incluso en España el Evento de Cando pone de relieve la dificultad de discernir el impacto meteórico de otro tipo de fenómenos naturales. En enero de 1994 una gigantesca explosión abrió un cráter de 25 metros de diámetro cerca de la aldea gallega de Cando, en Galicia. La investigación posterior, sin embargo, en la que llegaron a involucrarse especialistas de la NASA, no determinó si se trataba de la explosión de una gran burbuja de gas subterránea o de un impacto meteórico en pleno bosque. 

"Tarde o temprano tenía suceder". Con esta rotundidad comienza Cita con Rama, el clásico de la ciencia ficción que no falta en la estantería de cualquier aficionado a los asteroides. En la primera página de la historia de Arthur C. Clarke el impacto de un gran meteorito en el norte de Italia destruye de un plumazo Padua, Verona y Venecia, obligando a la humanidad a reaccionar y poner en marcha un ambicioso proyecto de vigilancia espacial. "A ningún meteorito lo bastante grande como para provocar una catástrofe se le volverá a permitir que viole las defensas de la Tierra", cuenta el maestro.