Es noticia
Quién quería matar a Yaser Arafat
  1. Mundo
EL LÍDER PALESTINO VIVIÓ HUYENDO DE LA MUERTE, ACOSADO POR SUS ENEMIGOS

Quién quería matar a Yaser Arafat

La vida de Yaser Arafat fue como la del eterno fugitivo, que logra construir un mito esquivando la muerte a cada paso. Despojado de su tierra,

Foto: Quién quería matar a Yaser Arafat
Quién quería matar a Yaser Arafat

La vida de Yaser Arafat fue como la del eterno fugitivo, que logra construir un mito esquivando la muerte a cada paso. Despojado de su tierra, el líder palestino buscó durante décadas un exilio seguro. Los problemas con sus sucesivos países de acogida y los constantes intentos de asesinato lo persiguieron hasta que logró regresar a Cisjordania. Tampoco allí sus días fueron tranquilos. Ni siquiera su muerte, en un hospital de París, consiguió sosegar la insoportable amenaza de las conspiraciones.

Un halo de misterio rodeó el fallecimiento en 2004 del más carismático líder de los palestinos. Los doctores explicaron que Arafat tuvo problemas en el hígado y cayó en coma, pero nunca acertaron a encontrar una explicación convincente para su repentina enfermedad. Hasta ese momento, no había padecido problemas graves de salud. Y pese a que su mujer sospechaba de una última y fatal emboscada, se negó a que le practicaran la autopsia.

La última de las hipótesis la aporta la cadena árabe Al Jazeera, que esta semana ha publicado un reportaje en el que afirma que Yaser Arafat pudo ser envenenado. Según esta información, un prestigioso laboratorio suizo ha encontrado un nivel alto de polonio, una sustancia química altamente tóxica, en los restos de la ropa que el comandante llevó por última vez. La viuda de Arafat pidió rápidamente la exhumación de su cadáver, una petición a la que se sumó el actual presidente de la Asociación Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abbas. Las dudas sobre la muerte del líder palestino reabren unas heridas que nunca terminaron de cerrarse y vuelven a centrar la mirada sobre sus históricos enemigos.

Intentos de asesinato

Arafat se trasladó desde Egipto a Kuwait, donde fundó en la década de 1960 la organización Al Fatah. Y desde allí sufrió un largo peregrinar, que lo llevó a huir de Siria, Jordania, Líbano y recalar finalmente en Túnez. Desde estos países formó una férrea oposición, que por primera vez logró unificar a los palestinos contra lo que consideraban la ocupación israelí. Su implicación en las distintas guerras en estos territorios y las fricciones con los Gobiernos como consecuencia de su incómoda presencia, no fueron nada ante la amenaza de su enemigo número uno, Israel.

El agrupamiento de las fuerzas palestinas también trajo aparejado el incremento de actos terroristas contra la población israelí. Y mientras Arafat fue ganando reconocimiento internacional, ya como presidente de la Organización para la Libearción Palestina (OLP), Tel Aviv lo consideraba el responsable indirecto de estos ataques. Mohamed Rashid, un estrecho colaborador del líder palestino, confiesa ahora en una entrevista en Al Jazeera que el Mosad (el servicio de inteligencia israelí) intentó asesinarlo al menos en cinco ocasiones, casi siempre bajo la técnica del envenenamiento.

Rashid añade que nunca vio a Arafat comer solo. Su séquito de guardianes siempre probaba antes lo que el rais se iba a llevar a la boca. Según varios testimonios, la inteligencia israelí siempre utilizó a palestinos a sueldo para intentar acabar con su vida, por lo que Arafat mantuvo un estrecho celo sobre su seguridad. Durante su exilio en Túnez declaró, en una entrevista a la revista Time que él nunca durmió dos veces en la misma habitación.

Políticamente anulado

Acosado por los constantes contratiempos o consciente del bloqueo de la situación, Arafat decidió virar el rumbo de su oposición en la década de los noventa, cuando firmó con el ex primer ministro israelí, Isaac Rabin, los Acuerdos de Oslo en 1993, por los que fueron galardonados con el Nobel de la Paz. Aquel fue un momento para la esperanza, pero cada acto de reconciliación estuvo salpicado por el incremento del radicalismo de ambas partes, culminado en el asesinato de Rabin perpetrado por un miembro de una organización sionista y el ascenso de la organización palestina Hamás.

Algunas versiones señalan que Israel no decidió acabar antes con Arafat para evitar que se convirtiera en un mártir y otras que lo preferían como interlocutor antes que a Hamás. Sin embargo, tras el definitivo fracaso de las conversaciones de paz de Camp David en 2000, el líder derechista Ariel Sharon decidió confinar al líder palestino a arresto domiciliario en su residencia de la ciudad cisjordana de Ramala. El gobierno estadounidense de George Bush dio su bendición al considerar que Arafat se había convertido en un “obstáculo para la paz”.

Las milicias de Hamás asediaban a sus compatriotas de la ANP, al considerar que habían vendido las aspiraciones palestinas a Israel. Las acusaciones de corrupción contra Arafat y su organización fueron minando también la popularidad del rais, en detrimento de la organización islamista. Mahmoud Abbas heredó finalmente el histórico cargo del comandante Arafat, pero lejos de allanar el camino, el conflicto cobró una doble vertiente con el enfrentamiento abierto entre las diferentes facciones palestinas.

A Yaser Arafat le sobraban los enemigos dentro y, sobre todo, fuera. La sombra de la sospecha de que fueron ellos quienes lo desplazaron definitivamente de escena aparece de nuevo. No hay un culpable claro. Aunque el comandante sí que fue incriminado por impedir una solución que continúa igual de encallada.

La vida de Yaser Arafat fue como la del eterno fugitivo, que logra construir un mito esquivando la muerte a cada paso. Despojado de su tierra, el líder palestino buscó durante décadas un exilio seguro. Los problemas con sus sucesivos países de acogida y los constantes intentos de asesinato lo persiguieron hasta que logró regresar a Cisjordania. Tampoco allí sus días fueron tranquilos. Ni siquiera su muerte, en un hospital de París, consiguió sosegar la insoportable amenaza de las conspiraciones.