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Kish, el reducto de libertad de Irán
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el viejo prostíbulo del sha para la élite mundial

Kish, el reducto de libertad de Irán

Las autoridades quieren impulsar el turismo en la isla, a la que los iraníes acuden ante la presión autoritaria en el resto del país. Todo allí refleja sus ansias de aperturismo

Foto: Mujeres iraníes caminan junto al mar en la isla de Kish, en agosto de 2008 (Reuters).
Mujeres iraníes caminan junto al mar en la isla de Kish, en agosto de 2008 (Reuters).

El último shá de Persia, Mohamad Reza Pahlavi, vislumbró en la década de los setenta el perfecto complejo de vacaciones de lujo mucho antes que los vecinos de los Emiratos. Llegó a construir un aeropuerto que pudiese acoger al famoso Concorde, con casinos y playas y rascacielos, todo regado con las delicias iraníes y alcohol a raudales. Pahlavi quería montar un prostíbulo para la élite del mundo.

Entre Dubái y Qatar, justo frente a las costas de Irán, se erige la pequeña isla de Kish, poco menos de 100 kilómetros cuadrados cuya concepción como destino turístico ha variado desde aquella idea del depuesto shá. Con la llegada de la Revolución Islámica en 1979, el proyecto del macro prostíbulo comenzó a languidecer, pero incluso los ayatolás no han conseguido resistirse al potencial que ofrece dicho enclave para atraer primero a los locales y después a una clientela árabe más religiosa.

"Sabemos que no es Dubái, pero existe una mayor relajación de las normas. Es barato y muchos productos que no entran en Irán podemos encontrarlos aquí", cuenta Sahar, una teheraní que acude asiduamente al tener familia instalada aquí. Para impulsar los viajes a este enclave, las autoridades decretaron la zona como de libre comercio por lo que los altos aranceles que muchos productos occidentales deben asumir para entrar en Irán aquí no se tienen en cuenta. Tanto es así que el Ford Mustang, prácticamente un desconocido en el resto del país, campa a sus anchas por las dos carreteras que circundan la isla.

Kish se está convirtiendo en una alternativa durante el otoño y el invierno a las costas del Caspio, el destino de vacaciones preferido por los iraníes. "Aquí podemos venir a comprar ropa de marcas internacionales, relajarnos al lado del mar, sin tener que salir del país", explica Mina, que además estudia en la Universidad de Kish un máster en empresariales, que ha conseguido un gran prestigio entre los persas.

A simple vista, las diferencias con el resto del país pueden no ser notables. Sigue existiendo la obligación perpetua de llevar velo, las playas están separadas por sexos y se mantiene la prohibición del alcohol. Sin embargo, se pueden ver a las mujeres practicando ejercicio al aire libre, montando en bicicleta; las zonas de baño no están tan definidas, por lo que se puede ver a hombres y mujeres en la misma playa, aunque solo sean ellos los que disfrutan del mar, y una vez caída la noche, algunas terrazas no ponen pegas en caso de que el cliente se sirva alcohol en la bebida. Es fácil encontrar alcohol en la isla, ya que muchos de los taxistas actúan como intermediarios de cara a los visitantes.

Turismo de novios

Actualmente, 1,5 millones de personas visitan anualmente la isla. El aeropuerto ocupa gran parte del centro de Kish, múltiples edificios se encuentran en plena construcción ante el potencial turístico. "¿En qué otra parte de Irán puedo bucear?", pregunta Bahar, que destaca que el autoritarismo con la vestimenta no se aplica en la isla. A ojos de un occidental puede verse como absurdo, pero el hecho de que una mujer pueda llevar un neopreno adherido al cuerpo se ve entre los locales como un gran avance.

El atractivo de la isla radica en la posibilidad de practicar multitud de deportes, desde kitesurf hasta buceo o montañismo, entre grupos de amigos, sin que las autoridades intenten separar a ambos sexos. Incluso los hoteles no obligan a presentar los papeles de matrimonio para aquellas parejas que deseen alojarse juntas. Poder observar corales, tortugas y dentro de poco el delfinario, que se encuentra en construcción. Incluso el pasado mes de febrero se celebró un campeonato de voleyball playa internacional, aunque las mujeres finalmente no pudieron acudir al evento. A pesar de las restricciones, los persas llenan cada fin de semana los aviones que unen la isla con la capital.

A ojos de un occidental puede verse como absurdo, pero el hecho de que una mujer pueda llevar un neopreno adherido al cuerpo se ve entre los locales como un gran avance

"Con poco dinero, alquilamos unas lanchas motoras para poder ir en medio del mar y bañarnos todos juntos", explica a El Confidencial Nasser, que ha acudido con su novia y que destaca que las fuerzas de seguridad nunca les han parado. "En Teherán no podemos ir de la mano por muchas zonas ante el temor a que la Policía nos pregunte si estamos casados", asevera este joven.

Por el momento, la mayor parte de los visitantes son iraníes, aunque cada vez más acuden trabajadores de los Emiratos, de Qatar o de Kuwait a pasar unos días para poder renovar su visado en estos países una vez que expira a los tres meses. Los 'dirham' emiratíes están aceptados, por lo que los comercios tienen esta oportunidad para hacerse con divisas extranjeras ante el devaluado rial.

Las autoridades pretenden seguir impulsando el turismo hacia Kish con viajes desde Estambul y convertirlo en una parada más para los extranjeros que llegan con más asiduidad al país. El objetivo de los promotores turísticos es presentar a Irán como el destino perfecto: ir a la playa en Kish en cualquier momento del año, maravillarse con las ruinas de Persépolis, disfrutar del desierto de Yazd, de las mezquitas de Isfahán y esquiar en Teherán, en las faldas de los montes Alborz.

Espías en el paraíso

Sin embargo, Kish ya cuenta con su leyenda negra. En 2007, un estadounidense fue detenido cuando pasaba unas tranquilas vacaciones en la isla. Las autoridades iraníes le acusaron de espionaje, aunque desde Washington se desentendieron de su nacional. Según la agencia Associated Press, se trataba de una operación encubierta por parte de la CIA, aunque por el momento ambos gobiernos callan sobre este caso.

Kish se está convirtiendo en la salvaguarda de muchos de los iraníes que no pueden permitirse los viajes a los lujosos Emiratos o desean una relajación que la bulliciosa Estambul no les puede ofrecer. El atípico destino de playa que supone la isla puede contagiar las ganas de apertura que los iraníes desean para su país.

El último shá de Persia, Mohamad Reza Pahlavi, vislumbró en la década de los setenta el perfecto complejo de vacaciones de lujo mucho antes que los vecinos de los Emiratos. Llegó a construir un aeropuerto que pudiese acoger al famoso Concorde, con casinos y playas y rascacielos, todo regado con las delicias iraníes y alcohol a raudales. Pahlavi quería montar un prostíbulo para la élite del mundo.

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