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Del matrimonio concertado a irte a vivir con tu novio: casarse en el nuevo Irán
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100.000 uniones anuales menos que en 2006

Del matrimonio concertado a irte a vivir con tu novio: casarse en el nuevo Irán

Cada vez más jóvenes iraníes rechazan las tradiciones nupciales de sus mayores e imponen las suyas, desde noviazgos largos hasta la cohabitación antes de la boda, los llamados 'matrimonios blancos'

Foto: Un clérigo iraní oficia una boda en Teherán en 2005. (Reuters)
Un clérigo iraní oficia una boda en Teherán en 2005. (Reuters)

Hace unos 30 años, cuando la madre de Roya Yamouti se casó en Irán, tuvo que transigir en muchas cosas para ser aceptada por su nueva familia. Los padres de su futuro marido la vieron por la calle de uno de los barrios de clase media de Teherán y decidieron conocer a sus padres para acordar el matrimonio. Su suegra examinó a solas, en unos baños públicos, las características de su cuerpo para comprobar si existían imperfecciones en su futura nuera. Hubo diferentes conversaciones entre los progenitores, hasta que finalmente se pusieron de acuerdo.

La familia del novio pagó todos los gastos del casamiento, desde el banquete y el papeleo hasta el nuevo piso en el que vivirían. La parte más ardua fue fijar el valor del ‘mehriyé’, una especie de dote por la que las familias fijan una cantidad para la mujer mediante una serie de monedas, a razón de 10 millones de riales cada una (actualmente, 250 euros), que la esposa puede reclamar el mismo día del matrimonio. Finalmente, llegó el gran día. Los novios apenas se vieron tres o cuatro veces antes de la fecha.

Irán ha cambiado mucho, pero persisten tradiciones que no obedecen a la religión, sino a la tradición persa, en la que las familias juegan un papel central a la hora de decidir el futuro de sus hijos

El pasado mes de agosto, Roya se casó con su marido, Mohammad Sharifi. Apenas hubo intercambio de monedas, las 14 que indica la tradición. Actualmente viven en Karaj, a las afueras de Teherán, porque no se han podido permitir pagar un piso en la capital. Ambos se quieren. Fueron amigos antes que novios y, aunque los padres presionaron para que se casaran pronto, supieron calmar los ánimos para conocerse durante un periodo (corto) de noviazgo.

Irán ha cambiado mucho desde que el ayatolá Joemini se hizo con el poder hace 36 años, pero persisten muchas costumbres, que a menudo no obedecen a la religión sino a la tradición persa, en que las familias siguen jugando un papel central a la hora de decidir el futuro de sus hijos. Sin embargo, los jóvenes iraníes, especialmente en grandes urbes como Teherán, comienzan a rebelarse ante lo que consideran normas obsoletas. Por ejemplo, el llamado ‘matrimonio blanco’, en el que parejas jóvenes cohabitan sin casarse -no sin graves problemas-, es una opción que cobra cada vez más relevancia.

Tanta, que el pasado mes de abril la revista 'Zanan-e Emrouz' (Mujeres de hoy) le dedicó un especial al asunto. Algo que no gustó nada a las autoridades, que inmediatamente prohibieron su publicación, asegurando que "incitaba y justificaba" este tipo de convivencia, que el régimen considera ilegítima. En Irán, el sexo extramatrimonial está considerado un crimen, que se castiga con sesiones de latigazos; si además implica un adulterio, puede ser penado con la lapidación. En 2014, el ayatolá Ali Jamenei, máxima autoridad del país, ordenó que se acabase con esta práctica de forma expeditiva, aunque la consiguiente represión no ha logrado erradicarla.

Convivir para conocerse

A los 20 años, Baharan tuvo que hacer frente a un verdadero terremoto cuando decidió irse a vivir con su novio. A la oposición de sus padres se unió el control por parte de los vecinos. “Nos tuvimos que cambiar de domicilio cuando un vecino descubrió que no estábamos casados”, asevera. “Amenazó con denunciarnos a la policía”, cuenta esta chica que finalmente acabó por volver a casa de sus padres cuando la relación se rompió. “No me arrepiento. Quería conocerle, convivir con él, antes de iniciar un matrimonio que previsiblemente, ante esta experiencia, habría acabado en divorcio”, añade.

En la mayoría de los casos, sin embargo, los matrimonios siguen siendo concertados entre los padres, aunque se permite cierta flexibilidad a la hora de que los novios puedan mantener un mayor contacto, siempre en presencia de otros familiares. La búsqueda de pareja por parte de los progenitores siempre se realiza en el mismo entorno. Las familias difícilmente aceptarán un matrimonio entre personas de diferentes estratos sociales. Las familias buscan al ‘agadazeh’: alguien que procede de una buena familia.

El principal problema reside en que cada nuevo casamiento constituye un buen momento para aparentar. Las familias llegan a pedir grandes sumas de dinero por esa dote, llamada en persa ‘sekeh tala’. Muchos matrimonios concertados pueden llegar a fijarse en 1.500 monedas de oro, unos 375.000 euros, que endeudan gravemente a la familia del novio. La edad también influye: pocos padres aceptarán una futura nuera por encima de los 30 años.

Por otro lado, el ‘mehriyé’ también puede verse como una forma de salvaguardar a la mujer en caso de divorcio. Durante el matrimonio, la esposa puede reclamar ese dinero cuando quiera, aunque no es lo habitual, dado el daño a la convivencia que supondría. En caso de separación, el marido puede acabar en la cárcel si no entrega dicho dinero, aunque en muchos casos la mujer se ve obligada a renunciar a estas monedas debido a que es el esposo el que debe aceptar ante los tribunales su deseo de separarse.

Menos matrimonios, y más tardíos

Según la Organización Nacional del Registro Civil de Irán, la cifra de matrimonios anuales lleva años cayendo. Si en 2006 el número alcanzó los 870.000, hoy están en torno a los 770.000. Por el contrario, los divorcios han ido en aumento. En 2006 se registraron 94.039 separaciones legales. Actualmente superan las 150.000, a pesar del estigma social que puede suponer, especialmente para las mujeres. La situación en muchos casos puede ser desesperante: un mal matrimonio obligará a la mujer a renunciar al ‘mehriyé’ para poder separarse, al tiempo que la ley contempla que el domicilio deberá ser para el marido y los hijos deberán permanecer en todos los casos con el padre cuando superen los cinco años.

Esta difícil situación ha impulsado a muchas mujeres durante los últimos años a estudiar y trabajar para evitar su desamparo en caso de separación. Sin embargo, la ley contempla una serie de disposiciones que la novia puede exigir antes de casarse y que deben figurar en el contrato firmado ante el funcionario de turno, gran conocedor del islam. Cada vez más mujeres piden a sus futuros maridos que se contemple su derecho a salir del país cuando quieran. El caso de la capitana de fútbol sala de Irán es paradigmático: a finales de septiembre, Niloofar Ardalan, ‘Lady Gol’, no pudo disputar el Mundial de Fútbol Sala en Malasia porque el marido decidió retener su pasaporte alegando que era el inicio del curso escolar de su hijo y una madre debería estar presente ese día.

Por otro lado, ante el desamparo que puede suponer un divorcio, la mujer también puede incluir el ‘hague talagh’, el derecho a separarse sin contar con el beneplácito del marido. Se trata de una opción que pocas novias ejercen, pero que supone un desahogo inicial ante un posible mal casamiento.

A la rebeldía frente a las tradiciones, la crisis económica por la que atraviesa Irán (con un paro reconocido del 12%, que asciende al 50% entre jóvenes de menos de 25 años) contribuye a la reducción de nuevos casamientos. El 46% de hombres entre 20 y 34 años y el 48% de mujeres entre 15 y 29 años no están casados, según el Registro Civil: 11 millones de jóvenes que descartan un mal matrimonio o que no tienen deseos de abandonar la cómoda estancia en el domicilio paterno.

Además, las altas expectativas de la juventud -formarse adecuadamente para conseguir un buen trabajo- retrasan la formación de una familia. Los intereses de los padres no son los mismos que los de los hijos. Conseguir un buen futuro a sus descendientes, con un buen matrimonio, es una máxima de cualquier padre o madre. Pero en muchos casos la juventud busca algo más, nuevas emociones que no encajan con un matrimonio concertado, una búsqueda de una vida mejor con mejores expectativas sociales y presumir ante un entorno cada vez más conectado con un mundo exterior que no atiende a costumbres persas milenarias.

Hace unos 30 años, cuando la madre de Roya Yamouti se casó en Irán, tuvo que transigir en muchas cosas para ser aceptada por su nueva familia. Los padres de su futuro marido la vieron por la calle de uno de los barrios de clase media de Teherán y decidieron conocer a sus padres para acordar el matrimonio. Su suegra examinó a solas, en unos baños públicos, las características de su cuerpo para comprobar si existían imperfecciones en su futura nuera. Hubo diferentes conversaciones entre los progenitores, hasta que finalmente se pusieron de acuerdo.

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